Por Pedro Juan González Carvajal*
Quiérase que no, a la sombra y de espaldas a la ley, existe
un mundo distinto, enraizado desde el principio de los tiempos a la evolución
de la sociedad humana, que ha estado ahí y que de manera subrepticia se ha
venido expandiendo a lo largo y ancho del planeta, en un ejercicio que se
podría considerar como pionero en términos de globalización. Hablamos de las
organizaciones criminales.
Y es que organizaciones como la Yakuza del Japón, la Bratva
de Rusia, la Cosa Nostra, la L‘Ndrangheta, la Sacra Corona Unita y la Camorra de
Italia, Triadas de China, Mara Salvatrucha en Centro América y los carteles de
la droga entre quienes se destaca hoy el Cartel de Sinaloa en México, por
mencionar solo algunos visibles, han creado su propia realidad y han sabido
sobrevivir a la persecución local y planetaria, por decenios y siglos.
¿Cómo han logrado mantenerse vigentes? Pues actuando de
manera corporativa, impulsando, respetando y haciendo respetar sus códigos de
gobierno, siendo flexibles con respecto a adaptarse para poder mantenerse en el
mundo de los negocios rentables, casi siempre asociado al control de la oferta
de los vicios como el juego, el licor, las drogas, el sexo, el contrabando y
cualquier actividad económica que sea considerada como ilegal.
Es importante reconocer que el concepto ampliado de
“familia” hace que estas organizaciones sean cerradas en cuanto a su dirección,
respetando características humanas como la ascendencia generacional, la lealtad,
la fuerza y la osadía.
La sociedad legal, no lo acepta, pero lo reconoce, y de
alguna manera lo mitifica alrededor de actividades como el cine, donde un
personaje reciente como John Wick, es motivo de cierto respeto reverencial, sin
hablar de la explotación local de la vida y obra de un capo de la mafia como Pablo
Escobar y lo que se generó alrededor de su persona, configurando un entorno
particular.
La mitificación de lo incorrecto en términos de civilidad
es un atentado contra la propia civilidad. Situaciones como la necesidad de
conseguir dinero no fácil pero sí rápido, el consumismo extremo, el acceso a
niveles de vida limitados anteriormente solo a los “multimillonarios legales”, el
cortoplacismo y una inclinación hacia la vida hedonista, nos perfilan hoy,
azuzados por los medios de comunicación, a una generación cuyos valores en caso
de existir, no tienen nada que ver con aquellos a los cuales estábamos
acostumbrados.
Resurgimiento de personajes asociados a modernos Robin Hood,
pueden llegar a trastocar nuestras actuales nociones de legalidad y de corrección.
Pasando a otro tema, un dilecto amigo me hizo un
extraordinario regalo: El libro “Conectografía - Mapear el futuro de la
civilización mundial” de Parag Khanna.
El autor plantea la necesidad y la conveniencia de pasar a
un nuevo nivel de observación y registro en términos geográficos, pasando de la
presentación de los accidentes geográficos naturales y de la división política
de los continentes en países, a una visión dinámica de los distintos tipos de
infraestructuras que se han desarrollado en los últimos tiempos, desde los
caminos, carreteras, vías ferroviarias, rutas marítimas, rutas aéreas, canales,
ríos, oleoductos, gasoductos, corredores de transporte marítimo, hasta nodos de
internet, aeropuertos, puertos, zonas económicas especiales (de la geografía
política a la geografía funcional), colocando en el centro del análisis ya no a
los países, sino a las ciudades y regiones que hacen parte de las cadenas de
suministro, configuradas como zonas económicas especiales (ZEE).
Desaparecen las fronteras y pasamos de la globalización a
la hiperglobalización, acompañada de fenómenos demográficos particulares, de
una creciente urbanización, que hace que lo rural deba ser replanteado, y la
aparición de megaciudades con todos los elementos positivos y negativos que
esta situación provoca.
Esta nueva realidad, no asegura que los niveles de vida de
los humanos vayan a mejorar, ni que las angustias que hoy tenemos con respecto
a la pobreza, la iniquidad y la desigualdad vayan a ser resueltas.
Debemos estar preparados para desarrollar nuestra
existencia ante un nuevo escenario, en medio de situaciones adversas como lo
son el cambio climático, la crisis de todos los modelos políticos y de todos
los modelos económicos, acompañados de una crisis generalizada de credibilidad
en la institucionalidad que nos ha acompañado desde la Segunda Guerra Mundial.