Por Pedro Juan González Carvajal*
“Perder es ganar un poco” dijo
hace algunos años el doctor Francisco Maturana y llovieron las burlas y las
críticas. Ahora, los miembros del equipo de defensa de Colombia ante la Corte
Internacional de La Haya y, para mayor vergüenza, el presidente de la República,
celebran el fallo de dicho organismo como si se tratara de una decisión
favorable para el país. Aunque en tiempos de posverdad nada debería
sorprendernos, resulta lamentable que se pretenda distorsionar la realidad
dando vueltas y vueltas a argumentos y razonamientos peregrinos. Da pena ajena
ver al señor Carlos Gustavo Arrieta haciendo malabares para que los colombianos
pensemos que su labor ante La Haya fue impecable y que se obtuvo un gran
resultado.
Este doloroso asunto en que se perdieron 75.000 kilómetros
cuadrados de aguas y podría perderse un significativo espacio de plataforma
continental, ha estado plagado de desaciertos desde el principio y cuando en
2012 se profirió un fallo desfavorable para el país, como suele suceder, los
responsables históricos pasaron de agache. Decisiones que debieron tomarse
oportunamente cuando Nicaragua presentó su demanda en 1998, no se tomaron y
quedamos sometidos a la decisión de un tribunal internacional, muy respetable,
por cierto, para luego optar por la impresentable posición de no aplicar la
sentencia, lo que en otras palabras se traduce en incumplirla. El nuevo y
reciente fallo del mismo tribunal, aunque se quiera interpretar amañadamente en
otro sentido evidencia las consecuencias del incumplimiento prohijado por
nuestros gobernantes. Qué mal ejemplo incumplir fallos de tribunales legítimos
a cuyas decisiones nos sometimos voluntariamente. ¿Qué diríamos si la sentencia
del 2012 hubiera sido en nuestro favor y Nicaragua la estuviera incumpliendo?
Capítulo aparte merecen las declaraciones de uno de los
candidatos más opcionados para ocupar la Presidencia de la República. No sé si
por convicción, por desconocimiento o por el populismo propio de todas las
campañas, el candidato Federico Gutiérrez manifestó que no negociará con
Nicaragua –como lo recomienda el fallo– porque Colombia es una democracia y
Nicaragua es una dictadura. Qué miopía y qué despropósito. Nicaragua podrá ser
una dictadura, pero es un vecino y con los vecinos hay que coexistir y, si es
del caso como en temas limítrofes, hay que negociar. Si esa es la visión de las
relaciones internacionales del país para el nuevo cuatrienio, se confirma que
todo es susceptible de empeorar.