Por Pedro Juan González Carvajal*
No puedo ocultar mi entretenimiento interior al observar
las posturas de cada observador desde su propia tribuna e interés cuando
reacciona ante ciertos acontecimientos, obviamente originados en decisiones, posturas
y comportamientos de algunos personajes e instituciones.
Definitivamente el fervor hacia las personas nace por
afinidad sanguínea, afinidad conceptual, afinidad de cosmovisiones, afinidad de
interés, afinidad de contrincantes o contradictores, o simplemente por llevar
la contraria.
¿Quién tendrá la razón? Pues como es apenas obvio, todos y
nadie, teniendo preeminencia y visibilidad inmediata quienes están ejerciendo
el poder en un momento espacio temporal y tienen mayores posibilidades de expresarse.
Que el presidente Belisario Betancur hace varios decenios
pronunció un discurso poético en la ONU fue digno de admiración por algunos y
de crítica de otros, por no tratar con firmeza los temas que le interesaban a
Colombia, como el de la extradición y el narcotráfico en ese momento (y aún
hoy).
Que el presidente Petro habla claro sobre el tema de las
drogas en la ONU y compara su perjuicio para la salud humana con los efectos
del uso intensivo del carbón y del petróleo (en los ámbitos de humanidad y de
especie), es considerado como valiente y acertado por algunos e ignorante y hasta
incitador al delito por otros.
La mojigatería, la subjetividad, el fariseísmo, la
falsedad, el acomodo, el cinismo, la obsecuencia, el lambetazo, la ignorancia y
la desinformación son adjetivos descalificativos en este caso y reflejan la
imagen que proyectan algunos y algunas con sus estúpidos comentarios.
Hablando de los llamados partidos políticos y movimientos
políticos existentes, la argumentación de que él promovió paros, pues yo
promuevo paros, que a él le gusta el chocolate, pues a mí me gusta la vainilla,
que él criticaba, ahora yo critico, que él opinaba, ahora yo opino, que él no
apoyaba proyectos de ley, pues ahora yo no apoyo proyectos de ley… y así
sucesivamente, evidencia con creces lo que es nuestra zarzuela tragicómica nacional,
por la falta de educación política, por la falta de una verdadera ciudadanía y por
no haber sabido ni haber tenido la voluntad de implementar un verdadero y
pantalonudo sistema de gobierno - oposición para que todo el mundo piense
lo que quiera, actúe como quiera y diga lo que quiera pero sin estar pegado a
los beneficios de la “teta presupuestal”, lo cual evidencia
incoherencia, falta de sindéresis, doble moral, falta de seriedad, irresponsabilidad
y hasta inmadurez y mala educación.
Como dice el refrán, “nadie es monedita de oro para todo
el mundo” y quien asume posturas y para peor, toma decisiones, pues entra
en discusión con relación a cómo otros ven la vida de manera diferente o
quienes ven afectados sus intereses abiertos u ocultos.
Como sostiene Maquiavelo, “No hay nada más
difícil de emprender que tratar de cambiar el orden de cosas, pues se tendrá
como enemigos gratuitos a aquellos quienes se benefician con el orden actual, y
como defensores tibios a quienes no tienen nada que perder”.
Por su parte para Rosseau “La revolución solo puede
ser liderada por ingenuos, soñadores, poetas o tontos, ya que los listos son
realistas, beneficiados directos del sistema actual y no tienen interés en
cambiarlo”.
También Russeau sostiene que “No conozco mayor
enemigo del hombre que el que es amigo de todo el mundo”.
De todas maneras, reconozcamos nuestra enorme capacidad de
crear memes y chistes. Alguien dirá que esta capacidad de expresarnos es uno de
los verdaderos atributos de nuestra multiculturalidad, lo cual puede que sea
válido, ya que al menos actúa como un sedante (para no emplear la palabra o el
sustantivo droga y así no lastimar tantos oídos vírgenes que han aparecido
últimamente) para mantenernos alejados de la realidad, o el mantener una
coexistencia semiconsciente o semiinconsciente con ella.
Sigamos sonriendo y riéndonos por un lado y
encegueciéndonos y envenenándonos por el otro, lo cual en conjunción resultará
en una monumental intolerancia e imbecilidad.
Cuando se llega a conclusiones con respecto a que muchos
desajustes tienen su origen en el ámbito o en la dimensión cultural, el trabajo
al cual nos enfrentamos es de extraordinarias proporciones y nos obliga a que
sea un esfuerzo entre todos y no un reto a asumir de manera individual.
Lo más simple es decir que eso se cura o se remedia a partir
de la educación, lo cual puede ser cierto, siempre y cuando, de manera
preliminar, establezcamos como sociedad, de manera obligatoria las siguientes
premisas: 1. Qué tipo de ciudadano queremos tener y 2. A qué nos vamos a
dedicar en términos económicos como sociedad. Sin tener esto claro, hablar
de una buena educación o de una educación apropiada y pertinente es una
verdadera quimera.
Para que la respuesta sea contundente, recurramos de nuevo
a Rousseau que sentencia: “Un buen padre vale por cien maestros”…
¿De cuál calidad son los padres que hoy educan a sus hijos?