martes, 12 de octubre de 2021

De cara al porvenir: los ríos

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Cuando hablamos de la historia de la humanidad y comenzamos a comprender el proceso de transformación de los hábitos y las costumbres, y pasamos del hombre nómada recolector, al hombre sedentario cultivador y domesticador de animales, estamos evidenciando, entre otros, el proceso de la configuración de los pueblos y las ciudades, inicialmente, al lado de los cauces de los ríos, para garantizar el acceso al agua, a la pesca, a la movilidad y al transporte de productos.

No es por eso gratuito que muchas de las grandes ciudades del hoy se hayan desarrollado al lado de un río importante o en las líneas de costa.

Ejemplos reales los tenemos en Europa con el Sena y el Mosa en Francia, el Rin y el Danubio en Alemania, el Volga, el Pechora y el Dniéper en Rusia, el Tajo, el Guadalquivir, el Ebro, el Loira y el Duero en España, el Támesis en Inglaterra, el Vístula en Polonia, el Ródano en Suiza, el Oder en Checoslovaquia y Polonia, el Tíber, el Arno y el Po en Italia, y el Elba en varios países de Europa, entre otros varios.

En Asia, el Ganges en la India, el Yangtsé, el Amur, el Mekong, el Amarillo y el Brahmaputra en China, el Éufrates en Turquía, Siria e Irán, y el Nilo en Egipto, entre otros tantos.

América no es la excepción: tenemos el Amazonas, el Xingú y el Tocantins en el Brasil, el Misisipi, el Potomac, el Bravo, el Yukón, el Colorado, el Missouri en Los Estados Unidos, La Plata en Argentina, el Paraná en Brasil, Paraguay y Argentina, el Orinoco en Venezuela, y el Magdalena en Colombia, entre muchos otros.

Pero no siempre su influencia ha sido positiva, pues las inundaciones, la sedimentación, las invasiones o el deterioro por ser destino de los desechos de todo tipo producidos por los humanos, muchas veces se han vuelto en contra de los propios humanos.

Estas arterias fluviales representan la vida y el desarrollo. Es por ello que los países deben comprender su importancia y establecer políticas públicas que los consideren como “entes sujetos a tratamiento especial”.

Para un país como Colombia, con parte de su territorio agreste, los ríos se convierten en vías de comunicación naturales, para lo cual, por razones históricas, deberíamos emprender la formulación e implementación de objetivos nacionales como el de la redensificación, para poder sacar provecho de estas ventajas estructurales.

Recordemos que los conquistadores y los colonizadores españoles escogieron los terrenos altos para fundar los primeros poblados, buscando un clima más favorable y semejante a sus condiciones en España.

La fundación de pueblos en las costas aparece como obvia, favoreciendo aquellos lugares con bahías naturales o bahías factibles de construir.

Ante el cambio climático, se hace necesaria la protección de los nacimientos y los cauces de los ríos, así como el establecimiento de diques apropiados para tratar de controlar los desbordamientos en épocas invernales.

La construcción de represas y embalses deben tener sus apropiados esquemas de mitigación del impacto que este tipo de obras producen aguas abajo, con relación al volumen del cauce, la fuerza de la corriente, la población acuícola y la población humana.

Muchos cuerpos de agua se asocian a su relación con ríos, convirtiéndose en verdaderos santuarios de flora y fauna.

La naturaleza nos prodiga sus dones y nosotros, en términos de comportamiento civilizado, y con espíritu consciente de supervivencia, debemos aprender a ser gratos y cuidadosos con sus regalos.