domingo, 9 de enero de 2022

Pifiados

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Soy consciente de que criticar es muy fácil y que una cosa es ver los toros desde la barrera y otra estar en el ruedo. Creo que eso le ha pasado a la mayoría de nuestros políticos. Cuando están en campaña sus promesas colindan con la fantasía, pero cuando están en el poder chocan estruendosamente con la realidad: la cosa es a otro precio.

Son tan abiertos y democráticos para ganar electores, pero tan cerrados y dictatoriales para manejar ciudadanos. Son tan cercanos al pueblo (viajan en transporte público, comen fritanga en la plaza, visitan la gente en sus casas, saludan de mano y se toman fotos con todos) eso cuando quieren sus votos, pero ya en el poder, viajan en caravanas escoltadas, se vuelven distantes y prepotentes, poder hablar con ellos se vuelve imposible, se les ve en restaurantes costosos… Así los de derecha como los de izquierda, todos cortados con la misma tijera. Por eso se afanan hoy día por volverse de extremo centro, dizque para tomar distancia, pero en realidad son los mismos con las mismas. Solo han cambiado sus máscaras.

Es un fenómeno generalizado, pero todos resultan decepcionantes. No ha habido gobernante totalmente exitoso. Y cuando de pronto temporalmente lo han sido, el poder los enceguece y corrompe, se casan con él y cuando enviudan se vuelven insoportables.

No voy a hablar del POT porque ya bastante lora ha dado desde hace rato. Solo me llama la atención que la alcaldesa hizo exactamente lo que no dejó que otros hicieran. Parece que, al gobernar una ciudad compleja, cayó en cuenta de que la cosa no es “soplar y hacer botellas”. Pero donde se pifió del todo es en el manejo de la movilidad. Para desincentivar el uso del carro particular y promover el transporte masivo, se inventaron eso del “pico y placa”, Estruendoso fracaso, porque después de tantos años no tenemos un sistema de transporte masivo solvente y eficiente, pero tampoco la movilidad ha mejorado con las restricciones a los vehículos particulares.

El error craso fue pretender hacer una restricción más rigurosa que la de unas horas al día o unos días a la semana. Inmediatamente se duplicó el parque automotor, porque la gente decidió proveerse de un auto con placa diferente, de modo que nunca le faltase transporte. No se hizo nada. El remedio fue peor que la enfermedad. Paso hace unos años, y ahora se repetirá la historia, con más fuerza, porque más agobiante es la necesidad.

Pero la guinda de la torta se la lleva la hipócrita medida de que, si usted paga, entonces puede movilizarse. Al fin qué: ¿el problema era de movilidad o era de plata? Porque si fuera de movilidad por ningún motivo habría esguinces a tan draconianas medidas. Parece que por la plata baila el perro. Dizque impuesto solidario. No. Más plática para los bolsillos de los corruptos. Por lo pronto, acuérdense de mí, si antes esto era caótico, ahora será definitivamente infernal.

Pero ya verán que nos deparan los populistas de turno: para reír…o ¡llorar!