Por José Alvear Sanín*
Siempre se nos dijo que
Colombia era una “tierra estéril para las dictaduras”, porque hasta ahora solo
habíamos padecido dos, la difusa, ejercida esporádicamente a lo largo de varios
períodos, de Tomás Cipriano de Mosquera; y la dictablanda de Rojas Pinilla. Ambas fueron apenas juego de niños en
comparación con la actual, ignara además de lenguaraz y parlera.
A Petro no lo preocupa que
“quien mucho habla, mucho yerra” porque su audaz logorrea sorprende por
su aterradora eficacia.
En los 73 interminables
días que lleva hablando, todo lo que ha dicho es absurdo, tendencioso, pugnaz,
falaz, gratuito, conflictivo, superficial, revanchista y, sobre todo, agresivo.
En realidad, no ha hecho cosa diferente de hablar, equivocándose en lo
conceptual, pero acertando en los resultados fácticos.
En efecto, en estas diez
semanas y media ya ha transformado al país en un narcoestado donde los
homicidios, las masacres y la inseguridad se han disparado. Lo único que no ha
crecido es la economía, dirigida vocalmente por un graduado en esa carrera. Las
dudas sobre la idoneidad profesional de Petro son muchas, pero no pongo en tela
de juicio sus diplomas. Lo que pasa es que cuando aborda esos temas utiliza una
xenoglosia económica, que consiste precisamente en expresarse fluidamente en
una lengua nunca aprendida.
No existe explicación
racional para el desempeño de un “economista” que para mejorar las condiciones
de vida de 50 millones resuelve acabar con la principal industria y mayor
fuente tributaria; desestimular el ahorro y la creación de empleo; paralizar el
mercado inmobiliario y la industria de la construcción (la principal
empleadora); cambiar la agricultura productiva por la regresiva del minifundio,
dizque para convertirnos en potencia agrícola; y así sucesivamente…
Algunos han sugerido una
interpretación psicológica de su conducta. Dicen que lo que Petro busca es la
destrucción del sistema económico y social del país, en obedecimiento
compulsivo de su ideología marxista-leninista y hasta estalinista, y que lo
está logrando a una velocidad asombrosa. Si esto es así, ha acertado
plenamente, porque el país va en caída libre. Del 10% de crecimiento en 2021,
vamos hacia el 2.2% en 2023.
Este monumental retroceso
responde, en parte, a circunstancias de orden global, pero haríamos mal
creyendo el cuento de que los mensajes, explícitos e implícitos, que el Gobierno
colombiano dirige a los agentes económicos, no tienen efectos determinantes de
la pendiente por la que rodamos.
Nuestra devaluación es la
más aguda de la región, y los $ 5.000 son apenas un escalón hacia los $ 6000,
previsibles a corto plazo, porque los operadores están actuando de conformidad
también con las amenazas contra la autonomía del Emisor y el anuncio de
posibles gravámenes a las inversiones transitorias (golondrinas), que permiten
conservar la liquidez cambiaria.
No tienen, pues, razón los
amigos del Gobierno atribuyendo toda la responsabilidad de la devaluación a la
Reserva Federal, o a los Estados Unidos, como propone Petro. Dentro del mismo
contexto continental, el peso chileno, entre enero y noviembre del presente
año, se depreció 15.1 %, mientras nuestro peso perdió 8.3 % desde la elección
presidencial. El real brasileño se recuperó 2 %, y el peso mexicano, 3 %.
Incluso el sol mejoró 0.8 %, quizá por la esperanza de ver la salida del
incapaz de Castillo.
Un alza demagógica y sin
precedentes en el salario mínimo; una reforma tributaria abrumadora, pero cuyo
rendimiento probablemente no será mucho mayor de los 11 billones que gravan la
industria extractiva; un presupuesto inflado astronómicamente; un inevitable y
enorme déficit fiscal; un gasto público desbordado; y la creciente y explicable
fuga de capitales, hacen prever una espiral inflacionaria como no se ha visto
en el medio siglo anterior.
Frente a este panorama
sombrío, un gobierno empeñado en transitar por la senda más errónea, hundiendo
el acelerador a fondo, en lugar de actuar racionalmente, no ofrece ninguna
esperanza.
Los castro comunistas no
caen por sus errores. Mientras más impopulares y equivocados, más porfiados,
como en Cuba y Venezuela, donde a pesar de 63 y 23 años de hambre, miseria y
emigración masiva, siguen tan campantes, sostenidos por la represión y la
corrupción.
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¡Qué envidia de la Gran
Bretaña, donde una inepta cae a las seis semanas!
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¡Como Petro revela que los
males del mundo son ocasionados por USA, habrá que dejar descansar a Uribe, que
antes era el causante de todos ellos!