viernes, 4 de noviembre de 2022

Nuestro fracasado sistema político

Epicteto, el opinador
Por: Epicteto, el opinador

Concluimos, con el valioso aporte de nuestros contertulios, que el origen de la catástrofe que vive Colombia no reside en los acontecimientos previos a la campaña electoral. Más bien es el resultado de un proceso de descomposición del país en general y, en especial, del rotundo fracaso de nuestro fallido sistema político.

Una sociedad es lo que su clase gobernante quiere que sea. Siguiendo a James Burnham podemos afirmar: “la fuerza o la debilidad de una nación, su cultura, su capacidad de perdurar, su prosperidad y su decadencia dependen, en primer lugar, de la calidad de su clase gobernante” (BURNHAM, James, Los Maquiavelistas, Emecé Editores, 1945, pag. 118)

A la vista tenemos el resultado que nos dejan estos años de “dañado y punible ayuntamiento” de nuestra clase gobernante con la extrema izquierda que sólo busca la destrucción de nuestra Nación, con los carteles de la droga, y con los beneficiarios de la corrupción instaurada en los más altos niveles de los poderes públicos.

No olvidemos que han sido nuestros gobernantes con sus coaliciones mayoritarias en el Congreso, quienes, incurriendo en el mayor prevaricato de nuestra historia judicial, desconocieron la voz del pueblo que rechazó mayoritariamente en un plebiscito el acuerdo con los terroristas de las FARC.

Ha sido nuestra clase gobernante la que ha permitido que se lave el cerebro de nuestros estudiantes con los ponzoñosos brebajes del marxismo-leninismo, el materialismo y la destrucción de la familia tradicional. En el pasado gobierno, elegido por una coalición de “centro”, se ordenó editar una cartilla para enseñar la ideología de género a nuestros niños y jóvenes.

¿Quién, sino nuestra clase gobernante, ha permitido en los últimos 12 años el crecimiento desaforado de los cultivos ilícitos, suspendiendo la fumigación aérea y los bombardeos a los campamentos de los capos de la guerrilla narcoterrorista, y beneficiando a estos con impunidad y beneficios económicos?

¿No es nuestra clase gobernante la responsable de las reformas constitucionales que otorgaron excesivos poderes a la “dictadura judicial” que ahora cogobierna, legisla y falla políticamente o según le convenga al mejor postor?

¿Acaso el cúmulo de irregularidades en la contratación de las empresas que manejaron los escrutinios en las pasadas elecciones, la descarada compra de votos y las miles de inconsistencias denunciadas no son imputables a un organismo electoral diseñado por nuestros gobernantes y legisladores para falsificar la voluntad de los electores?

En ocasiones nuestros gobernantes han abdicado de los legítimos poderes que la legislación les otorga para el mantenimiento del orden y la protección de los ciudadanos y sus bienes, apelando a procedimientos hipócritas o a humillantes acuerdos con los enemigos del Estado, mostrando vergüenza de ejercer la autoridad o temor frente a la crítica de sus adversarios. Como consecuencia de su cobardía hemos llegado a una deplorable condición de inseguridad y de injusticia y a la decadencia económica y cultural que atravesamos.

Para nuestra clase gobernante ha sido prioritario actuar de conformidad con sus intereses personales, no con los de la comunidad o la nación. Priman los intereses materiales, los del presente, no lo que afecte a mediano y largo plazo a la sociedad. Por ello, los temas de las campañas están limitados a aquello que en ese momento pueda mover a las masas a apoyar sus candidaturas, no lo que pueda beneficiar a la comunidad en general.

Colombia está regida, estimados amigos, por un fracasado sistema político, que ha abandonado los principios tutelares de nuestra identidad nacional para acoger extrañas ideologías que han fracasado en el resto del mundo.

Carecemos de un sistema verdaderamente democrático, pues las camarillas que se eligen no representan ni siquiera a los ciudadanos que las eligieron. Juan Manuel Santos, por ejemplo, se hizo elegir para continuar el programa de gobierno de la Seguridad Democrática y. tan pronto se posesionó, rompió su promesa y lanzó al país al abismo de la entrega del poder en los brazos del narcoterrorismo. El Presidente Duque prometió modificar el acuerdo con los guerrilleros y fumigar los cultivos ilícitos, dos promesas que se quedaron sin cumplir.

Nuestro sistema democrático se fundamenta en la compra de votos, es decir, está corrupto desde sus raíces. Los partidos políticos son empresas electorales para llevar a unos individuos a posiciones donde buscarán alcanzar sus propios intereses, no los de sus electores.

No es confiable para nada, como se ha demostrado palmariamente en las últimas elecciones presidenciales, el sistema electoral, ni lo son los organismos encargados de su manejo y control.

Con una clase gobernante corrompida, un sistema que no representa a la gente, una democracia fallida en sus resultados y una absoluta falta de credibilidad en los funcionarios electorales ¿no es hora de que pensemos con inteligencia y decisión en cambiar esa deleznable estructura política?

¿Seremos capaces de convertir nuestras pacíficas y multitudinarias marchas en la semilla de un gran movimiento cívico a que aglutine a los colombianos, sin la intermediación de los políticos? ¿Por qué, en lugar de esos artificiales movimientos políticos inventados para engañar al pueblo, no nos manifestamos a través de comités de nuestra profesión u oficio, en cada región y ciudad para convertirnos en una verdadera avalancha democrática, cívica y popular?

Parece tarea de titanes, pero existen en la historia muchos ejemplos en los que el hombre se ha levantado para hacer valer sus derechos. El derecho a ser gobernado con arreglo a la razón y a la equidad es connatural al hombre. Por lo tanto recurro de nuevo a Marco Aurelio: “No pienses, si algo te resulta difícil y penoso, que eso sea imposible para el hombre, antes bien, si algo es posible y connatural al hombre, piensa que también está a tu alcance” (MARCO AURELIO, Meditaciones, Editorial Grados, 1977, pag.118).