martes, 5 de octubre de 2021

De cara al porvenir: obras por emprender

Por Pedro Juan González Carvajal*

Un país lleno de necesidades y de sueños incumplidos, debería darse a la tarea de comenzar de manera sistemática a inventariar y emprender aquellas obras que, por siglos o decenios, estamos a la espera de usufructuar.

Estas obras, se deben hacer por encima de cualquier interés de cualquiera de los múltiples precandidatos que hoy tenemos y deberían ser una carta común de navegación.

Es poco razonable y presentable que no exista una vía de al menos doble calzada continua entre las dos principales ciudades del país: Bogotá y Medellín. No tiene presentación que periódicamente colapse el Puerto de Barranquilla por no contar con un programa permanente de dragado. Hay que esperar a cada invierno fuerte y rezar para que no se rompa el Canal del Dique y volvamos a decir que es necesaria la construcción del Canal de la Mojana para evitar las permanentes y advertidas inundaciones en Sucre.

Qué pena con nuestros hermanos de San Andrés y Providencia, tan manoseados por todos los gobiernos, sin excepción, ya que a estas alturas del partido no cuentan con su apropiada planta de generación eléctrica, ni con su adecuada planta desalinizadora, ni con la ayuda efectiva prometida para su reconstrucción por la afectación del último huracán que pasó por allí.

Qué desfachatez que los gobiernos locales toleren construcciones piratas o invasiones en zonas de alto riesgo.

Qué despropósito que Colombia no tenga una estrategia real para el manejo de las basuras y los residuos de todo tipo.

Es imperdonable que exista una sola escuela pública que no tenga acceso al agua potable y a los servicios básicos.

Debería ser motivo de sanción permanente para el presidente, el gobernador y el alcalde de turno al que se le muera un solo niño por hambre o por desnutrición.

Debe implementarse un plan maestro de conectividad rural alrededor de las veredas y los corregimientos que componen nuestra división político-administrativa rural.

Debe reconstruirse una figura como la del Instituto de Mercadeo Agropecuario, Idema, para garantizar la logística, los precios de sustentación y la posibilidad de que nuestros campesinos tengan una alternativa real y sostenible de producción agropecuaria diferente a la siembra de coca.

Se debe emprender una estrategia continuada para el control de la erosión costera.

Se debe cumplir estrictamente con los planes de mitigación ambiental para las explotaciones mineras formales.

Hay que dar el empujón que sea para reconstruir nuestra red férrea.

Hay que construir al menos un puerto en el Pacífico.

Debe construirse la red de oleoductos y gasoductos necesarias para evitar la circulación de carro tanques y disminuir la probabilidad de desabastecimiento de las principales ciudades por motivos de catástrofes naturales o temas de orden público.

Hay que implementar un plan adecuado de construcción de puertos secos.

No echar al olvido la posibilidad de construir el Canal Atrato Truandó, emplear la órbita geoestacionaria, y desarrollar los puntos triples (lugares donde coinciden más de 2 fronteras) y las puntas de crecimiento (Territorio propio que se introduce en territorio de otro país).

Se debe apuntalar el desarrollo de las ciudades fronterizas.

Sacar del ostracismo a Tumaco, Ciudad Bolívar, Aguablanca, Buenaventura, a los barrios más pobres de cada ciudad capital, al Departamento del Chocó y a todos los departamentos denominados anteriormente como Territorios Nacionales.

Acabar con el mito de la inaccesibilidad por parte del Estado al Catatumbo, a Sumapaz, a ciertos territorios del Arauca, del Bajo Cauca Antioqueño, del corredor Nariño-Cauca-Putumayo y del corredor Meta-Caquetá, entre otros.

Hay que hacer que nuestro territorio continental y marítimo no le quede grande al Estado, como lo denuncia el decir de que “en Colombia hay más territorio que Estado”.