Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Nuestra Iglesia, entiéndase no solo la
institución sino principalmente ese pueblo de Dios que la conforma, ha dado de
qué hablar desde su origen. Ayer y hoy es motivo de glorias y también de vergüenzas,
de aciertos y errores. Mas sumando y restando siempre está ahí, como se dice, en
la jugada de los momentos cruciales de nuestra historia.
Estos tiempos no son la excepción. Tenemos en
Francisco un Papa que ha sabido ganarse la admiración y el respeto de los
grandes y también del pueblo sencillo. Su liderazgo es indiscutible, así muchos
en la propia casa no lo entiendan por esa libertad de espíritu y apertura a los
desafíos de un mundo cambiante que le son característicos. El hecho es que de
cara al actual conflicto ruso-ucraniano todos los días ha expresado su
inconformidad por la guerra absurda y con el envío de dos de sus cardenales
quiso manifestar su cercanía a las víctimas de la guerra que no han dejado de ser
acompañados por sacerdotes y religiosos que decidieron estar ahí y no salir del
país.
Francisco de Roux, presidiendo la Comisión de
la Verdad, está precisamente ahí por ser un hombre de paz y un referente ético,
sin embargo, ha sido blanco de ataques desde diversos sectores lo que hace
prever que el informe que en su momento se presente no le va a gustar a nadie
porque, claro, en este país de mentiras la verdad es dura, la verdad duele,
cáigale a quien le caiga. Los unos esperan que culpabilicen a los otros y
resulta que todos llevan del bulto porque unos y otros le han hecho mucho daño
a nuestro país.
Lo ocurrido en la Catedral el pasado domingo
solo lo entiendo como un acto de provocación. Los extremos se culpan de ser los
autores intelectuales, pero el tiro les salió por la culata porque el
comunicado del arzobispado no pudo ser más sensato. Desde la cuestionable
decisión de la Corte sobre el aborto, están toreando a la Iglesia para que tome
partido sectarista. Y creo que no lo van a lograr, así no falten curas
politiqueros que abiertamente y para desconcierto de sus feligreses arenguen
para un lado o para otro.
Pero no todo es color de rosa. Los escándalos de
pedofilia han enlodado el excelente apostolado realizado por otros muchos,
muchos más, que de forma generosa y comprometida han dado lo mejor de sí mismos
al servicio de la gente. Sorprende y duele que sean tantos y que den de qué hablar,
y sobre todo generalizar, como si esa patología fuese inherente a la vocación
sacerdotal. ¡Qué daño han hecho!
Con todo, la Iglesia, nuestra Iglesia, santa y
pecadora, seguirá estando ahí, en sus templos y parroquias, en universidades, colegios,
hospitales y geriátricos, asistiendo búsquedas espirituales, acogiendo
migrantes y desplazados, ofreciendo luces desde centros de pensamiento e
investigación, atendiendo las urgencias de los más necesitados a través de
bancos de alimentos y obras de asistencia social, acompañando todas las edades
y condiciones sociales. Es decir, ejerciendo su carácter católico: para toda
raza, lengua, credo, orientación sexual, opción política y condición social. Y
la Iglesia, siempre estará ahí.