Por John Marulanda*
En
el perfumado Palacio de la Paz de La Haya las delegaciones de Nicaragua
y Colombia dan otra vuelta a la manivela que gira el añejo litigio fronterizo entre
los dos países. Viejas discusiones que pueden darnos sorpresas, ahora que la “Caída
de Kabul” irradia incertidumbres globales y Estados Unidos no pasa por su mejor
momento.
El
mar colombiano en el Caribe
El Caribe
es la frontera de seguridad próxima norteamericana y ha sido desde siempre objetivo
geoestratégico de Rusia y otras potencias. Recordemos la crisis de los misiles de
octubre de 1962 y la ostentación de bandera del crucero nuclear Pedro el Grande
y 4 barcos de guerra en el 2008. Hoy, la reconfiguración
del avance de los intereses de China, Rusia, Irán, Turquía y otros países en América
Latina, con una cabeza de playa muy bien establecida en Venezuela y sólidas posiciones
en Nicaragua y Cuba, hace pensar seriamente que cualquier rifirrafe fronterizo marítimo
entre el país de Ortega y el gobierno colombiano, puede escalar a un incidente que
obligue a Washington a involucrarse y entonces se arme un bochinche mayor. El triángulo,
¿eje?, Managua - La Habana - Caracas, aupado por Rusia, puede provocar un embrollo
aeronaval. Además, mientras Estados Unidos se lame la herida de Afganistán
y trata de reordenar su casa, AMLO cargará a favor del triángulo mencionado cualquiera
que sea la situación.
“¿Peligra
la Plataforma continental colombiana?”, se preguntó el mayor de la Reserva Activa,
Ramiro Zambrano Cárdenas, exveterano diplomático, presidente de la Academia Colombiana
de Historia Militar y miembro de la Asociación Colombiana de Oficiales de las Fuerzas
Militares en Retiro, Acore, en un interesante conversatorio este miércoles 22. Sus
conclusiones fueron poco tranquilizadoras. Ya se perdieron 75 mil
kilómetros de mar (95 mil según el gobierno sandinista), a pesar
de que “la
soberanía la defendemos hasta la muerte y hasta el último centímetro" como proclamó Santos, en San Andrés, en 2015, y que
“defenderemos los intereses de Colombia en La Haya”, según dijo
Duque desde España. Los jueces de La Haya pueden estar pensando otra cosa y desafortunadamente,
la historia ha sido inclemente con pacifistas alborotados y con ingenuos.
Advertencias
geoestratégicas
Desde
1983, el general Alberto Ruiz Novoa,
excomandante del Ejército y para ese año presidente de Acore, escribió en el Boletín
número 118 de la Sociedad Geográfica de Colombia: “En sus pretensiones, Nicaragua contará con el apoyo de Cuba y Venezuela
(..) Es decir, que Colombia, en un momento determinado se verá obligada a atender
tanto el frente nicaragüense como el venezolano, con las previsibles consecuencias
de pérdida de su territorio”. Y hace 38
años, el mayor general Gustavo Berrío Muñoz, también en la
Sociedad geográfica, anotó: “(…) Se ve claro
pues que Colombia puede verse abocada en un determinado momento a atender a dos
frentes; Venezuela y Nicaragua”. Chávez y el socialismo del siglo 21, no actuaban
en el juego.
En noviembre
de 2013, el almirante Vladimir Ruban declaró desde el muelle de un navío de guerra
ruso anclado en el puerto de Corinto: “Apoyaremos
a Nicaragua si se desata un enfrentamiento armado”. Su Embajada desmintió al
militar, aclarando que “…no habrá quien consiga
sembrar una sombra de duda en los sentimientos de franqueza, amistad y mutuo entendimiento
propio de las relaciones de Rusia y Colombia”. Desde ese entonces las violaciones
del espacio aéreo por aviones militares y de inteligencia rusos, la expulsión de
espías de ese país y el permanente merodeo de soldados rusos en territorio venezolano
fronterizo, son señales inequívocas de una activa presencia del Kremlin en la región.
Recientemente Moscú intervino en las Naciones Unidas a favor de un diálogo con el
ELN y hace pocos días expresó repetidamente su interés particular en el caso Alex
Saab. Rusia, Venezuela, Cuba, ELN: no se necesita ser muy experto para entender
ese vínculo. Colombia, además de errático en
el proceso litigioso, carece de las capacidades disuasivas estratégicas para garantizar
la integridad del país que, de acuerdo con la novela ucrónica de Nicolás Martínez
el “El archivo Cóndor”, puede sumirse en un catastrófico Plan B, orquestado por los enemigos de
su débil democracia.