Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Soy consciente de que
criticar es muy fácil y que una cosa es ver los toros desde la barrera y otra
estar en el ruedo. Creo que eso le ha pasado a la mayoría de nuestros
políticos. Cuando están en campaña sus promesas colindan con la fantasía, pero
cuando están en el poder chocan estruendosamente con la realidad: la cosa es a
otro precio.
Son tan abiertos y
democráticos para ganar electores, pero tan cerrados y dictatoriales para
manejar ciudadanos. Son tan cercanos al pueblo (viajan en transporte público, comen
fritanga en la plaza, visitan la gente en sus casas, saludan de mano y se toman
fotos con todos) eso cuando quieren sus votos, pero ya en el poder, viajan en
caravanas escoltadas, se vuelven distantes y prepotentes, poder hablar con
ellos se vuelve imposible, se les ve en restaurantes costosos… Así los de
derecha como los de izquierda, todos cortados con la misma tijera. Por eso se
afanan hoy día por volverse de extremo centro, dizque para tomar distancia,
pero en realidad son los mismos con las mismas. Solo han cambiado sus máscaras.
Es un fenómeno generalizado,
pero todos resultan decepcionantes. No ha habido gobernante totalmente exitoso.
Y cuando de pronto temporalmente lo han sido, el poder los enceguece y
corrompe, se casan con él y cuando enviudan se vuelven insoportables.
No voy a hablar del POT
porque ya bastante lora ha dado desde hace rato. Solo me llama la atención que
la alcaldesa hizo exactamente lo que no dejó que otros hicieran. Parece que, al
gobernar una ciudad compleja, cayó en cuenta de que la cosa no es “soplar y
hacer botellas”. Pero donde se pifió del todo es en el manejo de la movilidad. Para
desincentivar el uso del carro particular y promover el transporte masivo, se
inventaron eso del “pico y placa”, Estruendoso fracaso, porque después de
tantos años no tenemos un sistema de transporte masivo solvente y eficiente,
pero tampoco la movilidad ha mejorado con las restricciones a los vehículos
particulares.
El error craso fue pretender
hacer una restricción más rigurosa que la de unas horas al día o unos días a la
semana. Inmediatamente se duplicó el parque automotor, porque la gente decidió
proveerse de un auto con placa diferente, de modo que nunca le faltase
transporte. No se hizo nada. El remedio fue peor que la enfermedad. Paso hace
unos años, y ahora se repetirá la historia, con más fuerza, porque más
agobiante es la necesidad.
Pero la guinda de la
torta se la lleva la hipócrita medida de que, si usted paga, entonces puede
movilizarse. Al fin qué: ¿el problema era de movilidad o era de plata? Porque
si fuera de movilidad por ningún motivo habría esguinces a tan draconianas
medidas. Parece que por la plata baila el perro. Dizque impuesto solidario. No.
Más plática para los bolsillos de los corruptos. Por lo pronto, acuérdense de
mí, si antes esto era caótico, ahora será definitivamente infernal.
Pero ya verán que nos
deparan los populistas de turno: para reír…o ¡llorar!