Por John Marulanda*
La lentitud en la toma de decisiones, lo enredado de los
procedimientos, la creciente corrupción y otros desencuentros, han llevado a
que muchos adolescentes y jóvenes, desprecien el entorno democrático que marca
el destino de cada uno de sus países en Latinoamérica. Por supuesto que la
propuesta está a la vista: un gobierno (¿dictatorial?) que agilice los
procedimientos y por, sobre todo, que alimente a los miles de afectados por la
pandemia. Dictadura versus democracia, sería el nombre del juego.
Promesas y encuestas
Las propuestas preelectorales de Petro son dramáticas:
expropiar tierras explotadas por la industria azucarera, “devolverlas a sus
dueños originales”; suspender la explotación petrolera que tanto daño le hace a
la naturaleza; ubicar a Colombia como “potencia mundial de la vida” y otras de
ese talante, hacen pensar seriamente en las perspectivas de un gobierno con
cientos de ignorantones tomando decisiones críticas para el país. Su paso por
la alcaldía de Bogotá es un buen ejemplo de lo que espera a los colombianos.
Hay luz, sin embargo. Una reciente encuesta de un periódico
bogotano a jóvenes entre los 15 y los 35 años, al evaluar su simpatía o
adherencia a diferentes instituciones del país, concluye en un primer puesto
con las Iglesias y un segundo con el ejército.
Pendientes como estamos de la dinámica electoral y
siguiendo el desarrollo de la campaña petrista en Europa, al lado del PSOE, CCOO,
Podemos e Izquierda Unida, creemos que la oleada electoral del exnarco terrorista
no irá más allá de lo que la gran mayoría de los jóvenes responden en las
encuestas. ¿Podrán las Iglesias, separándose de las veleidosas declaraciones
del ensotanado de Cali, marcar un destino democrático y promisorio para la
economía del país? ¿Los militares retirados y en servicio activo, harán una
declaración pública de defensa de la institucionalidad democrática o pasarán al
comando del país?
Sinopetrismo
La discreta relación sinopetrista, surge de comparar el
desencanto juvenil con el régimen, las propuestas de Petro, ya especificadas, y
el proyecto geoestratégico del dragón pekinés. La experiencia China se ve
iluminadora y beneficiosa para unos países que miran desde esta orilla a ese
coloso de más de 1.400 millones de habitantes y el tercero más grande del
mundo. La solución, pues, está a unos 14.900 kilómetros de distancia y a seis
meses de lograrse en la capital neogranadina, si antes, las divisiones de la
derecha y los egos de sus líderes no se unen o alían en un esfuerzo de interés
estratégico nacional.
Mientras esto se da, el Partido Comunista Chino, PCCh,
expone sus “bondades” en un contrato cauto pero vital: el Metro de Bogotá, al
que se agrega la construcción de varias vías fundamentales para el desarrollo
del país, algunas convenientemente ubicadas en Urabá, justo en la frontera sur
del punto articular de la Nueva Ruta de la Seda, que es Panamá.
En Venezuela, la derrota en Barinas el pasado fin de semana
del candidato oficialista, no significa la pérdida del poder de Miraflores,
pero sí un primer paso para desmontar paulatina o rápidamente, aun no lo
sabemos, todo el andamiaje corrupto y de corruptos de Maduro y su cuadrilla. Y
si esto no falla, lo ocurrido a principios del año en la frontera
colombo-venezolana, tendrá una nueva dimensión contrarrevolucionaria y contra
dictatorial que puede proyectarnos a un futuro difícil, pero con un horizonte
cierto y claro. De no suceder así, Barinas quedará en solitario combatiendo un
monstruo comunista que gira alrededor del pensamiento demoledor de un Chávez,
que nunca fue Santo y cuya mención ahora genera repudio. Como Mussolini, Hitler
o Stalin.
Entre China, Petro, Cuba, Venezuela, ahora Perú, Honduras y
Chile, –no olvidemos a Rusia- parece moverse la aguja de la brújula política de
la región.