Por José Alvear Sanín*
La mal llamada Comisión de la “Verdad”, formada por un cura
tránsfuga y unos activistas de extrema izquierda, todos muy bien remunerados
por el gobierno, es un mecanismo propagandístico de especial importancia,
porque, siguiendo a Lenin, el partido define lo que es la verdad ahora, mañana
y también con retroactividad. Por eso, en el “Acuerdo Final” se impuso ese
organismo para formar un trípode con el Centro de la Memoria Histórica y la
JEP, con el fin de cambiar la historia y la justicia del país, y lograr el
control ideológico de la sociedad.
Sin embargo, eso se les desarticuló parcialmente con el
nombramiento de un probo historiador profesional para dirigir el Centro de Memoria
Histórica, al cual se ataca diariamente con inaudita virulencia, mientras las
otras dos patas del entramado continúan su labor de demolición de las
instituciones y tergiversación de los hechos.
Ahora bien, el encargo de la Comisión de la Falacia estaba
previsto para estos días del 5° aniversario del desconocimiento de la voluntad
soberana, pero como esa Comisión constituye el embrión del futuro Ministerio de
la Verdad —en el sentido orwelliano—, era necesario lograr su costosa prórroga,
de tal manera que antes de las próximas elecciones para Congreso y Presidencia
pueda inundar al país de propaganda revolucionaria.
No sobra recordar que ese organismo tenía cinco años para
presentar sus conclusiones. Estas ya se conocían desde antes del nombramiento de
sus integrantes: cambiar la historia de Colombia, de tal manera que la
subversión sea considerada como un movimiento heroico y benévolo, siempre
respetuoso de los derechos humanos, en especial de los “retenidos”, a los que
se les ofrecía buena comida y cómoda cama. Todo ello se hacía en defensa de la
infancia y de un pueblo oprimido y masacrado por un gobierno tiránico, perverso
y criminal, formado por los explotadores, los negreros y los traficantes del
dolor humano.
No se requieren dotes especiales para saber de antemano que
el informe final de la Comisión saldrá completo después de las elecciones, pero
oportunas filtraciones previas a ellas producirán efectos demoledores contra
las fuerzas democráticas.
Desde luego esta prórroga, que no ha merecido comentarios
—porque nos han enseñado a aguantar todos los abusos—, está inscrita en el plan
de conquista de los escasos poderes que aún no están en manos de la subversión,
como la mayoría parlamentaria y la Presidencia. Cuando estas caigan vendrá el
cambio del modelo económico y social, que dará al traste con la república y
condenará al pueblo colombiano a igual miseria que la venezolana.
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Si cinco curules regaladas en el Senado y otras tantas en
la Cámara ya desvirtúan gravemente el principio de la democracia representativa
en el poder legislativo, ¿qué diremos de la situación el año entrante, cuando
en la Cámara de Representantes el número de los escaños de la subversión suba
de cinco a veintiuno? Tendrán entonces siempre el poder decisorio en esa corporación.
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Por agradecer con dinero público a algún periódico amigo,
tiene que renunciar y es procesado el canciller Kurz en Austria, mientras los
alcaldes progres en Colombia inundan diariamente los medios con ríos de
mermelada.