Por Andrés de Bedout Jaramillo
Lo que más admiré de mi madre fue su capacidad de
procreación al mejor estilo católico, relaciones sexuales para la procreación
de siete hijos, hoy entre los 57y 69 años. Fueron 12 años para la creación de 7
hijos, con un marido con el que compartió cerca de 30 años. Perdió a su marido
a los 53 años y a su primer hijo a los 85 años.
Fueron 10 años pariendo, 50 manejando un hogar y educando
hijos, viuda más de 30 años y cerca de 10 años con alzhéimer progresivo.
Su fortaleza y carácter lo heredó de su madre Ana Peláez y
de su padre Roberto, apenas lo conoció, murió cuando tenía cerca de 5 años.
Estuvo muy comprometida con nuestro padre Jacques en los
proyectos educativos de sus hijos, del Colegio de Los Benedictinos, del Colegio
Jesús María y del Colegio Cumbres. La formación católica en valores y la educación,
fueron prioridades en su existencia.
Nos enseñó sobre la importancia de la unidad familiar,
siempre andábamos juntos, los 9 cabíamos en el mismo carro, en la misma casa,
salíamos todos juntos a vacacionar, en fin, ahí aprendimos amor de hermanos, tolerancia,
a compartir, a ser responsables, solidarios, estudiosos y trabajadores. También
aprendimos a competir, a ser celosos, reservados, peleadores y muchas otras
cosas aparentemente malas que los humanos interiorizamos para pasarnos la vida
desaprendiéndolas; así es que formamos para vivir. Aprendimos a escoger entre
el bien y el mal. Todos los amigos de sus hijos e hijas la recuerdan con
cariño, aprecio y agradecimiento; en su casa los trató como a sus hijos e
hijas.
Nos separamos muy pocas veces excepto las que podríamos
llamar trágicas separaciones, la primera cuando por cuestiones laborales
nuestros padres y los dos mayores viajaron a Alemania a preparar el terreno
para la llegada de los cinco hijos que quedamos esperando en Medellín. El momento
de reunirnos otra vez fue frustrado por un trágico accidente de nuestros padres
en el exterior, que impidió los planes originales. Superadas las dificultades
nos volvimos a juntar en Medellín. Luego vino la segunda y más difícil
separación, la muerte trágica de nuestro padre hace ya 44 años y
posteriormente, hace cerca de 10 años la muerte súbita de nuestro hermano
Santiago y ahora hace un año la muerte de Nora nuestra madre. Estas tres últimas
separaciones, de por vida, la muerte es la muerte.
Las crisis económicas hicieron parte de nuestra formación,
fueron difíciles, estábamos acostumbrados a que no nos faltara nada y si bien
nunca nos faltó nada, tocó abrocharse muy duro el pantalón y trabajar sin
descanso (sin fecha, ni horario, ni calendario).
Nora, en este primer aniversario de tu partida te quiero
pedir perdón por los momentos difíciles y agradecerte infinitamente todo lo que
hiciste por toda tu familia y tus congéneres.
Son tres los angelitos que tenemos en el Cielo, que siempre
estarán vigilantes para ayudarnos, siempre de la mano de nuestro Señor
Jesucristo.