martes, 25 de octubre de 2022

De cara al porvenir: cultura y cortesía empresarial

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

El mundo empresarial cada vez es más dinámico, competido y competitivo.

El fragor de la batalla por el mercado, a partir de la lucha por la supervivencia, el desarrollo y las utilidades no debe convertirnos en unos salvajes, sino que debemos aprender o recuperar la posibilidad de competir con dignidad, decoro y elegancia.

Las nuevas generaciones tienen su propia y particular visión del mundo y de cómo relacionarse con el ambiente laboral, lo cual es respetable y obliga a las empresas a realizar serios ejercicios de carácter empático para poder entender, comprender, respetar y afinar las relaciones con sus colaboradores.

Las nuevas generaciones no tienen dentro de sus perspectivas, en términos generales, una intención de hacer carrera en una empresa. Buscan otras cosas, otros motivadores y, sobre todo, mejores ingresos y posibilidad de movilizarse. Es más, es posible que no deseen estar sujetos a un espacio físico, si no que puedan, gracias a la tecnología, cumplir con sus obligaciones a través de la virtualidad.

Uno de los ejercicios más frecuentes dentro de una empresa es el enganche y el desenganche de personal.

Una premisa por respetar es que se puede ser lo exigente que se quiera sin atentar contra la dignidad de las personas y no cambiar las reglas de juego estipuladas al momento de la vinculación.

Unas reglas mínimas de cortesía deberían permitirle a la empresa contratante el establecer un tiempo mínimo de espera para que el seleccionado, pueda hacer una entrega digna y responsable del cargo en la empresa en la cual está laborando, o situación diferente, de manera inmediata, si está desempleado.

Sin entrar a profundizar en la madurez de las empresas y de los jefes respectivos a su interior, debería ser deseable haber establecido lazos de confianza y respeto tales que el colaborador pueda informar con anticipación acerca de su intención de retirarse, lo cual podría dar un espacio de conversación y por qué no de renegociación de condiciones, de acuerdo con los intereses y capacidades de las partes.

Así mismo, cuando una empresa ha decido dar por terminada una relación laboral de manera unilateral, pues debe cumplir con lo establecido en el respectivo contrato laboral y obviamente cumpliendo todos los requisitos y obligaciones de ley.

Las entrevistas finales o de retiro en cualquiera de los casos sirven como retroalimentación a la empresa para auscultar causas o debilidades que le impidan retener a cierto tipo de personal.

Una vez dentro de la empresa, al nuevo funcionario hay que darle la oportunidad que conozca y reconozca su nuevo espacio laboral. Sin embargo, y usualmente por la premura y la urgencia, inmediatamente traspasa la puerta se le asigna su puesto de trabajo real o virtual y a producir desde ese momento, dejando muy mal parados los denominados “procesos de inducción”.

Empresas que condicionan el enganche de alguien para que inicie labores de un día para otro o en menos de una semana, casi que están coartando la decisión del candidato, quien, por el temor de perder la oportunidad, llega a la otra empresa donde trabaja a decir muy campante: “trabajo hasta hoy, o hasta mañana o hasta unos pocos días hacia adelante”, dejando a la empresa perjudicada pues hay que recibir el puesto de alguna manera.

Que quede claro también, que nadie es imprescindible en una empresa y así como la persona puede retirarse por su propia voluntad, puede ser despedido, se puede enfermar o puede morir… y el mundo sigue andando.

Hablar de un “código de convivencia” o de un “protocolo de respeto para la contratación de personas” entre empresas, puede sonar como adecuado y loable, pero recordemos que todos los códigos de buen gobierno en cualquiera de sus dimensiones y nomenclaturas son útiles mientras exista la voluntad de cumplirlos, si no, solo son escritos de buenas intenciones.

Como decían las abuelas, “hay que dejar las puertas abiertas en todas partes, pues uno no sabe las vueltas que da la vida”.

La cultura organizacional, el clima o ambiente laboral, el nivel de motivación de las personas son tareas arduas que se escriben cada día. Existen hoy, pero quién sabe si existirán mañana, pues ante cualquier circunstancia, es posible que varíen favorable o desfavorablemente.

Lamentablemente no hay sino una única oportunidad para una “primera impresión” y también es muy posible que la imagen final que se deja en una empresa sea no la de los años laborados, sino la manera como se sale de la empresa.

De todas maneras, es deseable que las buenas maneras y la buena educación sean una constante en términos de la relación entre los diferentes tipos de agentes empresariales.