Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Como si no tuviese ya bastante con la misión
que se me encomendara hace cuatro años, asumo ahora la responsabilidad de ser
el “superior” (así lo llamamos en la Compañía a quien lidera un grupo de
jesuitas) de la comunidad San Pedro Canisio, donde funcionan las dependencias
de nuestra curia provincial. Una adicional y nueva misión. Un nuevo “cargo”, es
decir, una nueva carga.
No vayan a creer que llego aquí por excelsas
virtudes pues no las tengo, sino por la escasez de gente en la que nos
encontramos. Tampoco se trata de un ascenso, como ordinariamente cualquier
mortal imaginaría. Menos aún es una cuota de poder en la repartición que del
mismo hace mi jefe, el superior mayor. Aunque suene romántico, es una ocasión
propicia para servir…
En su mensaje a los discípulos que se codeaban
por los primeros puestos, Jesús les dice que observen cómo los grandes de las
naciones las tiranizan y las oprimen. “No ha de ser así entre ustedes”,
les ordena, para luego rematar con una propuesta decepcionante: el que quiera
ser el primero debe ser el último, haciéndose el servidor de todos. No se está,
pues, para ser servido sino para servir.
Garrafal desinfle para un contexto donde
entendemos exactamente lo contrario. O ustedes creen, para meterle política al
asunto, que, si se entendiera el poder como servicio, ¿habría tantos aspirantes
a la presidencia y al congreso? ¡Ni locos que estuvieran! Lo que sí parecen,
masoquistas, porque alguien con buen juicio y razón, no pelearía tanto por los
dolores de cabeza generados por la cantidad de chicharrones que se va a ganar
en estas lides.
Se aceptan estas responsabilidades con la plena
conciencia de que son exigentes, demandantes. No todo será color de rosa, ni va
a ir sobre ruedas. Los seres humanos somos bastante complejos y casi nada nos
satisface. Por eso es más sabroso estar desde la barrera viendo la corrida y por
eso es tan fácil criticar y dar palo porque bogas o porque no bogas. Nada más
cómodo que no tener estas tareas, o no tener nada qué hacer, porque no hay que
rendir cuentas, ni evaluar gestiones, ni presentar informes, ni atender retos,
ni solucionar problemas.
La autoridad no se da por estos nombramientos,
ni se gana automáticamente en elecciones. Quien manda es quien sirve, quien
está presto a escuchar y atender los clamores y necesidades, quien es capaz de sobreponerse
a sus personales intereses, dispuesto a darse, entregarse sin medida. Ojalá,
teniendo claro el asunto pueda llevarlo a la práctica. Les agradezco me ayuden
a que eso sea posible.