Por John Marulanda*
En octubre del
2019, Diosdado Cabello amenazó con una brisita bolivariana que recorrería la
región y que “se convertirá en huracán”. Eran los años de Sebastián Piñera y
los días de la quema del Metro, el saqueo de supermercados, la incineración de
iglesias y la destrucción de instalaciones gubernamentales en Chile. Pero el
rotundo triunfo del Rechazo sobre el Apruebo, ha enviado un refresco de
democracia a los países latinoamericanos como Colombia, que entra al segundo
mes de un primer mandatario procedente de la extrema izquierda y quien se ha
rodeado de personajes con antecedentes pocos claros, con “ignorantas” e
ignorantes. Es parte de su ethos: la ilicitud.
Por supuesto que la
historia en el país austral no ha terminado. Gabriel Boric, quien se abrazó en
Bogotá con Petro el día de la posesión de este, ahora está debilitado por el
resultado de una nueva constitución que consagraba, entre otros conceptos, el
de la unicameralidad, la plurinacionalidad indígena y el derecho al aborto, el
agua y la salud. Una pandemia nunca vista en el mundo moderno, una
inflación histórica del 13 % anual con un crecimiento de casi cero y una crisis
en la seguridad que bordea el 50 %, llevaron a un “voto silencioso” que
floreció inesperadamente en los sectores populares de Santiago.
Chile, el país con
el mejor desempeño macroeconómico de la región, es emblemático. La Constitución
de Pinochet que data de 1980, con por lo menos una veintena de reformas que han
desfigurado la carta original, con el texto actual firmado por el expresidente
Ricardo Lagos quien en 2005 sacó algunos de los puntos más autoritarios y con
una propuesta de la Bachelet (2014 - 2018) que no pudo cuajar, es de todo menos
militarista: no existe hoy en día una constitución pinochetista, como la
mamertada criolla proclama. Al respecto, el pasado lunes antes del mediodía, el
presidente colombiano tuiteó: “Pinochet está vivo en ciertos sectores
políticos de América, en todos aquellos que piensan que hay que eliminar
físicamente a su rival”.
De acuerdo. Pero
primero, hay que recordarle al mandatario su oscuro pasado de la década de los
90, como narcoterrorista del M-19; segundo, lástima que no diga lo mismo de su
amigo Chávez, ni de su sucesor Maduro en Venezuela y tercero, que no olvide que
todo pinochetismo genera violencia.
El caos, la
corrupción y el narcotráfico, integran esta novedosa preocupación
político-delincuencial, violentada por los mapuches de la Araucanía,
Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) que, a principios de agosto, reivindicó un
atentado incendiario contra un bosque en Lumaco. Los extremistas araucos han
realizado 54 ataques en lo que va corrido del 2022. Dicho sea de paso, los
indígenas caucanos en 8 departamentos del suroccidente colombiano ya llevan más
de 48 horas esperando el Esmad para el cumplimiento del ultimátum de 48 horas,
dado por los ministros de Defensa y Agricultura.
Claro que el país
del Sur es muy diferente a este trópico: los mallecos asesinaron a un policía
federal en 1997 mientras el pasado fin de semana, emboscaron y masacraron
vilmente a 7 de nuestros policías en el Huila. Además, Colombia es el primer
productor mundial de cocaína y en Chile solo la trafican y consumen.
En Chile y en
Colombia, lo político y sus instituciones generan desconfianza. No es de
extrañar, entonces, lo que sucedió en el plebiscito del Cono Sur, pues hasta la
izquierda neogranadina, representada por el senador del Pacto Histórico Álex Flórez,
videograbado cuando insultaba a la policía en Cartagena, es un desafuero que le
puede costar muy caro, dada su investidura. Pero aquí, como allá, se difunde a
los mensajeros y no el mensaje.
Finalmente, en
Chile se impuso la sensatez y la cordura, en un país que se aleja de los
extremismos ideológicos, especialmente el de la izquierda plurisexual,
igualitaria, abortaria y ancestral. Con entrevistas con sus presidentes del
Senado, el relevo de 5 de sus ministros más cercanos y la promesa de un acuerdo
nacional, Boric enfrenta este demoledor golpe.