Por Antonio Montoya H.*
Nuevamente se produce un fallo que divide al
país, al tumbar una reforma que pretendía imponer penas de cadena perpetua a
violadores y asesinos de niños, niñas y adolescentes. Acto legislativo 01 de
2020, que fue firmado por el presidente en julio del mismo año.
Pero como siempre ocurre en este y en otros
múltiples casos, hay quienes consideraron que dicha norma es violatoria de la
Constitución, se demandó la ley y después de los análisis y debates respectivos
el fallo proferido por la sala plena de la Corte Constitucional, con una
votación de seis a favor de tumbarla y tres a favor de la constitucionalidad de
la misma, se dio nuevamente al traste con evitar que, por medio de una condena
a cadena perpetua, salga el depredador y repita la conducta, asesinando y
violando al primer niño que aparezca en su camino.
Dice en algunos que “la cadena perpetua
puede constituir una pena cruel, que no protege a los menores” argumento
que no tiene relevancia por cuanto es un hecho evidente que, con las leyes
penales no se protege a la víctima, se castiga es al autor del acto criminal. El
delito fue cometido y la consecuencia es la violación o la muerte. Estos
sujetos no se mejoran, su conducta será reprimida en la cárcel, pero salen y
casi que inmediatamente se repite la conducta depredadora; solo piensan en
satisfacer su necesidad y por ello, vemos permanentemente como los crímenes
suceden nuevamente cuando los jueces, después de pagar unos años de condena,
les otorgan casa por cárcel y luego no queda sino lamentaciones y golpes de
pecho.
También dicen otros juristas que la cadena
perpetua atenta contra los derechos fundamentales y se viola el principio de la
dignidad humana. Así se sustituyó la Constitución.
Se dan argumentos de lado y lado, todos ellos
basados en la Constitución Nacional; hablan los que se oponen a la cadena
perpetua, en que esta no permite la resocialización del delincuente. Es deber
del Estado garantizar los medios para lograr que los reclusos se reintegren a
la sociedad, afirmación que en teoría debe ser así, pero es que todos los
delitos no son iguales, hay unos tipos de delito que son de mayor intensidad,
lesionan la dignidad humana, la autoestima de la víctima cuando no es
asesinada, su valía y se afecta el desarrollo de su vida por lo cruento del
acto criminal. Por ello, no se puede comparar con delitos menores robos,
hurtos, en fin, aquellos en que la víctima pierde objetos de valor, pero no hay
afrenta contra su vida.
Otros dicen que no es una medida idónea para
asegurar la protección de los menores, lo cual es lógico porque el delito se
consumó; cuando se violó y asesinó, ya el menor y su familia, o por quien lo
tenia a su cargo, no fue protegido por el Estado, por lo cual es un argumento
sin fundamento, y ¿si no se castiga al delincuente, entonces quién lo hará?
En la actualidad hay unas mil seiscientas
cincuenta y cinco personas detenidas por delitos sexuales. Qué pasará cuando
todos estén en la calle, quién podrá hacer seguimiento a sus acciones. Afortunadamente
no salen al mismo tiempo porque sería el caos de ser así.
Alguien me podrá decir si el conocido Garabito,
será una persona de confianza para dejarlo al lado de los niños el día que
salga de su detención, pues la respuesta es no, seria un riesgo inminente para
que nuevamente acceda carnalmente a quien se le atraviese, dicen que esta
convertido, no lo creo.
Todo este asunto de la cadena perpetua no fue promovido
solamente por el presidente Duque. De mucho tiempo atrás senadoras y
representantes, movidas por el clamor social venían pretendiendo que se lograra
una reforma y se permitiera en estos casos la cadena perpetua, pero, no fue
posible. Nuevamente la Corte falla a espaldas de la realidad, de ese clamor de
mayor justicia para los delincuentes, otra frustración y un dolor más para los
padres y familiares de las víctimas de estos depredadores.
Todo esto tiene que cambiar, hay que tener más
lógica en los fallos, menos teoría y más efectividad para proteger a la
sociedad, no ya a las víctimas, sino a miles de niños y niñas ingenuos que caen
en las garras de estos verdaderos criminales.