Pedro Juan González Carvajal*
Cuando en Colombia el tema de la corrupción nos
abruma, es bueno rescatar del olvido de la historia a un humilde soldado que
dio muestras de buen comportamiento en pleno campo de batalla, cuando el líder
del bando enemigo trató de sobornarlo para que no lo apresara y lo dejara
escapar, acción que, de manera honesta, no realizó.
Pedro Pascasio
Martínez Rojas nació en Belén, el 20 de octubre de 1807, y murió
allí mismo, el 24 de marzo de 1880. Fue un soldado preadolescente neogranadino que
participó en la Campaña
Libertadora de la Nueva Granada cuando tenía 11 años. Estuvo en las decisivas
batallas del Pantano de Vargas y del Puente de Boyacá, en la cual, luego de la
derrota de las tropas realistas, junto a otro soldado conocido como el Negrito
José, dio captura al comandante del ejército enemigo, José María Barreiro.
En la noche del 7 de agosto de
1819, luego de la derrota de las tropas españolas en la batalla de Boyacá, el
comandante del ejército español José María Barreiro se ocultó junto a otro
oficial bajo unas rocas en inmediaciones al río Teatinos. En este lugar fue
descubierto por Martínez y su compañero de misión, el Negrito José. El Negrito
José sacó de acción al compañero de Barreiro. El oficial sorprendido por la
actitud de los niños les ofreció una bolsa con monedas de oro para que lo
dejaran huir, pero Pedro Pascasio lo rechazó diciendo: "Ni todo el
dinero del mundo podrá comprar la libertad de una nación" y lo llevaron
prisionero ante el libertador Simón Bolívar.
Por esta captura fue
compensado con la suma de cien pesos y ascendido a sargento por Bolívar. Tras
culminar la Guerra de Independencia, fue retirado del ejército y permaneció en
Belén a espera de su pensión, que nunca recibió; desempeñó los oficios de
leñador y carguero hasta su muerte. En 1880, el Congreso de Colombia por medio
de la ley 93 reconoció su hazaña y le asignó una pensión de un peso, la cual
recibió en una sola oportunidad.
El tema de la corrupción no es
solo un tema de Colombia, sino de todo el planeta.
Sin embargo, lo que nos ocupa
es Colombia, y ahí tenemos que ser claros: el proceso de formación que hoy le
estamos dando a los niños, a los jóvenes y a los adultos, muy sencillamente no
está funcionando.
Y es un problema que nos atañe
y nos vincula a todos, desde los padres de familia, la familia, el entorno
barrial, el entorno académico, el entorno empresarial y el entorno de lo
público.
A grandes males, grandes
remedios. Sin entrar a justificar, debemos generar condiciones de vida dignas a
las personas en términos de equidad democrática, para que todos tengamos las
mismas posibilidades y entonces no estemos propiciando la exclusión, en todas
sus formas, y la intolerancia.
En el corto plazo, hay que
definir una estrategia correctiva y preventiva: ¿Cárcel?, ¿pena de muerte?, ¿extinción
de dominio de todos los bienes?, ¿cadena perpetua?, ¿trabajos forzados por 50
años?, ¿otros?, ¿cuáles?
Todo lo anterior acompañado de
una campaña publicitaria y comunicacional invitando a respetar el recurso
público y los recursos privados, y a que no seamos delincuentes ni cómplices
pasivos o activos.
En el mediano plazo una
estrategia de prevención con penalización para todos los vinculados y un
reforzamiento de la capacidad efectiva de operación de los órganos de control
económicos, legales y políticos.
Establecer un control y
seguimiento exhaustivo a todos los contratos estatales de todos los niveles.
Solicitar a los gremios
económicos sectoriales y subsectoriales, a las universidades y a las
asociaciones profesionales que se vinculen a la campaña nacional contra la
corrupción haciendo seguimiento de sus afiliados y egresados, y expulsando y
vetando a quien sea declarado culpable, retirándoles además la tarjeta
profesional y prohibiéndoles trabajar y contratar con el Estado el resto de la
vida.
Al funcionario público,
cerrándole las puertas de por vida para trabajar y contratar con el Estado.
En el largo plazo, un proceso
educativo-formativo que reivindique el buen comportamiento ciudadano, la
honestidad y el respeto por la legalidad y los principios éticos a todos los
niveles.
Generar una especie de
concurso nacional para que quien como contratista entregue las obras y
servicios cumpliendo o bajando el presupuesto asignado y el cronograma
establecido, con los máximos de calidad posibles, sea reconocido y exaltado
como ejemplo a seguir.
Es una tarea de todos. No nos
puede quedar grande la grandeza. Tenemos que comportarnos como seres
civilizados. ¿Será mucho pedir?