viernes, 23 de septiembre de 2022

Homenaje a dos maestros

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Con 10 días de diferencia fallecieron en Medellín dos gigantes de la educación católica colombiana, ambos expresidentes nacionales de Conaced, ambos religiosos: mujer ella, dominica de la presentación: Camila de La Merced; varón él, lasallista: Álvaro Llano Ruiz.

A juntos los conocí; admiré y aprendí mucho a su lado. De ellos recibí su valioso legado en la conducción del gremio de colegios más grande del país. Fueron líderes inspiradores, apasionados por la educación, echados pa’lante como buenos paisas, simpáticos, alegres, trabajadores incansables, frenteros, creativos, emprendedores. A los dos les tocó sortear tiempos difíciles, pero nunca se amilanaron. Fueron cualificados interlocutores ante los ministros de educación, respetados por su carácter firme y decidido, por nunca ceder en el ideario de la escuela católica. Con ellos, Conaced, la Confederación Nacional Católica de Educación, se posicionó y consolidó como gremio. Con sus acertadas orientaciones tuvimos un norte claro. Las federaciones crecieron y florecieron. Sus carismas religiosos con hondo arraigo educativo los formó para ser verdaderos educadores maestros.

En sus presidencias aprendimos a cantar el himno de la confederación y a orarle a Jesús Maestro. Su contagiosa mística alentaba nuestra misión de educadores. Sus consejos sabios nos ayudaron a hacer las cosas con acierto. Su temple nos animó a no claudicar ante las adversidades propias de nuestras tareas.

En un contexto donde sobran docentes, hay pocos profesores y escasean los maestros; en un país mediocre en sus resultados educativos, donde interesan más los títulos para ascender en el escalafón y ganar más dinero, pero interesa menos poner ese conocimiento al servicio de una educación de calidad; en un ámbito profesional donde el educador no es valorado y su trabajo se considera de tercera, hacen falta referentes como Camila y Álvaro.

Para ser educador se necesita vocación. No es una tarea fácil. No basta tener un cartón de una universidad fru-fru que acredite unos estudios. Se requiere enamorarse de una causa, amar sus estudiantes, contagiar el gusto por los contenidos que se enseñan, tener mucha esperanza en un mundo mejor, combinar magistralmente la exigencia con el afecto, la razón con el co-razón, los necesarios datos con la experiencia. Pero se necesita, sobre todo, ser facilitador para que cada uno de los discípulos encuentre el sentido de su vida y sea plenamente feliz.

Hoy doy gracias al Señor por la vida de estos dos grandes educadores-maestros. Ofrendaron lo mejor de sus vidas a cientos y miles de personas qué hoy los recordamos con cariño y gratitud y les rendimos justo homenaje porque a ejemplo del Maestro dejaron una huella imborrable en nuestra memoria y en nuestro corazón. Gracias Camila, gracias Álvaro.