martes, 2 de noviembre de 2021

De cara al porvenir: crisis mal solucionadas

Por Pedro Juan González Carvajal*

En el país del Sagrado Corazón, como en todos los países del mundo, periódicamente se presentan crisis y desbarajustes del orden de cosas, con la diferencia que en la mayoría de los países las crisis se enfrentan y se resuelven, mientras que aquí se reconocen parcialmente, se hace un gran despliegue mediático y se manejan temporalmente, pero no se resuelven.

Veamos simplemente algunos ejemplos en diferentes momentos de nuestra historia, con diferentes actores y temáticas:

Al inicio de los años setenta, la crisis de empleo motivó al presidente Misael Pastrana a generar unos incentivos para el impulso del sector construcción con el fin de promover el uso intensivo de mano de obra no calificada, y adicionalmente se creó la figura del UPAC (Unidad de Poder Adquisitivo Constante), con un inicial buen suceso y luego, con enormes efectos inflacionarios y de descompensación de la amortiguación de la deuda por parte de los compradores de vivienda.

Este sistema reemplazó al tradicional esquema de financiación por parte del desaparecido Banco Central Hipotecario, relevado en su momento por las corporaciones de ahorro y vivienda hoy también desaparecidas.

A la fecha, ninguno de los sistemas creados sobrevive, se sigue construyendo vivienda, pero sigue creciendo su déficit.

A inicios de los ochenta, hubo una crisis financiera cuyo detonante fue la cesación de pagos por parte de Financiera Furatena, lo cual desencadenó una cascada de empresas en crisis debido a la proliferación de captación y colocación ilegal.

Aparece en 1985 la figura de FOGAFIN (Fondo de Garantías de Instituciones Financieras) para que sirviera de instrumento de rescate de algunas de las instituciones emproblemadas y se pudiera proteger parte del ahorro de los colombianos. Estrategias anunciadas inicialmente como temporales, como la contribución del 2 por mil que luego pasó al 3 por mil y hoy se consolidó como el 4 por mil, dieron algunos frutos, sin que hasta el momento los colombianos que con nuestros impuestos ayudamos a fondear al FOGAFIN, tengamos algún tipo de rédito por parte de las entidades beneficiadas y rescatadas, cumpliendo con el axioma que dice que “se privatizan las utilidades y se socializan las pérdidas”.

A inicios de los años noventa aparece la llamada Apertura Económica, con un buen espíritu, con una buena intención, pero con muy poca planeación, lo cual llevó a la aceleración de un proceso de desindustrialización que aún hoy continúa con sus nefastos resultados.

Nos abrimos al mundo y perdimos nuestra capacidad de transformación y de producción, desequilibrando de un todo y por todo, hasta el día de hoy, nuestra pobre balanza comercial.

Con la muerte de Pablo Escobar se nos garantizaba la desaparición del narco terrorismo, de la inseguridad y del negocio de las drogas, pero pasó todo lo contrario, pues quiérase que no, él era el único capaz de unir y manejar a los malosos. Aparecen pequeños emprendedores del negocio ilegal, se crean redes urbanas de criminalidad aún hoy no superadas y sigue creciendo el negocio de la droga.

Más recientemente, hace 5 años, se firmó el Acuerdo de Paz con las FARC, y hoy el proceso se salva por el respaldo internacional, más que por el propósito interno de consolidarlo y sacarlo adelante. ¡Qué frustración! ¡Qué cansancio! Vamos viento en popa hacia la deriva y estamos siendo testigos impasibles y cómplices del regreso al pasado.

Queda claro que uno le puede dar comida a la gente, pero no ganas de comer.