Ni más faltaba pretender emular con este
artículo, ni siquiera comentar, a Paulo Freire, quien nos enseñó a los
educadores sobre este asunto. Tampoco a Joao Baptista Libanio quien ofreciera cursos
y libros con unas buenas reflexiones al respecto. Recuerden, mis queridos
lectores, que estos escritos de los viernes que comparto con ustedes NO son
artículos académicos, sino de opinión y, por ende, no poseen rigor científico.
Son solo pensamientos en voz alta sobre el devenir actual que vivimos y para
ofrecer ideas sueltas que susciten, eso sí, reflexiones personales y diálogos,
más de fondo.
En estos días, por ejemplo, me ha estado dando
vueltas en la cabeza este asunto, porque en tiempo de elecciones se nos invita
a votar en conciencia, es decir, con responsable y personal conocimiento de lo
que uno hace. Y ciertamente yo no estaría tan seguro de que obramos así, sino
que nos dejamos llevar de nuestras posiciones subjetivas, apasionadas y
a-críticas, o sea, por la tradición familiar (aquí todos somos de tal o cual), o
por lo que digan las encuestas, por lo que comenta la mayoría (y hay que
subirse en el carro de la victoria), o por lo que dicen los periodistas en los
medios, por el referente moral que tengamos, por lo que la tendencia va
mostrando, por lo que el caudillo político del partido sale a defender… y eso
lo único que evidencia de nuestra parte es falta de madurez política, falta de
conciencia crítica.
Me enseñaron, y estoy felizmente convencido de
ello, que debemos ser auténticos, es decir, ser nosotros mismos, esto es,
pensar por nosotros mismos, hablar por nosotros mismos, actuar por nosotros
mismos y no porque otros, tan queridos y generosos, pretendan hacerlo por
nosotros. Claro que resultaría muy cómodo dejar que otros nos hagan ese favor,
pero me parece absurdo renunciar o endosar a otros algo tan genuinamente
característico del ser humano: su capacidad de pensar y de obrar por cuenta
propia.
En últimas, la conciencia crítica nos invita a
no tragar entero, a cuestionarnos inteligentemente con preguntas, a no dejarnos
llevar como borregos, a usar nuestro cerebro, a no dejarnos manipular.
Esta recta final hacia las elecciones
presidenciales en mayo, van a estar muy candentes, intensas, apasionadas. Ahí
es donde debemos tomar distancia, dudar, cuestionar, preguntar, analizar,
argumentar, debatir con razones y no únicamente con sentimientos. Si me
preocupa la proliferación de “fakes news”, de mentiras descaradas
disfrazadas de verdades, en verdad más me aterra la ingenuidad política, por no
decir atrevida ignorancia, de nuestras grandes mayorías. Esas que finalmente
deciden en las urnas no por razón y convicción personal sino llevadas de la
nariguera por oportunismos de coyuntura y conveniencia o compradas descaradamente
haciéndolas renunciar a su propia autonomía y libertad.
Hay que seguir educando para poseer una
conciencia crítica. No hay opción si queremos que las cosas cambien.