Por Epicteto, el opinador*
Me llegan, como
seguramente también a ustedes, mis apreciados contertulios, frecuentes
preguntas sobre la manera más eficaz para enderezar el entuerto en que nos
colocaron los politiqueros de siempre, y sobre cómo revertir el desastre
electoral al que nos condujo el monstruoso fraude perpetrado con anuencia de
los gobernantes de turno.
Tarea nada fácil,
si queremos acertar en la respuesta. Ya se escuchan voces llamando a conformar
una oposición unida para presentarle cara en los próximos comicios regionales al
populismo socialista, ahora enquistado en el gobierno. Pretender que los
políticos se unan a esta lucha es como buscar el ahogado aguas arriba. Quienes
buscaron nuestros votos en las pasadas elecciones para enfrentar la amenaza de
la extrema izquierda ahora son sus aliados en el Congreso, sin que se les caiga
la cara de vergüenza.
Mientras tanto, en
el gobierno nacional y en las alcaldías controladas por los amigos del castrochavismo,
que son la mayoría, se aplican los recursos humanos y económicos del Estado a
montar la aplanadora gubernamental en favor de sus propios candidatos.
No existe, pues,
mis queridos y bien intencionados amigos, ninguna posibilidad de éxito por la vía
democrática, con un régimen que para mantenerse en el poder utilizará todas las
formas de lucha, como lo enseña su estrategia marxista-leninista y como se
evidenció, para infortunio de esta sufrida Patria, en las pasadas elecciones.
Nos queda un recurso
mucho más contundente: apelar directamente a los colombianos de bien, que somos
la mayor parte de la población, sin intermediación de la desprestigiada clase
política. Ya ha empezado a anunciar su incontrastable fuerza en las
multitudinarias manifestaciones de protesta que los medios han tratado
inútilmente de desconocer o minimizar. Contrastan estas espontáneas expresiones
con las pobrísimas celebraciones de los primeros cien días del actual gobierno,
a las que no acudieron ni sus promotores.
Si se trata, como
me han preguntado, de romper el nudo gordiano que nos ahoga, no podemos
desperdiciar estas marchas, plenas de coraje e indignación contra las reformas
del régimen social-comunista. No nos conformemos con denunciar los daños que se
están causando a los colombianos ni con pedir la renuncia al presidente, pues
no lo va a hacer: su propósito es perpetuarse en el poder.
Hay que dar un
sentido inteligente y productivo a las protestas. ¿Cómo lograrlo? Transformando
esa masa improvisada en un movimiento organizado con una estructura que
represente a sus participantes sectorizados por regiones, municipios, y
actividades personales de cada uno. Con ese principio de organización,
establezcamos una estrategia para derrocar el régimen de la infamia mediante un
paro nacional e indefinido, una desobediencia civil y una resistencia generalizada
en la que militemos colombianos sin distingos de clase o partido. Solamente
dejaremos por fuera a los venales y corruptos politiqueros que nos condujeron
al abismo. He allí la fórmula eficaz que requiere el país.
Una salvedad sí
tengo la obligación de hacer: no esperemos resultados a la vuelta de la
esquina. Esta cruzada puede prologarse mucho más allá de lo que todos deseamos.
Pero no nos es permitido pensar a corto plazo, como lo han hecho nuestros
dirigentes. Siempre pensaron en ganar unas elecciones, no en los intereses de
las futuras generaciones. Por eso entregaron el país a los más ineptos, los más
corruptos, los más malvados que pudieron encontrar. Sesenta años le tomó al
comunismo llegar al poder. Podemos resistir también lo que sea necesario para
recuperarlo.