Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez*
En su mes valgámonos de la razón para honrar a nuestras
madres, fuente de valores, sacrificio y esperanza. Demos el debido respeto al
origen de nuestras vidas, a las dos madres que todos tenemos, la que nos trajo
a este mundo y la tierra que nos vio nacer libres y nos dio nuestra identidad
como colombianos.
Pensemos hoy en el futuro de las nuevas generaciones
honrando a las madres y a nuestra patria. Reconozcamos que Colombia es el mejor
país del mundo y el único donde podemos convivir en familia y sentir amor por
nuestra tierra, nuestra cultura y estar cerca de nuestros amigos y compañeros.
Los buenos somos más. Se los debemos todos los que hemos sido privilegiados con
salud, trabajo e ingreso, a los compatriotas menos favorecidos.
Colombia ha cambiado mucho dentro de sus posibilidades
económicas como país en vía de desarrollo; hoy el nivel de vida es mucho mejor que
el de hace 25 años. Eso no lo puede contradecir nadie. Y claro, con el
incremento poblacional, también crecen y son más visibles los retos y los
problemas, más aún si nos comparamos con otras naciones ya desarrolladas.
El caso es seguir trabajando unidos y con fe y esperanza
para mejorar, transformándonos en un mejor país. Miremos esto de manera
positiva. Vivimos el momento en que más ha progresado nuestra civilización.
Elijamos en conciencia sin dejarnos equivocar por la dialéctica demagógica
populista detrás de la cual se esconde el yugo destructor del sistema
narco-comunista.
Hoy hay conocimiento abierto al alcance de todos, y gracias
a ello, tenemos la opción de transformarnos positivamente y no caer en procesos
autodestructivos como ha ocurrido con todas las revoluciones que plantea el
populismo internacional desde la era del terror a manos de la degeneración
idealista revolucionaria francesa, la interpretación rusa de Marx y el remedo
latinoamericano e iberoamericano del socialismo del siglo XXI inspirado en Cuba
y perfeccionado en Venezuela.
Dejemos de quejarnos y así aumentar las inevitables
insatisfacciones sociales dando excusas a quienes de manera difamatoria
promueven el caos como forma de llegar al poder. El país debe alejarse de ese
mamerto negativismo morboso, que solo lo lleva a generalizar y hablar de
problemas no de soluciones, pues esa mentalidad es la que le da la ventaja al individualismo
egoísta sobre la unidad colectiva, a las organizaciones criminales y a la
mentira que se esconde tras el discurso resentido con que se está engañando la
base de nuestra gran nación a lo largo y ancho de nuestro hermoso país.
Entendamos bien el valor de tener un gobernante honesto,
demócrata, que se ciñe a lo correcto y a servir. No nos neguemos a valorar los
sacrificios económicos que nos han permitido tener una recuperación tan
destacada. Jamás imaginamos estar de segundos en crecimiento global después de
Israel en ese cuadrito que trae siempre al final la revista The Economist.
Colombia no necesita un éxodo como de nuestro país hermano.
Justo cuando tenemos en nuestras manos la capacidad de transformar este país
como lo hizo Japón, Corea, Singapur, Israel o los Emiratos Árabes Unidos,
¿vamos a tirar todo por la borda y a elegir un guerrillero terrorista resentido
y de conductas personales irregulares?
Colombia no puede seguir descargando toda la
responsabilidad de sus problemas sobre la figura de un presidente. Todos
tenemos que asumir el papel del líder y elegir y respaldar al que mejor nos
represente ante un mundo que tiene los deseos y la franca intención de
apostarle al futuro de Colombia como una de las nuevas posibles potencias
ambiental y energética a nivel mundial.
Fácil es destruir. Ahora es asunto de todos votar por la
libertad, y empezar a trabajar por recuperar el tiempo perdido consintiendo la
delincuencia, y continuar la construcción de un proceso de transformación positiva
que bien lo merece la nación colombiana.
En agricultura como en economía, siempre hay un retardo
entre la siembra y la cosecha, entre las acciones y los resultados. Gracias presidente
Duque, su gobierno tomó desde el primer día las duras medidas que nos
permitieron sobreaguar la pandemia y poder llegar al 2022 sobre la base del
reconocimiento al manejo juicioso de nuestra economía.
Gracias presidente Duque, al igual que lo hizo el
presidente Uribe, usted ha dejado claro con su liderazgo que si queremos algún
día ser una nación culta y civilizada que sepa convivir en armonía, no podemos
negociar con el terrorismo ni desistir en la lucha contra el crimen organizado
en nombre de la legalidad, el emprendimiento social y económico y la equidad
social.
Apoyemos nuestras instituciones empezando por aquellos
soldados y policías que se juegan a diario la vida por proteger la nuestra.
Rechacemos todo aquello que convive con la ilegalidad, la violencia delictiva y
el terrorismo, y sigamos trabajando sin descanso en el difícil camino de la
transformación y el desarrollo.