Por Pedro Juan González Carvajal*
Por fin terminó la bien denominada contienda
electoral y ya tenemos nuevo presidente… ¡Siquiera! Qué espectáculo tan
bochornoso han tenido estas recientes campañas y jornadas electorales donde la
mala educación, la falta de escrúpulos y la falta de propuestas serias fueron
parte del común denominador de todos los precandidatos y de los dos candidatos
que finalmente llegaron a la instancia final.
Es de suponer que, con estos resultados, donde no se ha
apoyado a ningún candidato, sino que se ha jugado, por un lado, con el “contra-Petrismo”
y por el otro lado con el “contra Rodolfismo”, este esquema haya llegado a su
fin y que no nos tengamos que resignar con el ganador que hasta ayer era
contrincante y que desde el día de la elección ha debido comenzar a trabajar en
la cicatrización de las heridas que ha dejado este combate. Que trabaje como
nuestro presidente, el presidente de todos los colombianos sin excepción. ¡Esa
es la democracia!
A un lado –y ojalá hayamos aprendido la lección–, debe
quedar la promoción de la polarización del país que no deja nada positivo ni
nada por rescatar.
Quienes hayan sido agentes de polarización deben buscar
otras opciones de activismo político por el bien de la Patria que tanto dicen
querer y defender.
Ahora es que se deben precisar las propuestas concretas y
las estrategias a llevar a cabo para sacarlas adelante dentro del marco del
respeto por la institucionalidad y de la constitucionalidad vigentes.
Adiós a los lugares comunes y a los discursos políticamente
correctos. Todos esperamos ansiosos los esquemas para recobrar la confianza
general en las instituciones, para erradicar la pobreza, para lograr la equidad,
para alcanzar la justicia social y para desarrollar por fin un Estado de
Derecho donde los principios constitucionales de la participación y de la descentralización
dejen de ser una quimera y se vuelvan por fin una realidad.
“Árbol que nace torcido, jamás su tronco
endereza” dice el pensamiento popular. Ojalá la elección de cuerpos
directivos en el nuevo Congreso y la necesidad del nuevo gobierno por construir
una coalición que le dé algún espacio de gobernabilidad, no se conviertan en los
escenarios que nos lleven de nuevo por los caminos tortuosos y vergonzosos ya
recorridos donde la mermelada, la mantequilla, la grasa o cualquier otro tipo
de pócima, ha sido el detonante preliminar de la corruptela que ha de
acompañar, si este es el caso, al nuevo período de gobierno.
Ojalá los temas que deben manejarse como “asuntos de
Estado”, respaldados en las respectivas “políticas de Estado”, demuestren la
seriedad del nuevo Gobierno. La defensa y el ejercicio de la soberanía nacional,
las relaciones con los países vecinos, la posición integral y coherente con
respecto al tema del narcotráfico, las posturas que se asuman con respecto a
los conflictos internacionales, las estrategias a respaldar y a implementar
para enfrentar el cambio climático y la integración a la economía y al comercio
mundial, serán los hitos que signarán en el tiempo el legado del nuevo gobierno
y la calificación del nuevo gobernante como simple presidente o como estadista.
Ya estamos cerca a transitar por la primera cuarta parte de
este siglo y se requiere de un buen timonel y de una buena tripulación para que
las tormentas y los nubarrones que hoy están presentes o que nos acechan tanto
a nivel planetario como en el ámbito regional y local, no den al traste con las
ilusiones, las expectativas y las esperanzas del pueblo colombiano.
No hay espacio para más frustraciones ni dilaciones. ¡Se
requieren resultados y pronto!
¡Buen viento y buena mar al nuevo gobierno!