Por Antonio Montoya H.
Bien es cierto que Colombia tiene un gran
respeto por la democracia, que los ciudadanos queremos y protegemos el sistema
de gobierno que lleva 203 años de vigencia, a pesar de las guerras civiles en los
años medianos y finales del siglo IXX, de la violencia cruenta y cruel de
mediados del siglo pasado entre liberales y conservadores, de las guerrillas,
terroristas, bandidos, bandoleros, paramilitares y corruptos, que han tratado
de acabar no solo con las personas, sino con los bienes públicos, el erario y la
naturaleza, convirtiéndose en verdaderos criminales del medio ambiente.
El ejército
de Colombia, ha dado muestras de seriedad, amor por la patria,
responsabilidad, sensatez y entrega en la defensa del país, honor y gloria para
ellos.
Los que han entregado la vida por defender la
democracia son los soldados de Colombia, desde los generales vilmente
asesinados hasta el último de los soldados que vistiendo el uniforme murió en
emboscadas, secuestros, tomas guerrilleras, atentados a los oleoductos, a las ciudades;
ellos sí son los verdaderos salvadores, que entregaron su vida por nosotros y los
que sobrevivieron sufren las consecuencias de las lesiones que las minas y los
ataques aleves que se hicieron contra ellos. Los cobardes se esconden, el ejército
colombiano va de frente.
Tengo el honor de hacer parte del ejército de Colombia
en compañía de otros muchos profesionales antioqueños, que asumimos el reto de
conocer, prepararnos y hacer parte de esta institución nacional. Ascendí hasta
el grado de capitán, de lo cual me
enorgullezco y agradezco a la vida el haber conocido oficiales y suboficiales
que engrandecen su historia.
No se puede aceptar que las viudas, los
huérfanos, los secuestrados que regresaron a la vida después de años de
sufrimiento, no tengan hoy un reconocimiento nacional y una protección adecuada
del Estado, recordándolos a diario y enalteciendo sus vidas.
Sería muy bueno que nos informaran que hay de
la vida de sus herederos, esposas sufridas y luchadoras, cómo viven y quién los
apoya. El Estado debe actuar hoy y siempre protegiendo el recuerdo y honra de
los fallecidos; el soporte de la democracia es el ejército.
Si el ejército nos falla, nadie podrá salvar la
patria.