domingo, 30 de octubre de 2022

Compra de tierras

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.

Gran aviso: se compran tres millones de hectáreas (3.000.000) a Fedegan, para entregarlas a diversas comunidades, para que sean propietarias y mejoren su condición de vida, y se cumplan sus sueños. Sobre esto dirán algunos que es maravilloso, que después de eso no hay nada, que se inició la trasformación del agro y del campesino, aleluya.

Entonces vamos por partes:

*En qué lugares del territorio nacional están ubicadas esas tierras, qué precio tienen, el avaluó será el comercial o el catastral, cuántas hectáreas se entregarán individualmente o se optará por entregarlas a cooperativas agrícolas conformadas por campesinos de la región.

Estas y muchas preguntas más surgen para poder desarrollar esta negociación que tiene un fondo supremamente digno, pero que se debe volver efectivo teniendo un plan estratégico a través del Ministerio de Agricultura, entidad que ya dio la primera alerta cuando la ministra Cecilia López expresó que en estos cuatro (4) años solo se podrán comprar realmente un millón de hectáreas (1.000.000), generando así en el propio partido del gobierno insatisfacción y rechazo. Ese es el problema del país, promesas y promesas incumplidas, primero debieron estructurar el plan de ejecución de compra de tierras, tener presupuesto disponible y proceder.

*Viene a mi mente otra pregunta que es indispensable plantearla: sería mejor que esas tierras (las que se compren) no se adjudiquen a título de venta, sino que se entreguen a título de comodato u otra figura jurídica, para evitar las muertes que pueden ocurrir, por quitarles esas tierras a los que se les adjudiquen, por cuanto ya no tendrían interés en ellas, no sería propietarios y seguirían estando en cabeza del Estado. Tema para pensar, analizar y ser objeto de discusión en el Ministerio y en el Congreso de la República.

*Otro problema más serio, que debe ser objeto de estudio es el que surge de un gran interrogante ¿y el agua qué? Llego a este punto porque un industrial antioqueño, Alberto León Mejía Zuluaga, expresidente de varias compañías, conocedor del agro y la ganadería, en conversación que tuvimos esta semana me dijo que se está actuando muy ligeramente, que la agricultura extensiva y la intensiva requieren fuentes permanentes de agua, que cada árbol, por ejemplo, de naranja, requiere diariamente ser regado y si esta escasea la producción se perdería y las consecuencias económicas serian catastróficas. Además, con gran conocimiento me dijo que no todas las regiones de Colombia tienen permanentemente agua, vienen los veranos, sequias, en fin, condiciones climáticas. Y, sin duda también, hay que considerar el nivel donde estén situadas porque para esa agricultura en escala se requiere mucha agua, hay que montar todo un sistema que se denomina distrito de riegos, que implica inversión e ingeniería, y a través de ellos se suplen “los requerimientos hídricos de los cultivos, con el fin de alcanzar los mejores rendimientos productivos”. Es bueno pensar que existen zonas como “el Caribe, la Andina, y en general las cuencas del país, que están sin agua para riego”.

Adicionalmente debo mencionar que la infraestructura para el manejo de las aguas requiere licencias ambientales, las cuales son demoradas por los estudios que se deben realizar y por consiguiente sin el otorgamiento de licencias no se podrá construir las obras para llevar el agua a las tierras que cambiarán de explotación ganadera a la producción agrícola. Tema complejo y difícil de solucionar.

Me invitó a que estudiara y leyera sobre la problemática que vive hoy California, en la USA, región que es la gran despensa agrícola frutal del mundo y hoy tiene serios problemas derivados de la sequía que se vive, afectando los cultivos y la productividad; la falta de agua los tiene en dificultades. Vale la pena que se motiven y lean sobre este tema y llegarán sin duda alguna a la conclusión evidente: sin agua, no vale la pena la tierra.

El campo requiere tecnología, formación, gente que trabaje y le guste. Hoy no existe mucho de eso, los jóvenes no quieren desempeñarse en el agro, no quieren vivir del campo, piensan en las ciudades porque allí ven nuevas y mejores oportunidades. La mayoría no quiere vivir como sus padres, por ende la transformación debe ser total, desde el cambio de mentalidad de las personas que habitan los municipios, invitar a aquellos que migraron para que se empoderen nuevamente con nuevas tecnologías del campo y se pueda desarrollar un tejido social armónico con empleo, ciencia, tecnología y apoyo estatal.

En conclusión, que el estado compre tierras es bueno para quien la venda, porque hoy los precios de esta no tienen el valor de hace unos años, los ganaderos y finqueros tradicionales no tienen herederos que les guste continuar con la tradición y por consiguiente vender es atractivo. El Estado se debe preocupar por estudiar los lugares geográficos donde comprará tierras, que sean aptas para quien la reciba y produzcan.

En Antioquia el secretario de Agricultura, en tres años que desempeñó el cargo, realizó una gran labor, generando trabajo y desarrollo a través de cooperativas agrícolas. Analicen el tema y se podrá mejorar este asunto de tierras.