Por Pedro Juan González Carvajal*
Sea cual sea el resultado de la próxima contienda electoral
por la Presidencia de la República, el sol seguirá saliendo oportunamente, el
cambio climático nos irá matando de a poco, los poderes en lo global, lo
nacional, lo regional y lo local seguirán en confrontación permanente y
continuada, defendiendo sus intereses, la pandemia no se encuentra totalmente
controlada y es posible la presencia de un rebrote global.
El nuevo presidente no tendrá mayorías en el Congreso, por
lo cual, de nuevo, aparecerá la fórmula de la “mermelada” bajo cualquier otra rebuscada
denominación, en la búsqueda de una pretendida gobernabilidad, lo cual, de
nuevo, institucionalizará como ha sucedido en casi todos los gobiernos anteriores,
la corruptela en el nuevo gobierno.
En Colombia los poderes económicos se acomodarán y/o
reacomodarán de acuerdo con su conveniencia, lo mismo que los medios de
comunicación.
Los políticos de siempre seguirán dando lora, eso sí,
poniendo sus intereses personales por encima de los objetivos generales. Los
escándalos seguirán siendo el pan de cada día y volveremos a ver en la pasarela
nacional, a algunos que se fueron y que ya comienzan a regresar.
La corrupción seguirá con su ritmo galopante y este narco
país seguirá evidenciando la existencia de múltiples poderes paraestatales,
donde los territorios pobres seguirán siendo pobres, donde el crecimiento
demográfico seguirá su crecimiento lento pero seguro y donde los problemas con
los vecinos tienden a agravarse si no se toma el toro por los cachos y no se
define una política de Estado para el manejo de las relaciones internacionales,
asunto en el que estamos coyunturalmente en desventaja.
Las grandes reformas estructurales, dilatadas por decenios,
no se harán o se harán de manera parcial, más para dejar constancia que para
resolver los grandes problemas que hoy enfrentamos.
El campo continuará estando relegado y la discriminación hacia
nuestros abnegados campesinos seguirá manteniéndolos alejados de muchos de los servicios
y beneficios con los cuales se cuenta en las ciudades.
La gente buena seguirá existiendo, pero ante el deterioro económico,
político y social, en términos de iniquidad y pobreza, la delincuencia
mantendrá un entorno en un estado permanente de zozobra que nos afectará a
todos por igual, en el entendido de que la riqueza se seguirá concentrando y el
imperio del miedo se seguirá consolidando.
Las marchas o las expresiones de descontento no tendrán por
qué dejar de suceder y al nuevo gobierno le corresponderá enfrentar todos los
retos imaginados y por imaginar.
De cuando en cuando habrá un feminicidio, un escándalo por
abuso contra los niños; los líderes sociales y los reinsertados seguirán
cayendo, las minorías continuarán estando en riesgo y nuestra vida seguirá su
curso, semejándose cada vez más a una noria que nos mantiene atados a un yugo
esclavizante.
Seguiremos expectantes no solo por el ejercicio tan nuestro
de la gabinetología para especular quiénes podrían ser nombrados ministros,
pasando a un segundo plano mientras no se resuelva el tema del nuevo técnico de
la Selección Colombiana de Fútbol, que entre otras cosas seguirá siendo
manejada por ese pequeño círculo cerrado de personajes oscuros llenos de
enredos y de intereses.
Afortunadamente para el nuevo presidente, sus primeros 100
días estarán relegados del interés del común, pues estaremos pendientes del
Mundial de Fútbol a realizarse al finalizar el año y al cual obviamente no
iremos.
Alguien con todo derecho dirá que la anterior enumeración
de sucesos es muestra de un pesimismo o de un negativismo extremo, lo cual respeto,
pero no comparto.
Quienes ya pasamos de los sesenta años, tenemos una visión
clara de la dinámica de nuestro país y por eso, si acaso, mantenemos un “optimismo
moderado”.
¡Qué más quisiera uno que poder percibir algún síntoma que
demuestre que se está equivocado!
Recordemos a Marguerite Yourcenar cuando sentencia que
“Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse”.