martes, 24 de mayo de 2022

De cara al porvenir: y el mundo sigue andando

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Sea cual sea el resultado de la próxima contienda electoral por la Presidencia de la República, el sol seguirá saliendo oportunamente, el cambio climático nos irá matando de a poco, los poderes en lo global, lo nacional, lo regional y lo local seguirán en confrontación permanente y continuada, defendiendo sus intereses, la pandemia no se encuentra totalmente controlada y es posible la presencia de un rebrote global.

El nuevo presidente no tendrá mayorías en el Congreso, por lo cual, de nuevo, aparecerá la fórmula de la “mermelada” bajo cualquier otra rebuscada denominación, en la búsqueda de una pretendida gobernabilidad, lo cual, de nuevo, institucionalizará como ha sucedido en casi todos los gobiernos anteriores, la corruptela en el nuevo gobierno.

En Colombia los poderes económicos se acomodarán y/o reacomodarán de acuerdo con su conveniencia, lo mismo que los medios de comunicación.

Los políticos de siempre seguirán dando lora, eso sí, poniendo sus intereses personales por encima de los objetivos generales. Los escándalos seguirán siendo el pan de cada día y volveremos a ver en la pasarela nacional, a algunos que se fueron y que ya comienzan a regresar.

La corrupción seguirá con su ritmo galopante y este narco país seguirá evidenciando la existencia de múltiples poderes paraestatales, donde los territorios pobres seguirán siendo pobres, donde el crecimiento demográfico seguirá su crecimiento lento pero seguro y donde los problemas con los vecinos tienden a agravarse si no se toma el toro por los cachos y no se define una política de Estado para el manejo de las relaciones internacionales, asunto en el que estamos coyunturalmente en desventaja.

Las grandes reformas estructurales, dilatadas por decenios, no se harán o se harán de manera parcial, más para dejar constancia que para resolver los grandes problemas que hoy enfrentamos.

El campo continuará estando relegado y la discriminación hacia nuestros abnegados campesinos seguirá manteniéndolos alejados de muchos de los servicios y beneficios con los cuales se cuenta en las ciudades.

La gente buena seguirá existiendo, pero ante el deterioro económico, político y social, en términos de iniquidad y pobreza, la delincuencia mantendrá un entorno en un estado permanente de zozobra que nos afectará a todos por igual, en el entendido de que la riqueza se seguirá concentrando y el imperio del miedo se seguirá consolidando.

Las marchas o las expresiones de descontento no tendrán por qué dejar de suceder y al nuevo gobierno le corresponderá enfrentar todos los retos imaginados y por imaginar.

De cuando en cuando habrá un feminicidio, un escándalo por abuso contra los niños; los líderes sociales y los reinsertados seguirán cayendo, las minorías continuarán estando en riesgo y nuestra vida seguirá su curso, semejándose cada vez más a una noria que nos mantiene atados a un yugo esclavizante.

Seguiremos expectantes no solo por el ejercicio tan nuestro de la gabinetología para especular quiénes podrían ser nombrados ministros, pasando a un segundo plano mientras no se resuelva el tema del nuevo técnico de la Selección Colombiana de Fútbol, que entre otras cosas seguirá siendo manejada por ese pequeño círculo cerrado de personajes oscuros llenos de enredos y de intereses.

Afortunadamente para el nuevo presidente, sus primeros 100 días estarán relegados del interés del común, pues estaremos pendientes del Mundial de Fútbol a realizarse al finalizar el año y al cual obviamente no iremos.

Alguien con todo derecho dirá que la anterior enumeración de sucesos es muestra de un pesimismo o de un negativismo extremo, lo cual respeto, pero no comparto.

Quienes ya pasamos de los sesenta años, tenemos una visión clara de la dinámica de nuestro país y por eso, si acaso, mantenemos un “optimismo moderado”.

¡Qué más quisiera uno que poder percibir algún síntoma que demuestre que se está equivocado!

Recordemos a Marguerite Yourcenar cuando sentencia que “Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse”.