martes, 10 de agosto de 2021

De cara al porvenir: el metaverso

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Se dice que el metaverso es el universo paralelo construido de manera virtual y que hoy recibe gran acogida debido a los últimos desarrollos computacionales, informáticos y de comunicaciones.

Zuckerberg define el metaverso como “Un entorno virtual donde puedes estar presente con personas en espacios digitales. Puede pensar en esto como Internet incorporado en lugar de simplemente mirar. Creemos que será el sucesor del Internet móvil”.

De igual manera, la línea que separa lo real de lo virtual se hace cada vez más delgada.

Se abren nuevas e inmensas posibilidades ante este nuevo desafío tecnológico, pero lo que personalmente más me inquieta es que seguimos construyendo posibilidades enormes sin que todavía hayamos ayudado a resolver los problemas y las necesidades básicas que afectan a la mayor parte de la población, pareciendo que la realidad tecnológica en sí misma fuera un universo paralelo a la que no le interesa ni le importa lo que pasa a su alrededor.

El tema demográfico se interpone entre los buenos augurios tecnológicos y su verdadero impacto en la construcción de bienestar colectivo, lo cual hace que la tecnología se esté convirtiendo hoy en un instrumento de exclusión.

Y no es que para consolarnos sea suficiente con los anuncios y aún con el incremento de la cobertura y el acceso a la tecnología, sino hemos podido responder eficazmente a la pregunta ¿Qué nos ganamos con tanta sofisticación sin haber alcanzado los mínimos necesarios para vivir dignamente?

Se anuncia con bombos y platillos que el acceso a Internet será considerado como servicio público fundamental, pero la gente no tiene empleo y se sigue empobreciendo, haciendo que el argumento circular esgrimido sea falso, pues entonces no se tiene trabajo, pues no se está debidamente capacitado y no se está debidamente capacitado porque no se tiene acceso a la tecnología.

No señor. Mientras no exista voluntad política, los asuntos económicos, sociales y tecnológicos no unirán esfuerzos ni compartirán focos comunes y el nivel de unos pocos crecerá exponencialmente, mientras que la mala situación de la mayoría seguirá empeorando, haciendo que la brecha de la injusticia, la iniquidad y la inocuidad del modelo democrático, sigan en aumento.

En lo local, el maestro Echandía acuñaba su célebre frase de “El poder para qué”, que serviría como guía para parafrasearla y concluir que “La tecnología para qué”.

Ahora bien, mi razonamiento está acompañado conscientemente de un alto grado de ingenuidad, pero lo que quiero dejar claro es que, a través de la historia, los desarrollos tecnológicos han servido solo marginalmente para ayudar al mejoramiento de las condiciones de la mayoría de los humanos, lo cual es entendible desde las lógicas del poder, con las cuales uno finalmente estará de acuerdo o no.

No solo es necesaria la democratización del acceso, sino, y, sobre todo, la democratización de los impactos positivos aportados por el uso de la tecnología, que solo así podría ser vista y valorada como una herramienta favorecedora a los intereses generales de la especie.