miércoles, 12 de enero de 2022

Pidiendo peras al olmo

José Alvear Sanín
José Alvear Sanín

En la semana que acaba de pasar, el influyente periodista internacional Andrés Oppenheimer expresa su esperanza de que Boric presida un gobierno democrático de izquierda, porque en la campaña este denunció las falsas elecciones en Nicaragua y reconoció el carácter dictatorial de Maduro.

Con el fin de ganar la presidencia, Boric hizo esas manifestaciones, que tienen la misma validez de las medallas al cuello y el catolicismo de Fidel y de Chávez antes de alcanzar el poder… ¡París bien vale una misa!

En fin, la esperanza es lo último que se pierde y hay que agarrarse de cualquier detallito para no contemplar el horror. Así pasa con Chile, donde acaban de elegir a un individuo inestable, desequilibrado, impreparado (¡no fue capaz ni siquiera de ser abogado!), violento, vándalo, con un programa demagógico populista. La principal labor de su gobierno tendrá que ver con la redacción de una nueva Constitución, cuya dirección acaba de caer en manos de una extremista ¡con título de odontóloga, dicen unos, de epidemióloga, dicen otros, o de salubrista, como afirman los demás! ¡Algo así como un hortelano encargado de una unidad de cuidados intensivos!

No se requiere don profético para pensar más bien que la nación austral ha elegido un segundo Allende, que venera al primero, un fanático que hizo de Chile, en su momento, algo similar a la Venezuela del castro-madurismo.

Bueno, esperar algo positivo del inestable personaje que va para La Moneda en marzo es como confiar en el futuro del Perú con el sombrerón analfabeta del Palacio de Pizarro.

El mal ejemplo de Boric y de Castillo ya está dado para Colombia, atemperado por la aparente incapacidad del peruano para gobernar y por el silencio que rodeará a Boric antes de ceñir la banda. En los 60 días que nos separan de las cruciales elecciones para Congreso, la izquierda latinoamericana del Foro de Sao Paulo aparentará ser inocua, para no despertar temores en el electorado colombiano frente a Petro. Si este sube, ya se desencadenará la revolución a escala continental.

Hay que seguir con el simulacro del sonriente senador de “centro-izquierda” al que hay que blanquear, ocultando su pasado estremecedor y el futuro que depara su programa de radical y primitivo leninismo.

El avance hacia el poder absoluto es estratégico, continental e inexorable, camuflado por los medios masivos, mientras una derechita cobarde se opone, balbuciente, a la ofensiva castrista en todos estos países.

En realidad Oppenheimer, como tantos otros ingenuos, está pidiendo peras al olmo si cree que Boric va hacia la social-democracia sueca de un Tage Erlander, por ejemplo, que de lo primero solo tiene el rótulo electoral necesario para desarrollar un capitalismo progresista.

Volvamos a Colombia, donde en la campaña se va a omitir todo lo que sea conflictivo. Los buenos modales van a imperar, porque no se puede incomodar al “honorable senador” con temas tabú, como ha llegado a ser el de Venezuela, ni interrogarlo por su silencio frente a la actuación anterior y actual del ELN y los “grupos residuales organizados” de las “exFarc”, porque él es el respetable candidato de ambas guerrillas, de la narcoindustria y del orondo Secretariado que desde el Capitolio nunca dirá nada sobre la actuación de sus dizque “disidencias”.

Mientras al país no se le haga ver quién es Petro y quiénes están detrás de él, la Colombia Humana” seguirá avanzando, con las crecientes posibilidades electorales para quien es tratado con la más exquisita cortesía, que no merece ese lobo con piel de oveja.

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Tanto Libardo Botero Campuzano como Alfonso Monsalve Solórzano despidieron el año con sendas y bien urdidas novelas. La del primero, “Réquiem por una ilusión”. Batiburrillo de recuerdos de un cándido, recrea su parábola vital en medio de los conflictos del medio siglo político que ha vivido. El segundo hace, con “La Internacional de los Inútiles”, el relato distópico de lo que viene tras la confrontación entre USA y China, en un futuro dominado por la inteligencia artificial y el desempleo masivo planetario. ¡Para ambos, felicitaciones!