miércoles, 26 de octubre de 2022

¡Esto es hablando y devaluando!

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Siempre se nos dijo que Colombia era una “tierra estéril para las dictaduras”, porque hasta ahora solo habíamos padecido dos, la difusa, ejercida esporádicamente a lo largo de varios períodos, de Tomás Cipriano de Mosquera; y la dictablanda de Rojas Pinilla. Ambas fueron apenas juego de niños en comparación con la actual, ignara además de lenguaraz y parlera.

A Petro no lo preocupa que “quien mucho habla, mucho yerra” porque su audaz logorrea sorprende por su aterradora eficacia.

En los 73 interminables días que lleva hablando, todo lo que ha dicho es absurdo, tendencioso, pugnaz, falaz, gratuito, conflictivo, superficial, revanchista y, sobre todo, agresivo. En realidad, no ha hecho cosa diferente de hablar, equivocándose en lo conceptual, pero acertando en los resultados fácticos.

En efecto, en estas diez semanas y media ya ha transformado al país en un narcoestado donde los homicidios, las masacres y la inseguridad se han disparado. Lo único que no ha crecido es la economía, dirigida vocalmente por un graduado en esa carrera. Las dudas sobre la idoneidad profesional de Petro son muchas, pero no pongo en tela de juicio sus diplomas. Lo que pasa es que cuando aborda esos temas utiliza una xenoglosia económica, que consiste precisamente en expresarse fluidamente en una lengua nunca aprendida.

No existe explicación racional para el desempeño de un “economista” que para mejorar las condiciones de vida de 50 millones resuelve acabar con la principal industria y mayor fuente tributaria; desestimular el ahorro y la creación de empleo; paralizar el mercado inmobiliario y la industria de la construcción (la principal empleadora); cambiar la agricultura productiva por la regresiva del minifundio, dizque para convertirnos en potencia agrícola; y así sucesivamente…

Algunos han sugerido una interpretación psicológica de su conducta. Dicen que lo que Petro busca es la destrucción del sistema económico y social del país, en obedecimiento compulsivo de su ideología marxista-leninista y hasta estalinista, y que lo está logrando a una velocidad asombrosa. Si esto es así, ha acertado plenamente, porque el país va en caída libre. Del 10% de crecimiento en 2021, vamos hacia el 2.2% en 2023.

Este monumental retroceso responde, en parte, a circunstancias de orden global, pero haríamos mal creyendo el cuento de que los mensajes, explícitos e implícitos, que el Gobierno colombiano dirige a los agentes económicos, no tienen efectos determinantes de la pendiente por la que rodamos.

Nuestra devaluación es la más aguda de la región, y los $ 5.000 son apenas un escalón hacia los $ 6000, previsibles a corto plazo, porque los operadores están actuando de conformidad también con las amenazas contra la autonomía del Emisor y el anuncio de posibles gravámenes a las inversiones transitorias (golondrinas), que permiten conservar la liquidez cambiaria.

No tienen, pues, razón los amigos del Gobierno atribuyendo toda la responsabilidad de la devaluación a la Reserva Federal, o a los Estados Unidos, como propone Petro. Dentro del mismo contexto continental, el peso chileno, entre enero y noviembre del presente año, se depreció 15.1 %, mientras nuestro peso perdió 8.3 % desde la elección presidencial. El real brasileño se recuperó 2 %, y el peso mexicano, 3 %. Incluso el sol mejoró 0.8 %, quizá por la esperanza de ver la salida del incapaz de Castillo.

Un alza demagógica y sin precedentes en el salario mínimo; una reforma tributaria abrumadora, pero cuyo rendimiento probablemente no será mucho mayor de los 11 billones que gravan la industria extractiva; un presupuesto inflado astronómicamente; un inevitable y enorme déficit fiscal; un gasto público desbordado; y la creciente y explicable fuga de capitales, hacen prever una espiral inflacionaria como no se ha visto en el medio siglo anterior.

Frente a este panorama sombrío, un gobierno empeñado en transitar por la senda más errónea, hundiendo el acelerador a fondo, en lugar de actuar racionalmente, no ofrece ninguna esperanza.

Los castro comunistas no caen por sus errores. Mientras más impopulares y equivocados, más porfiados, como en Cuba y Venezuela, donde a pesar de 63 y 23 años de hambre, miseria y emigración masiva, siguen tan campantes, sostenidos por la represión y la corrupción.

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¡Qué envidia de la Gran Bretaña, donde una inepta cae a las seis semanas!

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¡Como Petro revela que los males del mundo son ocasionados por USA, habrá que dejar descansar a Uribe, que antes era el causante de todos ellos!