Por Pedro Juan González Carvajal*
En diferentes ámbitos de la vida diaria existen
una serie de normas absurdas y arbitrarias que se convierten en parte del
paisaje y se asumen como normales, hasta cuando tales normas nos impactan
negativamente. En esta oportunidad es el Atlético Nacional, ya que algunos de
sus jugadores y sus hinchas quienes padecemos en carne propia tal situación.
A lo largo de la historia la organización que
rige el fútbol en el planeta, la FIFA, ha generado un marco normativo propio
con el que pretendieron blindarse frente a las normas de los diferentes países
afiliados. Por ejemplo, durante muchos años se burlaron de las normas laborales
y generaron una nueva modalidad de esclavismo. En Colombia es emblemático el
caso de Nelson Gallego a quien el dueño de un equipo, el señor Gabriel Camargo
Salamanca, bloqueó para el deporte: no lo dejaba jugar en el Tolima ni permitía
su transferencia a otro club, truncando así la carrera de un buen jugador. Frente
a esto, no existían caminos legales a los que se pudiera acudir.
Por fortuna, en Europa, en un caso similar, la
justicia ordinaria, a través del Tribunal de Justicia de la Unión Europea,
profirió en el año de 1995 una célebre sentencia en favor del futbolista belga
Jean-Marc Bosman; reconoció la libertad deportiva de este jugador y, como
consecuencia, obligó al cambio de las normas de la UEFA y de la FIFA. Es
importante tener en cuenta que frente a la decisión de la justicia ordinaria
ninguna federación y ningún club fueron desafiliados de la FIFA y, a las
autoridades futboleras, no les quedó más camino que acatar la decisión.
En estos momentos Atlético Nacional recorre un
tortuoso camino que, finalmente, lo más seguro es que se resuelva con dinero,
pero hay un grupo de futbolistas a quienes no se les está permitiendo
desempeñar su oficio, se les impide hacer lo que saben hacer. Aunque se les
pague su quincena, se les está cercenando su derecho al ejercicio de una profesión.
Y es allí donde aparecen las normas
arbitrarias. Si Atlético Nacional firmó un contrato con Cortuluá y se dejó
incluir una cláusula leonina, pues que asuma las consecuencias y que ataque la
validez de dicha cláusula o que pague. Así como en el juego del fútbol los
errores se pagan con goles, en el mundo de los negocios los errores se pagan
con plata. Pero otra cosa es que unos futbolistas debidamente contratados no
puedan ser inscritos y por lo tanto no puedan ejercer su profesión de manera
digna. Allí es donde aparece la arbitrariedad al vincular a terceros en el
problema entre dos instituciones. Es injusto que se señale a Fernando Uribe
como culpable de lo que pasa, él no tiene nada que ver, pero Dorlan Pabón,
Felipe Aguilar y sus compañeros bloqueados, tampoco tienen nada que ver.
Se dirá que esas son las normas internas de la Federación
Colombiana de Fútbol y de la Dimayor, y que todos los clubes que las aprobaron
deben acatarlas. Eso suena bien, pero no es verdad: la normativa interna de una
institución puede ir más allá de la ley, pero nunca en contra de ella y, mucho
menos, en contra de normas constitucionales.
Esas normas internas arbitrarias que han sido
tradicionales en el mundo del fútbol, prohijadas por la FIFA, han tenido un
trasfondo perverso: generar una pretendida inmunidad, pero no la han logrado:
Blatter y Platiní fueron condenados penalmente, como lo fue en nuestro medio el
señor Luis Bedoya y, quién sabe, el señor Ramón Jesurum puede correr la misma
suerte pues está sub judice por el ilegítimo manejo de la boletería para el
mundial de Rusia, en otras palabras por ser un vulgar revendedor de boletas.
Hasta ahora todos los fallos en las acciones
judiciales intentadas por los jugadores y por Nacional han sido adversos, pero
aún quedan por resolver apelaciones y eventuales revisiones ante la Corte
Constitucional. Qué bueno que la rama judicial colombiana marcara un hito, como
lo hizo el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en 1995, para promover el
cambio de normas arbitrarias en el mundo del fútbol.
Por ahora, una propuesta: si definitivamente las
decisiones son negativas, Nacional podría darse la pela durante un semestre,
afrontando lo que resta del campeonato con juveniles y, con su nómina básica,
incluidos los refuerzos contratados, emprender una gran gira internacional para
mostrar a sus jugadores internacionalmente y, de paso, conseguir los recursos
para pagar al Cortuluá. Ah, y, además, no prestar jugadores a la selección Colombia.
Qué pena con el profesor Rueda, pero, a veces, toca.
NOTA:
Afortunadamente esta situación, ya fue superada.