Por José Alvear Sanín*
Ominosa la semana que ha pasado:
1. A
medida que se conocen los antecedentes terroristas de los ministros del
sombrerón, aumenta el pánico económico en el Perú.
2. Impelida
por Biden, la oposición tira la toalla en Venezuela.
3. En
México, las ceremonias indigenistas de tergiversación de la historia alcanzan
un nuevo paroxismo, con Amlo a la cabeza.
4. La
encuesta Invamer-Gallup nos presenta un Petro invencible en segunda vuelta.
5. La
señora Pachón se coloca en pole position
para colaborar con Petro
La actitud de la intrigante viuda indica la
tónica de una clase política que responde siempre a la pregunta de ¿Quiénes
vamos ganando?
El viento de la resignación se extiende por
doquier. El partido del apoyo irrestricto oscila entre la conformidad y la
murmuración, pero en esa agrupación ya predomina la aceptación, como un hecho
incontrovertible, de que el Acuerdo Final y la JEP son componentes
inmodificables y obligatorios de la “Constitución”. Resignados al status quo,
postergan la escogencia del candidato presidencial hasta marzo 2022, cuando ya
no sea posible cosa distinta de presencia simbólica en las elecciones de la
primera vuelta en mayo de ese año.
Como el CD tiene excelentes precandidatos que
prácticamente no registran en las encuestas, esa posición es, hasta cierto
punto, políticamente correcta.
La segunda vuelta es un mecanismo razonable en
cuanto hace posible la reflexión de último minuto del electorado, pero no es
garantía de éxito para el candidato moderado frente al extremista. Salvó al
Ecuador, pero no funcionó en Perú. El resultado es aleatorio y desde ahora no
puede aceptarse la idea de que quien quede de segundo salvará inexorablemente
al país, de Petro, en junio 2022.
Actualmente el poder está mayoritariamente en
manos de la izquierda revolucionaria: la justicia, la educación, los medios
masivos. Los jurados de votación los pone Fecode. El cómputo electoral lo hace
una empresa santista… Y como si todo eso fuera poco, la JEP y la Comisión de la
“Verdad” ya entraron, con sendos y bien publicitados espectáculos, a intervenir
en la contienda. La primera da la sensación de imparcialidad cuando reconoce 18
000 niños secuestrados, para luego absolver a los plagiarios; y la segunda,
prorrogará su mandato, para arrojar continuamente lodo, de aquí a las
elecciones, contra las fuerzas democráticas.
Lo anterior explica el derrotismo y la
componenda con Petro, pero los acomodaticios olvidan que pasados unos pocos
meses les llegará el triste y fatal destino que experimentan todos los
moderados, desde los girondinos, cuando las palomas colaboran con los halcones,
cuervos y gallinazos.
El país no puede entregarse al socialismo del
siglo xxi, así no más.
Colombia espera a quien se resuelva a dar el
grito de independencia, resistencia y recuperación, que encontrará respuesta en
millones de patriotas.
La lucha que nos espera es heroica, difícil,
definitiva, y habrá que darla —aconsejaba Mariano Ospina Hernández en momentos
decisivos— “con el gobierno, sin el gobierno o contra el gobierno”: o
¡con los partidos, sin ellos o contra ellos!
***
¡De aquí a marzo, nos quedan 178 días!