Por Pedro Juan González Carvajal*
Cumpliendo con el deber de
elevar a la categoría de ley el programa de gobierno del candidato triunfador
en las elecciones presidenciales, el presidente Petro acaba de presentar al
Congreso el proyecto de ley del plan de desarrollo titulado “Colombia,
potencia mundial de la vida”.
Cabe anotar que el nombre
de “plan de desarrollo” es un poco pretencioso, pues este se agota al
terminar el mandato, mientras un verdadero plan de desarrollo debe superar en
el tiempo varios mandatos.
Para quienes hemos tenido
la responsabilidad de liderar la elaboración de planes de desarrollo, está
claro que la metodología a emplear para permitir la participación ciudadana
puede convertirse en un insumo vital o en una evidente dejada de constancia.
De igual manera, una buena
estructura interna permite que cualquier tópico “quepa” dentro de lo esbozado.
Para el actual gobierno,
el ejercicio de participación se denominó como “Diálogos Regionales
Vinculantes” y fue liderado por la Dirección Nacional de Planeación – DNP, quien
recorrió el país promoviendo la participación ciudadana en el ejercicio de
concretar la idea de país soñado.
Obviamente es importante
colocarle al plan de desarrollo un nombre atractivo, convocante y aglutinante
para que todos nos veamos reflejados en él. Sin embargo, el nombre seleccionado
en esta oportunidad, –bello, por cierto– de “Colombia, Potencia Mundial de
la Vida”, no refleja la realidad que los ciudadanos vivimos a lo largo y
ancho del país, donde precisamente la vida, como valor supremo, es irrespetada
y maltratada en todas sus expresiones y de manera continua.
Otra cosa es que nos
estuviéramos refiriendo al enorme potencial que posee Colombia en biodiversidad,
pero ese no es el caso, y si lo fuera, también sería contradictorio ante la
amenaza creciente de extinción de especies y la pésima conservación de bosques
y selvas, ríos y quebradas, mares y costas y el manejo deficitario de residuos
sólidos, protección del aire y deterioro de las condiciones de vida sobre todo
en las grandes ciudades.
Es claro que el Gobierno
pretende hacer cosas precisamente para mejorar la situación de inseguridad que
vivimos en todos los niveles, donde la insurgencia política, la delincuencia
común, el desempleo, la falta de presencia estatal en el territorio, se
convierten en caldos de cultivo para que la iniquidad, la desigualdad, la
injusticia y la pobreza, sean el pan de cada día y la vulneración de los
derechos elementales sea algo cotidiano.
No es si no escuchar o
mirar un noticiero o leer un periódico o conversar con la gente para
impregnarse de la sensación de inseguridad y de desprotección en la cual hemos
caído.
Vulneración de los
derechos de los niños, feminicidios, robos, estafas, desfalcos, asesinatos,
masacres, actos de corrupción, inseguridad por el narcotráfico, disputas
territoriales, asesinatos de líderes sociales, periodistas, policías, soldados,
reinsertados, ciudadanos del común, robos, secuestros y chantajes, son parte de
nuestro paisaje.
Como ciudadano, de corazón
deseo que este plan de desarrollo logre coger el toro por los cachos y
extermine algunas de las causas que ocasionan todos los fenómenos anteriormente
mencionados.
Sin embargo, la
acumulación histórica de problemas no resueltos y las acciones violentas de todos
los días, hace muy difícil la tarea y hace también que ante propios y extraños
el título del plan de desarrollo, “Colombia Potencia Mundial de la Vida”
suene un poco rimbombante.
¡Amanecerá y veremos!