Por José Alvear Sanín
Se dice que lo más característico de la
retórica de Petro es la fabulación, y que su autobiografía, por ejemplo,
constituye un tejido de narraciones fantásticas, entre las cuales aquella de
que leyó El Capital a los once años no es la más inverosímil.
Los ingleses, tan dados a la ironía, dicen que
alguien es “economic with the truth”, para sutilmente esquivar expresiones más
directas e hirientes.
En bachillerato, cuando los padres jesuitas
eran católicos, nos enseñaban que los pecados contra el octavo, “No levantar
falsos testimonios ni mentir”, eran más graves que los cometidos contra el
sexto, “No fornicar”, lo que nos lleva a considerar la situación
peculiar del padre De Roux, al frente de la Comisión de la Mentira, empeñado en
la creación de una nueva verdad.
Pues bien, la economía en materia de verdad une
al cura y al guerrillero, porque ambos, en las antípodas del catolicismo, han
abrazado la ética leninista, donde es moral lo que sirve a la revolución e
inmoral lo que la perjudica. Por tal razón, en ningún caso —léase bien—,
considero que Petro o De Roux sean personas inmorales, porque son consecuentes
con la ética que han interiorizado.
Aun los individuos más apegados a sus
principios, a veces los contradicen con sus actos, sea por interés pasajero,
sea por la debilidad propia de los humanos.
En días recientes a Petro lo cogieron en una
verdad. Dijo que cuando vivía con la madre de su hijo Nicolás estaba en la
clandestinidad, lo que no le impedía arrastrarse hasta las librerías donde,
como estaba muy pobre, tenía que robarse los libros. No sabemos si era para
tenerlos o para leerlos, porque en su discurso no hay huella de buena
literatura ni de ciencia económica.
¡Más afortunado el cura de Roux, a quien jamás
han cogido en una verdad!
Imitando la circunspección inglesa calificaremos
a Petro apenas de hablantinoso. En él, más bien vibra el docente que
diariamente pone su experiencia al servicio de sus compatriotas, para
sacudirlos con pensamientos, reflexiones, consejos, interpretaciones, análisis
y proyectos, expuestos en un estilo magistral, pero a la vez sintético, que lo
consagra como el rey universal del tweet, su apasionante actividad primordial.
Ese enorme esfuerzo por comprimir diariamente
tanta sabiduría es, desde luego, agotador, porque su autor procura, y
generalmente lo logra, que sus propuestas sean cada día más originales,
atrevidas, inéditas y refulgentes.
Como Petro lleva 219 días en el gobierno, es
lástima que esos 219 geniales chispazos se reciban como quien oye llover,
porque el último atrevimiento hace olvidar el anterior.
En la semana pasada, sin embargo, se destacaron
dos: Uno, que cambia el pensamiento social y corrige todo lo que se ha pensado
hasta ahora sobre los castigos y las penas que merecen los delincuentes; y otro
que conmueve las disciplinas económicas y financieras hasta ahora conocidas.
Es bien sabido que su paternal corazón siente
debilidad por la juventud impetuosa. Por eso no solo se conduele de los
integrantes de la Mara Salvatrucha, sino que llega a ofrecer paga permanente a
los ladrones, siempre y cuando se comprometan a estudiar y realizar trabajo
social. Esa propuesta estremecedora convierte a ladrones y atracadores en guías
espirituales para la transformación del país, mientras en otros edifican
cárceles y detienen a los criminales.
A continuación, quien según su propia confesión
fuera el mejor estudiante de economía de su curso, recomienda trasladar
inversiones sólidas, rentables y en moneda dura, a un país al borde de la
revolución y el caos.
A mediados del siglo pasado nos burlábamos de
un jovial analista político que dijo que el propósito de las elecciones no es
el de “sacar” votos, sino el de “meterlos” en las urnas; y cuando propuso
pavimentar el río Magdalena lo consideramos loco, en vez de elegirlo…
¡Ahora somos menos exigentes!