Por José Alvear Sanín*
Pocas veces se hace tan
difícil escribir como hoy, porque toca discrepar de un grande hombre, como es
en todo sentido Álvaro Uribe Vélez.
Tan pronto se anunció la
elección de Petro, el expresidente se apresuró a reconocer el título del
exterrorista, dando crédito a una Registraduría muy poco confiable. Por
desgracia no estaba solo, porque la gran mayoría del establecimiento político
permitió que los creíbles indicios de masivo fraude electrónico fueran
desestimados. Por consiguiente, un manto de presumible legalidad ha cubierto la
elección menos transparente.
Pocos días después de la
posesión, el doctor Uribe lo visitó en palacio para ofrecer una “oposición
constructiva” a un gobierno destructivo.
Ese terrible error inicial
conduce al Centro Democrático (CD) a un callejón sin salida, porque la inmensa
mayoría de sus votantes tiene clara la imposibilidad que existe de un diálogo
productivo entre concepciones radicalmente opuestas, irreductibles e
irreconciliables, como son las que separan a los partidarios de la libertad
individual y económica, de los adherentes al colectivismo y el estatismo
marxistas.
Desconocer entonces la
índole destructora de todas y cada una de las propuestas del gobierno de Petro
en contra del modelo democrático, condena al partido del Dr. Uribe a moverse en
un mundo ilusorio. Solo en sueños es posible un diálogo conducente entre
corderos y lobos o entre palomas y buitres.
La “oposición constructiva”
requiere un gobierno también constructivo. El de Petro, una y otra vez en el
Congreso, que es el foro donde se contrastan pareceres, claramente manifiesta
su voluntad de llevar al país por la senda de la extrema izquierda más
perjudicial. En estos horribles 50 primeros días, Petro jamás ha ocultado que
su propósito es el de poner por obra todos los disparates y desatinos de su
programa, gracias a las mermeladas parlamentaria y mediática y a la complicidad
descarada de partidos tradicionales, degradados por dirigentes indignos.
Muy superior a sus líderes
políticos, el pueblo ha comprendido mucho mejor que ellos hacia dónde llevan al
país para convertirlo en una segunda Venezuela. Las nutridas marchas del lunes
26 de septiembre fueron la expresión concreta de una oposición, esa sí popular
y estructural, que quiere conservar la democracia y el estado de derecho,
frente a la piqueta demoledora del gobierno.
Esa es la actitud que el
país requiere para escapar al triste destino que nos espera, si dejamos que se
consolide la dictadura castro-petrista.
En cambio el CD, o buena
parte del mismo, le dio la espalda a la protesta la víspera de las marchas; y
lo que es peor, tan pronto estas pasaron los doctores Álvaro y Miguel Uribe y
Óscar Darío Pérez, acudieron a palacio para continuar un diálogo imposible con
un gobierno inflexible. En lugar de llegar estimulados por los centenares de
miles de colombianos, de todos los partidos, que marcharon contra el gobierno,
los visitantes de la casa de Nariño manifestaron una actitud de la mayor
amabilidad ante un gobierno que, en vez de oír sus razones, quiere únicamente
aparecer en las fotos con ellos.
A la salida de la reunión,
los dirigentes del CD ofrecieron una larguísima rueda de prensa para informar
acerca de las inquietudes que le transmitieron a Petro, como si este no
conociera los puntos de vista de la oposición constructiva, que él y sus
ministros han rechazado mil veces.
En esa lamentable
presentación el expresidente Uribe, fuera de guardar inexplicable silencio
frente a la posición oficial con relación al narcoestado que se perfila, llegó
a expresarse así:
Nosotros
queremos contribuir para que se entienda el gobierno del presidente Petro como
un gobierno de democracia social, no un gobierno que se pudiera catalogar de
fracasado Socialismo del Siglo XXI (…) Nosotros no queremos que al gobierno del
presidente Petro lo estigmaticen de neocomunismo.
La
oposición a Petro exige verticalidad y coherencia, porque si no se estructura
inmediatamente un movimiento nacional con voluntad de poder, capaz de recuperar
las gobernaciones y alcaldías el próximo año, la dictadura comunista se
consolidará por término indefinido...
La
respuesta del gobierno a las “manifestaciones constructivas” del CD va desde el
silencio hasta la tergiversación, en agudo contraste con la cordialidad de sus
visitantes.
Si
ese partido persiste en el diálogo de sordos con el petrismo, el electorado lo
repudiará, pero a Colombia no le conviene su desaparición, inevitable si
continúa por la senda del apaciguamiento, el diálogo y la debilidad frente al
arrogante y ascendente demagogo que nos gobierna.