Por José Leonardo Rincón, S. J.*
No
estamos en Egipto, pero pareciera que sus diez plagas han llegado a nosotros en
nueva presentación:
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La violencia bipartidista de los 50 que desangró nuestros pueblos y campos;
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la pobreza creciente en la mayoría de nuestra población que ha generado una
brecha social infranqueable;
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un deteriorado sistema judicial golpeado por la ineficiencia y la impunidad;
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la salud que no llega a todos y que hay que demandarla judicialmente para que preste
sus servicios;
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el muy bajo nivel académico de la educación básica y media tanto pública como
privada y un acceso limitado a la educación superior;
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desempleo en tasa de dos dígitos o salarios bajos y no siempre cumpliendo con
todas las obligaciones legales laborales;
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narcotráfico floreciente que permeó todas las instituciones lavando con su
dinero fácil y doblegando con el poder de sus fuerzas a buena parte de la
sociedad;
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corrupción generalizada en todos los ámbitos: hay que sacar tajada en todos los
negocios y obtener el porcentaje ineludible del CVY (cómo voy yo);
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grupos guerrilleros diversos que inicialmente buscaron el cambio social y luego
se convirtieron en lucrativos negocios con vacunas, extorsiones y secuestros
para terminar como traficantes de droga;
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grupos paramilitares y de autodefensa que ante el vacío de autoridad del Estado
buscaron defender a la inerme población civil y resultaron siendo delincuentes
de baja estopa, asesinos masacradores, terror de las zonas por ellos
influenciadas con la anuncia de las autoridades que los consideraron sus
mejores socios.
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Politiquería descarada que se mimetiza acorde con el que tiene el poder de
turno y vende sus principios a cambio de prebendas económicas, importándole un
bledo la causa por la cual existen.
Y
ahora, como si todo lo anterior no fuese suficiente: recesión económica. Es
verdad, aún no declarada oficialmente y ojalá no llegásemos a ella, pero que
muestra signos preocupantes agudizados por una pandemia cuyos efectos se
prolongan en el tiempo. Materias primas escasas, escasez de contenedores para
transportar productos; la nefasta guerra que Rusia le declaró a Ucrania,
indudablemente con pretensiones económicas; devaluación de las monedas
nacionales frente a un dólar que se dispara de manera inédita; niveles de inflación
de más de 9 puntos en Estados Unidos que repercuten en todas las latitudes: por
lo pronto aquí en Colombia es aterrador el efecto en la canasta familiar con
incrementos del 50 %, 70 %, 100 % y que directamente golpea a los más pobres de
nuestro país; tasas de interés altas que no lograron frenarla; rendimientos
financieros negativos; incertidumbre generalizada aún dentro los expertos ante
realidades impredecibles.
Grandes
retos deberemos afrontar en los próximos días y meses, ojalá no años. Nos
tocará mirar más allá de nuestras propias narices; nos tocará pensar en grande
y sin egoísmos; nos tocará dejar a un lado las pasiones políticas si queremos
salir adelante pensando en el bien común; nos tocará buscar estrategias de
choque con medidas inicialmente duras pero cuyo positivo efecto pueda verse
luego; nos tocará ser austeros y apretarnos el cinturón a quienes hemos tenido
modo para ser solidarios con quienes ahora estarán en situaciones críticas. Vientos
de recesión se ciernen sobre todos y hay que estar preparados.