Por Pedro Juan González Carvajal*
Y vuelve y juega. O mejor, vuelve y no juega. Ya son cinco
años en los que Nacional no juega a nada, a pesar de dos títulos de copa y uno
de liga, desde el final del exitoso ciclo Osorio – Rueda, de 2012 a 2017, con doce
títulos, dos de ellos internacionales, dos clasificaciones a la final de la Copa
Sudamericana, el desorden administrativo y deportivo se ha apoderado de la
institución deportiva más grande de Colombia.
Y es que la cadena de desatinos ha sido larga. Desde la
salida por la puerta de atrás del profesor Reinaldo Rueda, gestor de la segunda
Copa Libertadores ganada por el club, hasta la ridícula gestión del 2022 con
cuatro directores técnicos en un año, dos de ellos castigados por salir campeones.
Resulta por lo menos desconcertante que en un club que hace
parte de una de las organizaciones empresariales más sólidas del país, que se
caracterizan por la seriedad y el acierto en la toma de decisiones, se ajuste
más de un lustro de tumbos y desaciertos.
Pero ¿qué pasa? ¿Será que Nacional ya no es importante para
la organización? ¿Será que la pasantía diplomática del doctor Antonio José
Ardila lo hizo desconectar del manejo del club y otros, entre ellos su hija,
hicieron fiesta durante su ausencia?
Realmente no es consecuente con la gran historia verdolaga
el desfile de directores técnicos desde la salida de Rueda. Juan Manuel Lillo,
gran teórico y mal práctico; Jorge Almirón, quien lo mejor que tiene es el
empresario que luego de sus fracasos en Colombia y Argentina, lo tiene
dirigiendo en Europa; la primera etapa del Arriero Herrera con título de copa y
su salida súbita para ser reemplazado por Paulo Autuori quien debutó y se
despidió de la liga en un solo partido, y al año siguiente, en pocas semanas,
eliminó el equipo de los Libertadores y de la Sudamericana. Luego, el mal
regreso de Osorio con más pena que gloria, su salida, el paso fugaz e
inaportante de Guimaraes, el encargo de Alejandro Restrepo con título en la
Copa del 2021 y, ahora el traumático 2022, con la salida de Restrepo, el
regreso de Herrera con título de Liga, su salida por el pésimo manejo de los
directivos a lo sucedido con él y con Gio Moreno en una rueda de prensa, la
interinidad de Pedro Sarmiento y, finalmente en un doloroso deja vu, el regreso
de Autuori para mejorar su gesta del 2019, pues ya se demoró dos partidos para
eliminar al equipo.
Es fácil hablar con el retrovisor y sobre hechos cumplidos,
pero me consta que hinchas, periodistas y personas del fútbol sensatas
advirtieron sobre el grave error que implicaba prescindir de manera tan
inoportuna de Pedro Sarmiento quien tenía al equipo entre los ocho, y dejar los
últimos partidos en manos de quien apenas llegaba. Error directivo y torpeza
del DT a quien ya habían castrado y se dejó castrar de nuevo.
Pero finalmente el penal fallado por Duque y la eliminación
son solo una anécdota que se borra con el título de junio y la clasificación a
la Copa Libertadores del 2023. Lo realmente preocupante son los palos de ciego
en contratación de jugadores, la mala confección de las nóminas de los últimos
torneos en los que son evidentes las fallas y desequilibrios en líneas como el
arco, bien cubierto por Mier pero con una alternativa poco confiable; los
centrales, pues ya son varios años en los que cada semestre se venden los que
surgen y no se reemplazan; los volantes, ya que ni amasando a Jarlan, Andrade y
Guzmán y haciendo uno solo de los tres, se lograrían tener a alguien de la
jerarquía de un Macnelly Torres o un Lobo Guerra y por supuesto el “nueve” pues
ya Duque siente el peso de los años y aunque sigue haciendo goles tampoco es ya
el goleador confiable que aparecía en los momentos decisivos.
Y si vamos más al fondo, es notoria la falta de claridad en
todos los estamentos sobre cuál es el propósito de la institución: ¿coleccionar
títulos nacionales, ligas, copas, superligas para adornar más las vitrinas?
¿Sacar jugadores de la cantera para venderlos sin dejarlos consolidar (Cuesta,
Reyes, Mosquera, Cabal, etc.)? ¿Reenganchar veteranos que nos dieron glorias en
otras épocas pero que ya no son los mismos? ¿Apuntarle a un proyecto ganador
como el de 2012 a 2017, sosteniendo una idea, un técnico, unos jugadores para
apuntarle a nuevos logros internacionales?
El cielo que se tocó cuando en 2016 Nacional fue
considerado como el mejor equipo del mundo por la Federación Internacional de Fútbol
y estadísticas (reconocimiento que se obtiene por datos objetivos como títulos
y puntos) quedó muy lejos, luego de llegar a lo más alto el descenso fue
vertiginoso, pero se pueden recuperar buenas prácticas probadamente exitosas
para no dejar de ser el más grande de Colombia y uno de los más grandes del
continente.