Por: Pedro Juan González Carvajal*
En estas épocas de recetarios para la felicidad, de
pseudofilósofos del bienestar, de obsesión por la actitud positiva, quiero
hacer una reivindicación del derecho a renegar en la sexta acepción del
diccionario de la RAE. Y es que es claro: las cosas no son como uno quisiera,
hay días en que nos levantamos con el pie izquierdo, aunque hayamos pasado toda
la noche invocando al yo cuántico, sea lo que sea eso, y hay ocasiones en las
cuales lo único humano y razonable es ¡renegar!
Tengo que confesar que mis motivos para renegar son
bastante superficiales y que, por fortuna, no tengo razones de fondo para
hacerlo, pero como ciudadano debo ejercer mis derechos y, entonces, reniego por
cosas como estas:
Que un youtuber o influencer facture ocho mil millones de
pesos mensuales, suma que no se ganará en cien reencarnaciones un docente. “Lo
mismo un burro que un gran profesor” diría Discépolo. ¡Qué horror!
Que un mediocre periodista deportivo se quiera hacer el
célebre preguntándole al técnico en la rueda de prensa posterior al partido en
el que se queda campeón, cuál es su sueldo. ¡Qué disparate!
Que los gobernantes utilicen el Twitter sin la menor
conexión entre el cerebro y el dedo. ¡Utilicen el dedo para otra cosa!
Que los ministros de Hacienda sean tan inteligentes antes y
después de ejercer el ministerio y tan malos cuando lo ejercen. ¡Qué tristeza!
Que el periódico más importante de la ciudad no entienda
que con su campaña sistemática contra el actual alcalde le está haciendo un
favor pues a ese personaje lo único que le interesa es darse visibilidad para
su proyecto político personal. ¡Qué desazón!
Que muchos antioqueños se rasguen las vestiduras porque se
quiere fraccionar a Antioquia creando nuevos departamentos con municipios a los
que se les ha condenado al atraso con el desmedido centralismo de Medellín. ¡Qué
ridiculez!
Que el inmaduro esquema de gobierno y oposición en Colombia
se base en el principio de que, si mis correligionarios lo hacen, está bien,
pero si lo hacen los contrarios está mal. ¡Qué infantilismo!
Que personas con ingresos y patrimonios normalitos estén
estresados porque de pronto les expropian los ahorros. ¡Cuáles ahorros hombre!
Que en México estén maltratando y devolviendo turistas
colombianos. ¡No voy a México, y no voy, y no voy!
Que las citas para renovar la visa americana se estén
demorando más de tres años. ¡No importa, espero!
Que los directivos de Nacional sean los únicos seres vivos
sobre el planeta que no se dan cuenta de la necesidad de defensas centrales
cuando se inicia un campeonato. ¡Qué miopía!
De los “analistas” del fútbol que lo quieren convertir en
una pseudociencia y que como después de viejos descubrieron las estadísticas están
obsesionados con “la data” y ven partidos distintos a los que ve todo el mundo.
¡Qué tetas!
Que esos mismos “analistas” hagan malabares tratando de
justificar que el mejor jugador del partido no fue el que hizo el gol que
rompió el cero a cero en un partido cerrado. Un día de estos se van a caer de
una de esas ramas en las que sostienen sus argumentos. ¡Qué retetas!
Que no se retiren los excomentaristas Carlos Antonio Vélez
y Javier Hernández Bonet.! ¡Qué cansancio!
Que se destroce el idioma castellano a punta de neologismos
y extranjerismos para que todo suene muy cool. “Qué snobismo”
Y paro por hoy porque me da pereza seguir, ¿y qué?