martes, 28 de febrero de 2023

De cara al porvenir: el papel puede con todo

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Cumpliendo con el deber de elevar a la categoría de ley el programa de gobierno del candidato triunfador en las elecciones presidenciales, el presidente Petro acaba de presentar al Congreso el proyecto de ley del plan de desarrollo titulado “Colombia, potencia mundial de la vida”.

Cabe anotar que el nombre de “plan de desarrollo” es un poco pretencioso, pues este se agota al terminar el mandato, mientras un verdadero plan de desarrollo debe superar en el tiempo varios mandatos.

Para quienes hemos tenido la responsabilidad de liderar la elaboración de planes de desarrollo, está claro que la metodología a emplear para permitir la participación ciudadana puede convertirse en un insumo vital o en una evidente dejada de constancia.

De igual manera, una buena estructura interna permite que cualquier tópico “quepa” dentro de lo esbozado.

Para el actual gobierno, el ejercicio de participación se denominó como “Diálogos Regionales Vinculantes” y fue liderado por la Dirección Nacional de Planeación – DNP, quien recorrió el país promoviendo la participación ciudadana en el ejercicio de concretar la idea de país soñado.

Obviamente es importante colocarle al plan de desarrollo un nombre atractivo, convocante y aglutinante para que todos nos veamos reflejados en él. Sin embargo, el nombre seleccionado en esta oportunidad, –bello, por cierto– de “Colombia, Potencia Mundial de la Vida”, no refleja la realidad que los ciudadanos vivimos a lo largo y ancho del país, donde precisamente la vida, como valor supremo, es irrespetada y maltratada en todas sus expresiones y de manera continua.

Otra cosa es que nos estuviéramos refiriendo al enorme potencial que posee Colombia en biodiversidad, pero ese no es el caso, y si lo fuera, también sería contradictorio ante la amenaza creciente de extinción de especies y la pésima conservación de bosques y selvas, ríos y quebradas, mares y costas y el manejo deficitario de residuos sólidos, protección del aire y deterioro de las condiciones de vida sobre todo en las grandes ciudades.

Es claro que el Gobierno pretende hacer cosas precisamente para mejorar la situación de inseguridad que vivimos en todos los niveles, donde la insurgencia política, la delincuencia común, el desempleo, la falta de presencia estatal en el territorio, se convierten en caldos de cultivo para que la iniquidad, la desigualdad, la injusticia y la pobreza, sean el pan de cada día y la vulneración de los derechos elementales sea algo cotidiano.

No es si no escuchar o mirar un noticiero o leer un periódico o conversar con la gente para impregnarse de la sensación de inseguridad y de desprotección en la cual hemos caído.

Vulneración de los derechos de los niños, feminicidios, robos, estafas, desfalcos, asesinatos, masacres, actos de corrupción, inseguridad por el narcotráfico, disputas territoriales, asesinatos de líderes sociales, periodistas, policías, soldados, reinsertados, ciudadanos del común, robos, secuestros y chantajes, son parte de nuestro paisaje.

Como ciudadano, de corazón deseo que este plan de desarrollo logre coger el toro por los cachos y extermine algunas de las causas que ocasionan todos los fenómenos anteriormente mencionados.

Sin embargo, la acumulación histórica de problemas no resueltos y las acciones violentas de todos los días, hace muy difícil la tarea y hace también que ante propios y extraños el título del plan de desarrollo, “Colombia Potencia Mundial de la Vida” suene un poco rimbombante.

¡Amanecerá y veremos!