Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Tuvo
que ser alguien muy machista el que se imaginó que esta categoría correspondía
a las mujeres. Algún Adán de esos que rápidamente le echó la culpa de su pecado
a Eva. Para colmos, no fue culebro sino culebra la que les echó el cuento en el
paraíso, luego el asunto era de género.
Personalmente,
no he podido comerme el cuento. No el de la manzana. También. Me refiero al de
que las mujeres son el sexo débil. Porque uno ve a las mamás al momento de dar
a luz en el parto y lo que se ve es que son muy machitas. No estaría tan seguro
que podríamos reemplazarlas. Y las ve uno madrugando para hacer los oficios
caseros, antes de salir a “trabajar”, para llegar tarde en la noche a seguir
laborando, sin descansar. Puse entre comillas trabajar, porque algunos siguen
creyendo que todo eso que hacen por fuera de un contrato formal con una empresa
no es trabajo. Dicen con soberana ingenuidad: “mi mamá (o mi esposa) no trabaja, es ama de casa”.
Pues
resulta que el pasado fin de semana, el sexo débil logró lo que el sexo fuerte
no ha podido hacer hasta ahora: en espectacular moñona futbolera las mujeres ganaron
el subcampeonato mundial FIFA sub-17 en India y el campeonato mundial de fútbol
sala aquí en Colombia. Con tenacidad, coraje y muchas ganas demostraron que
cuando se quiere se puede. No mucha carreta. Resultados. Y no ganaron en India,
no porque no tuvieran con qué, sino porque el machito entrenador creyó que eran
de acero y nunca se le ocurrió hacer los cambios y refrescar el agobiado
equipo, como sí lo hicieron las españolas. Y el machito presidente de la
Federación que al comienzo miraba con desdén la gesta que estaban realizando,
cuando llegó la final ahí sí viajó para la foto, las felicitaciones y para hacer
promesas.
Entonces
que no nos vengan con cuentos trasnochados. ¿Sexo débil? Ja ja ja. Las mujeres están
cada vez más empoderadas, no por reivindicaciones ideológicas, ni por cuotas
burocráticas legales que hay que cumplir, sino porque con evidencias
contundentes nos demuestran lo que realmente valen. Está certificado que son
mucho más honestas que los hombres en el ejercicio de altos cargos, pero, a
decir verdad, en todos los campos demuestran sus sobradas competencias y
liderazgo. Elemental gesto masculino es reconocer su talante y su valía, como
el que dijo: “en mi casa se hace…lo que
mi mujer decida. Aquí mando yo, porque en mi casa manda mi mujer”.
María
de Nazaret reivindicó el rol femenino. Atenta en el matrimonio de Caná supo
interceder a tiempo para que la fiesta no se fuera al traste; ante el asesinato
de su Hijo demostró fortaleza y valentía; cuando los agallinados apóstoles
huyeron despavoridos supo convocarlos para que volvieran al cauce de la causa.
No
nos sigamos engañando, la equidad de género no es ideología, es sentido común. Cuando
era rector en el colegio San Ignacio en Medellín, todos decían que con la
graduación de la primera promoción coeducativa el nivel académico del colegio bajaría.
Mentiras. No sólo se mantuvo, sino que subió. Entonces, no hay que ser
mezquinos. Hay que reconocer el digno rol de la mujer en todos los ámbitos de la
sociedad, dejarnos de mohosos estereotipos y poner las cosas en su lugar. ¿Sexo
débil? ¡Cuidado! De pronto somos nosotros, los hombrecitos, los muy machitos,
los que nunca lloramos… ¡ay Dios mío!