martes, 22 de febrero de 2022

De cara al porvenir: nosotros los humanos

Pedro Juan González Carvajal

Por Pedro Juan González Carvajal*

Nosotros los humanos, los reyes de la creación, somos una especie particular, con rasgos y comportamientos de alto nivel que fácilmente podemos acompañar con posturas irracionales y a veces rastreras.

Una especie como los otros seres vivos, compuesta por una mezcla particular de carbono, nitrógeno, hidrógeno, oxígeno, fósforo y calcio, creamos y destruimos dioses, y no contentos con ello, llevamos la soberbia a su máxima expresión hasta considerarnos sus criaturas preferidas.

Descendientes de los neardenthales, los erectus, los rudolfonsis y los sapiens, nosotros, los sapiens sapiens, somos los únicos seres vivos que llevamos la depredación a su máxima expresión, muchas veces no sabiendo cuidar y respetar a los críos de los propios humanos, y mucho menos cuidando el entorno en el cual vivimos y del cual vivimos y que hoy estamos a punto de llevar al colapso.

Violentos por naturaleza, y la historia así lo demuestra, pues hemos vivido en medio de diferentes tipos de conflictos y de guerras, nos gusta competir por todo y después de triunfar, imponer nuestras condiciones por absurdas que puedan parecer.

Somos seres sociales, que nos gusta convivir y coexistir con otros y somos capaces de organizarnos con figuras que evolucionan como la familia, la tribu, la nación, y alrededor de condiciones como la raza, la religión, la humanidad, la naturaleza y el planeta.

Dominados por las furias interiores y exteriores, cuando somos conscientes de ellas y somos capaces de aplacarlas o de extirparlas, damos rastros innegables de civilización y de cordura.

Egoístas por naturaleza, creamos nuestros propios universos, llenos de situaciones comunes que consideramos exclusivas y que nos permiten sobrevivir de generación en generación. Nada más común y corriente que tener un hijo, pero nada más promocionado y disfrutado como gran suceso. Que el sexo, que el primer diente, que el primer paso, que la primera palabra, que el colegio, que la enfermedad, que el trasegar por la vida, cada uno lo maneja de manera íntima como si fuera cosa excepcional, reconociendo, a medias, que para todos los casos es más o menos lo mismo.

Cualquiera puede ser papá, cualquiera puede ser mamá, cualquiera puede ser hijo o hija y así todas las relaciones posibles. Una cosa son las funciones biológicas y fisiológicas comunes a cada especie y otra la forma como se comportan ante cada una. Se es madre biológica o se es madre formadora o criadora, y ojalá ambas funciones de manera concurrente.

Lo mismo sucede con todos los ciclos cronológicos hasta llegar a la muerte. Que el grado en cualquier área de conocimiento es lo máximo, que el primer trabajo y jefe son excepcionales, que la pareja elegida es única, y así sucesivamente, nos vamos yendo, considerándonos únicos e irrepetibles, lo cual puede ser relativamente cierto. Una cara tiene unos pocos componentes, y no existen dos caras iguales. Tenemos cientos de miles de neuronas, y esto posibilita el que todos pensemos y razonemos distinto.

Muchas de nuestras relaciones son impuestas: no escogemos al papá o a la mamá o a los hermanos. Pero sí tenemos la posibilidad de seleccionar a nuestra pareja o a nuestros amigos.

En medio de una época de cambios como la que estamos viviendo y de los diferentes tipos de turbulencias que esto suscita, es bueno rescatar a Bertolt Brecht cuando dice: “La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.

“Conócete a ti mismo” y de ahí en adelante, pues vamos viendo, como sugeriría nuestro amigo Sócrates.

No quiero todavía darme por vencido y no quiero pensar que el proyecto humano es un proyecto fracasado.