Por José Alvear Sanín*
La salud de las
democracias depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral.
Todo lo demás es secundario. Si el régimen electoral es acertado, si se ajusta
a la realidad, todo va bien; si no, todo va mal.
—José Ortega y Gasset,
en La rebelión de las masas
Pues bien, nadie, salvo
el cínico registrador nacional, Alexander Vega, puede decir que en Colombia el
fraude es imposible, porque existen numerosos mecanismos para blindar la pureza
del sufragio.
Cuando la propia
Registraduría reconoce que hubo “inconsistencias en 22.255 formularios E-14”
y “posible responsabilidad penal en 5.109 mesas”, es imposible negarle
eficacia a una maquinaria que sumó, tres días después del tal “preconteo”,
390.000 votos, solamente para un político, sin que se hubiera verificado, voto
por voto, el auténtico resultado electoral.
Esos extraños votos del
Pacto Histórico, que nadie ha visto ni contado, aumentaron súbitamente hasta 20
sus curules en el Senado, en detrimento de otros partidos cuyos votos sí son
comprobables.
No se exigió, por culpa
de la mayor parte de los partidos, la repetición completa y pública del escrutinio,
como era necesario en vista de la multitud de hechos extraños en el proceso
comicial. En cambio, bastó por parte de la Registraduría, con reconocer algunas
“inconsistencias y errores” para que fueran aceptados unos resultados
evidentemente trucados en beneficio de un movimiento extremista.
Nadie sabe si los
22.225 formularios E-14 tachados por la Registraduría han sido computados.
Desde luego, deberían haber sido excluidos del cómputo, pero —repito— se ignora
cuál ha sido su destino.
La conclusión
inevitable es que los resultados de 22.225 mesas, por lo menos, son espurios, y
ese número equivale nada menos que al 17 % de las mesas (¿pero son confiables
los datos del 83 % restante?).
Se equivocaron entonces
en materia grave el presidente de la República y la gran mayoría de los
dirigentes políticos al aceptar las cifras del registrador, dando con premura y
sin pruebas como buenos unos resultados nada confiables, en vez de provocar la
salida (y hasta la denuncia penal) del protervo funcionario.
Sus antecedentes
personales, sus viajes, las entrevistas con ciertos candidatos, los amigos, la
destitución masiva de centenares de funcionarios y su reemplazo por vaya usted
a saber quiénes, y sobre todo los contratos de costo astronómico otorgados a proponentes
únicos, estrechamente vinculados con Juan Manuel Santos y con el gobierno
social-comunista español, hacen previsible el fraude más aterrador y sin
recursos viables para su impugnación. Y el carrusel de empleados entre Indra y
la Registraduría…
En las elecciones de
marzo 13 operó, bajo la autoridad electoral, el binomio de Fecode (que copa las
mesas con jurados bien aleccionados) y Disproel (que computa y declara los
“resultados”).
Dizque para corregir
tanta podredumbre en la elección presidencial, se prometen algunos distractores
cosméticos, como inocuas modificaciones en los formatos E-14 y el anuncio de
misiones extranjeras de observación (inútiles, innecesarias y sesgadas), sin
olvidar alguna capacitación para unos cuantos jurados, pero mientras opere ese
mismo torcido binomio, siempre bajo Vega, los resultados nunca serán
confiables.
Basta con algún
algoritmo torcido para que un empate técnico se convierta en triunfo por un estrecho,
pero plausible margen. ¡Con esta “estructura” para el escrutinio, Fico puede
ganar en las urnas y perder en la Registraduría!
Por desgracia, a pesar
de las valerosas denuncias de Andrés Pastrana, Fernando Londoño, Eduardo
Mackenzie y el Foro Atenas, los grandes medios masivos y la mayoría de los
partidos políticos pasan como sobre ascuas por este asunto trascendental y
definitivo para la supervivencia del estado de derecho y la democracia.
Estamos a 31 días de la
primera vuelta presidencial y el registrador Vega está atornillado por los
presidentes de las cortes mamertas que lo eligieron, no habrá selección
confiable de jurados y el cómputo lo harán los cuestionables contratistas.
¿Marchamos vendados
hacia el abismo?
***
Como una candidata
viene prodigando un “abrazo ancestral de amor”, pregunto si ese era el que
daban los vendedores tribales africanos a sus hermanos de raza, antes de
embarcarlos en las naves de los compradores portugueses de esclavos.