Pedro Juan González Carvajal*
Ahora que vamos a estrenar el desde siempre mal denominado
Plan de Desarrollo para este Gobierno del cambio (que finalmente es el Programa
de Gobierno ganador elevado a la categoría de ley y que expira al terminar el
período de Gobierno), es importante invitar a una reflexión general acerca de
lo que vamos a hacer con este rico, biodiverso, multicultural y exuberante país
y responder tentativamente a la pregunta de ¿finalmente a qué nos vamos a
dedicar?
Nos tenemos que focalizar para pretender ser productivos y
competitivos. Ningún país es bueno para todo, o tiene los recursos necesarios para
enfrentar todos los retos.
¿Agricultores? ¿Mineros? ¿Industriales? ¿Comerciantes?
¿Desarrolladores de conocimiento y tecnologías? ¿Futbolistas? ¿Artistas?
La guerra Rusia-Ucrania ha retrasado el propósito planetario
de ir desmontando gradualmente el uso intensivo de los hidrocarburos, para lo
cual ya había convenios firmados y fechas establecidas para la Comunidad
Europea y algunos países de Asia y aún de América.
Si observamos nuestra balanza comercial, hoy somos carbón y
petróleo dependientes, por lo que cualquier propuesta de cualquier gobierno por
acelerar el tránsito a nuevas tecnologías de producción de energías limpias es
loable, siempre y cuando tengamos con qué reemplazar el hueco que va a generar
la no exportación de carbón y petróleo.
Esto debe ser comprendido en toda su amplitud y con todas
sus implicaciones, pues sin presente, definitivamente no habrá futuro.
Debemos hacer una cruzada por analizar y evaluar tanto los
factores comparativos con los cuales contamos, como los competitivos que podríamos
desarrollar en nuestro país en el corto y en el mediano plazo para enfrentar
esta situación.
No podemos tampoco desconocer que se han logrado ciertos
avances en ciertos sectores, pero ante una población que sigue creciendo
acompañada de problemas estructurales no enfrentados y obviamente no resueltos,
pues la tarea que se nos viene es faraónica.
Desde hace poco más de medio siglo se hablaba de que Brasil
sería el país del futuro, y ese futuro llegó, y Brasil logró avances, pero no
lo que se esperaba. Eso mismo nos pasa cuando hablamos del campo colombiano, de
nuestra agua, de nuestros océanos y mares, de nuestra posición geoestratégica
privilegiada, y vemos como pasan y pasan gobiernos y presidentes de gremios y
empresarios y gobernadores y alcaldes y congresistas y magistrados, entre otros
variados funcionarios de alto rango y personajes del sector privado y social, y
en Colombia no pasa nada. Seguimos con una inercia paquidérmica, con problemas
por resolver como la iniquidad, la injusticia social, la pobreza, la corrupción,
que ya hacen parte del paisaje y a quienes ya se les calcula un porcentaje
anual de coimas y robos para poder hacer las cuentas de cuanto nos queda para
funcionamiento del Estado e inversión social.
En la mayoría de los colegios y escuelas de primaria se
anuncia con bombos y platillos que “aquí se forman los líderes del futuro”,
y ya llegamos al futuro y los líderes, los verdaderamente líderes, no se ven
por ninguna parte. “Algo huele mal en Dinamarca” diría Hamlet.
Me dirán dinosaurio, pero acepto gustoso el apelativo. Insisto
en que si no definimos a qué nos vamos a dedicar, jamás tendremos plena
conciencia de nuestros factores geopolíticos y geoeconómicos naturales y
adquiridos, no sabremos establecer verdaderos factores diferenciales, precisar
nuestro sector o sectores estratégicos, jamás podremos proponer un modelo
económico ni qué decir de un modelo de desarrollo.
Para esto, obviamente, tenemos que conocer y reconocer
nuestro país, nuestro territorio, para poder valorarlo, respetarlo y quererlo.
Y esto solo se logra si desde el sistema educativo se construye una verdadera
conciencia geográfica e histórica como base de una pretendida ciudadanía.
Si no sabemos a qué nos vamos a dedicar ¿a cuáles
actividades se les asignarán recursos, se les promocionará y se les financiará?
Un ministerio como el de Ciencia, Tecnología e Innovación, ¿A
cuál sector investigativo apoya? ¿A todos? Eso es como disparar con regadera y
despilfarrar los pocos recursos que se tienen.
Lo mismo ocurre con los esfuerzos investigativos de las
instituciones de educación superior. Si la base económica del país no está
clara, los esfuerzos serán enormes para lograr impactos casi inexistentes.