viernes, 25 de marzo de 2022

Y la Iglesia, ¡ahí!

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Nuestra Iglesia, entiéndase no solo la institución sino principalmente ese pueblo de Dios que la conforma, ha dado de qué hablar desde su origen. Ayer y hoy es motivo de glorias y también de vergüenzas, de aciertos y errores. Mas sumando y restando siempre está ahí, como se dice, en la jugada de los momentos cruciales de nuestra historia.

Estos tiempos no son la excepción. Tenemos en Francisco un Papa que ha sabido ganarse la admiración y el respeto de los grandes y también del pueblo sencillo. Su liderazgo es indiscutible, así muchos en la propia casa no lo entiendan por esa libertad de espíritu y apertura a los desafíos de un mundo cambiante que le son característicos. El hecho es que de cara al actual conflicto ruso-ucraniano todos los días ha expresado su inconformidad por la guerra absurda y con el envío de dos de sus cardenales quiso manifestar su cercanía a las víctimas de la guerra que no han dejado de ser acompañados por sacerdotes y religiosos que decidieron estar ahí y no salir del país.

Francisco de Roux, presidiendo la Comisión de la Verdad, está precisamente ahí por ser un hombre de paz y un referente ético, sin embargo, ha sido blanco de ataques desde diversos sectores lo que hace prever que el informe que en su momento se presente no le va a gustar a nadie porque, claro, en este país de mentiras la verdad es dura, la verdad duele, cáigale a quien le caiga. Los unos esperan que culpabilicen a los otros y resulta que todos llevan del bulto porque unos y otros le han hecho mucho daño a nuestro país.

Lo ocurrido en la Catedral el pasado domingo solo lo entiendo como un acto de provocación. Los extremos se culpan de ser los autores intelectuales, pero el tiro les salió por la culata porque el comunicado del arzobispado no pudo ser más sensato. Desde la cuestionable decisión de la Corte sobre el aborto, están toreando a la Iglesia para que tome partido sectarista. Y creo que no lo van a lograr, así no falten curas politiqueros que abiertamente y para desconcierto de sus feligreses arenguen para un lado o para otro.

Pero no todo es color de rosa. Los escándalos de pedofilia han enlodado el excelente apostolado realizado por otros muchos, muchos más, que de forma generosa y comprometida han dado lo mejor de sí mismos al servicio de la gente. Sorprende y duele que sean tantos y que den de qué hablar, y sobre todo generalizar, como si esa patología fuese inherente a la vocación sacerdotal. ¡Qué daño han hecho!

Con todo, la Iglesia, nuestra Iglesia, santa y pecadora, seguirá estando ahí, en sus templos y parroquias, en universidades, colegios, hospitales y geriátricos, asistiendo búsquedas espirituales, acogiendo migrantes y desplazados, ofreciendo luces desde centros de pensamiento e investigación, atendiendo las urgencias de los más necesitados a través de bancos de alimentos y obras de asistencia social, acompañando todas las edades y condiciones sociales. Es decir, ejerciendo su carácter católico: para toda raza, lengua, credo, orientación sexual, opción política y condición social. Y la Iglesia, siempre estará ahí.