martes, 17 de mayo de 2022

De cara al porvenir: ¿qué vamos a hacer con nuestro carbón?

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

En el pódium de los principales productos que configuran nuestra base exportadora, aparece el carbón, y es gracias a este producto que hemos podido sobrevivir con menos sobresalto a los vaivenes del precio del petróleo en el ámbito internacional, en diferentes momentos del tiempo.

El carbón ha sido uno de los principales productos que han acompañado a la humanidad en el último milenio. Primero el carbón de leña que casi acaba con la floresta inglesa y luego el carbón mineral, como elemento de primer orden en los procesos de industrialización, al aparecer los motores y las máquinas a vapor.

La crisis ambiental que sufre el planeta hoy ha obligado de manera tardía a enfrentar con alguna voluntad política este fenómeno que podría llevar a la humanidad a su colapso.

El cambio climático como uno de los principales vectores de la crisis, lleva a enfrentarnos directamente con el uso o no de los combustibles fósiles, dentro de los cuales aparece obviamente el carbón.

Los recientes compromisos por tratar de hacer frente al cambio climático parten de declaraciones y compromisos por parte de los países industrializados para ir disminuyendo paulatinamente el uso de los combustibles fósiles, hablando de puntos de llegada a mediados del presente siglo y para el caso del carbón, se habla y se firman acuerdos para dejar de consumirlo en ciertas regiones del planeta al finalizar el presente decenio, es decir, al 2030.

Como “una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando”, la guerra entre Rusia y Ucrania ha dejado al descubierto la enorme dependencia de muchos de los países dizque poderosos del petróleo y sobre todo del gas ruso, lo que podría llevar a atrasar el cumplimiento de los compromisos pactados con respecto a dejar de usar el carbón en el corto plazo, lo cual evidenciaría, de nuevo, que el corto plazo se impone al largo plazo y que entonces las economías  están por encima de la sostenibilidad del planeta, lo cual muestra lo “cabeciduros y egoístas que somos”.

Para un país subdesarrollado como Colombia, lo anterior podría ser visto como una “buena noticia”, aun cuando el que pierda sea el planeta como un todo, sin olvidar que nosotros los colombianos, también hacemos parte y estamos en ese planeta agonizante.

Sin embargo, es importante que hagamos un detente y pensemos un momento: antes del inicio de la guerra entre Rusia y Croacia ya se conocía la decisión de la Comunidad Europea, de Israel, y aún de China, que son nuestros principales compradores de carbón, de disminuir el volumen de compras hasta llegar a un punto de no trabajar más con carbón.

La pregunta seria es: ¿y quiénes, en este momento, están estudiando en Colombia la manera cómo vamos a reemplazar para nosotros este importantísimo renglón de exportación? ¿El gobierno? ¿Los gremios económicos? ¿La academia?

Que yo sepa, ninguno, lo cual evidencia una vez más el pequeño país al cual pertenecemos y a la mentalidad indolente que nos domina.

Si fuéramos un país serio, que no lo somos, todos los recursos de investigación destinados por Minciencias deberían orientarse a buscar soluciones y alternativas a este problema y todas las instituciones de educación superior deberían estar preocupadas por este asunto de innegable importancia para la sostenibilidad del país.

Lamentablemente, esto no es así y lo más seguro es que ni siquiera tengamos conciencia de la dimensión del problema al cual estamos enfrentados.

¿Con cuáles productos, bienes o servicios vamos a reemplazar y a compensar los miles de millones de dólares que nos genera la exportación de carbón?

¿Cuál va a ser el impacto que sufrirán las comunidades que están asentadas en geografías carboníferas cuyo día a día gira alrededor del carbón?

¿Será que nos tendremos que comer nuestro carbón por falta de previsión?

¡Amanecerá y veremos!