Por Pedro Juan González Carvajal*
La palabra bellaco ya poco se usa. Aclaro, la palabra,
porque los bellacos siguen y seguirán existiendo y, posiblemente, van en
aumento. Según el diccionario de la RAE, son sinónimos de bellaco, malo y ruin,
y es ruin quien es vil, bajo y despreciable.
Dos sucesos recientes hicieron volver a mi mente esas
palabras. El primero de esos hechos fue
el ocurrido en el Metro de Medellín con una mujer lactante que con toda naturalidad
alimentaba a su bebé, sentada en uno de los vagones del tren (resaltemos, sí,
que posiblemente alguien atento y educado le había cedido el puesto).
Ese hecho normal, natural y francamente hermoso, ocasionó
una airada queja por parte de un ciudadano posiblemente recién llegado por un
agujero de gusano directamente desde el siglo XII, por la “falta de respeto
a los usuarios del sistema Metro”. Este ciudadano se fue lanza en ristre
contra la madre lactante y contra el Metro por ejecutar la una y permitir la
otra, semejante ofensa a la moral. “…lástima del Metro”, concluyó su
enérgico trino. Pero, por fortuna, la sensatez es escasa, pero existe y hay
quienes la practican y el Metro dio una elegante pero contundente respuesta: “Sí,
una lástima…tu comentario”. Igualmente, tranquiliza y da esperanzas, la
reacción generalizada de solidaridad de la ciudadanía para con la madre
lactante y con el Metro de Medellín.
El otro hecho que refleja dramáticamente lo ruin, lo vil,
lo bajo y lo despreciable que puede llegar a ser el ser humano, es el veto por
parte de unos padres de familia de un prestigioso colegio de Medellín a unas
niñas, por el hecho de ser las hijas del suspendido alcalde de Medellín. Si ese
es el ejemplo que estos padres de familia dan a sus hijos son ellos los que
deben ser proscritos del sistema educativo.
Es impresentable que se ataque a unas niñas y se les
pretenda limitar su derecho a la educación por diferencias ideológicas con sus padres,
aunque se sostenga que es una cuestión de principios. Terribles principios los
que soportan semejante acto de exclusión, discriminación e intolerancia. Llama
la atención que la carta por medio de la cual se hace el reclamo al colegio no
aparezca firmada. Qué peligrosa mezcla: bellacos y taimados. Pero bueno,
seguramente aparecerían firmas como Torquemada, Savonarola y algunos otros
grandes defensores de los principios.
(Entre otras cosas, a veces nos preguntamos por qué existen
tantos resentidos… a lo mejor hay explicaciones).
De nuevo, por fortuna, apareció la sensatez de la Señora
Rectora (así, con mayúsculas) para rechazar con toda verticalidad la carta del
grupo de padres de familia y les recordó que los principios de su colegio se
basan en “valores como el respeto, la tolerancia y las actuaciones
democráticas”.
Y, dejemos así. Podríamos tomar otros ejemplos de grandes
bellaquerías nacionales y mundiales, pero con estos dos basta y sobra para
reconocer que la bellaquería sigue al día.