lunes, 5 de julio de 2021

Sí se puede

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.

El slogan de “Sí se puede”, no es una simple forma de motivar a las personas, a los grupos, a los trabajadores y en general a una sociedad; esta conlleva en contexto toda una forma de vida, es esa actitud que nos motiva, induce a lograr resultados de corto, mediano y largo plazo, que en la medida en que se obtienen crece la motivación, la creatividad y la emoción por seguir superándose y cumplir nuevas metas.

Esto no es un articulo de superación, para ello existen motivadores, psicólogos, estudiosos del comportamiento humano, de nuestras debilidades y fortalezas. Aquí deseo resaltar el éxito de un trabajo público que condujo a una ciudad a lograr que su gente se sienta orgullosa de sus gobernantes y de su persistencia para lograr objetivos, de mantener la dinámica constante de desarrollo de obras públicas, de creación de empresas, de atracción de nuevos capitales y por consiguiente lograr disminuir el desempleo. Los índices de pobreza, aunque aun son altos, si continúan con la tendencia que han mostrado en poco tiempo también serán ejemplo en cuanto a la reducción de esos indicadores y por ende los habitantes tendrán una mejor calidad de vida.

Pocas ciudades de Colombia han logrado ese grado de motivación de sus ciudadanos. Por el contrario, lo que percibimos es que las que eran ejemplo para los demás, tienen serios problemas en la actualidad: el ánimo de la gente esta bajo, los conflictos sociales se multiplican y la gobernabilidad es poca. Me refiero a Medellín y Cali, donde es latente y palpable el descontento ciudadano con quienes gobiernan porque no tienen como objetivo primordial y único el mejoramiento de las condiciones de los ciudadanos, sino que cumplen y avanzan en un plan previsto que busca implementar un sistema social que favorece a unos pocos.

Ambos alcaldes de las ciudades capitales de departamento, tienen contra ellos en marcha procesos de revocatoria de mandato, que surge como un mecanismo de participación ciudadano previsto en la Constitución Nacional y no se da porque sean buenos, es por lo contrario, porque gobiernan en contra de la sensatez, de los valores tradicionales, de principios que permitieron que la empresa privada, el sector público y la educación trabajaran de la mano desarrollando políticas públicas serias y coherentes. Actualmente ellos son generadores de polarización y conflicto entre los mismos ciudadanos.

Resalto entonces la ciudad que es objeto de reconocimiento no solo mío, sino de la sociedad colombiana en general. He tenido la inmensa alegría de ir viendo y constatando el cambio de Barranquilla. De ocho años hacia acá, no hay día en el que no se avance o que no se concluya una obra. Se están solucionando las inundaciones generadas por los arroyos y lugares por donde baja el agua en épocas de lluvias, las obras públicas se inician y se concluyan, el crecimiento urbano es organizado y obedece a un plan de desarrollo armónico, que hace ver la ciudad linda, los estadios están bien mantenidos, los escenarios públicos protegidos, la economía en auge y sus habitantes felices.

Barranquilla se ha convertido en un gran centro industrial por cuanto su situación geográfica favorece el desarrollo; empresas textileras, petroquímicas, distribuidores, la consideran óptima por las facilidades que ofrece para la exportación de los productos, evitando costos de trasporte desde el interior hacia el puerto. Antes no se entendía que ciudades del interior tuvieran un gran desarrollo industrial estando alejadas del mar, con dificultades y costos mayores para la distribución de los productos, de manera que, en buena hora, creo yo, que esa mirada amplia hacia el mundo exterior facilitará el crecimiento de los empresarios, teniendo en cuenta que, además, están en desarrollo los puertos del Urabá antioqueño.

El cambio se dio gracias a la gestión de políticos jóvenes que en su momento se fueron contra el monstruo de la corrupción creado por caciques políticos de antaño y más recientes, como el cura Bernardo Hoyos, quienes ofrecían en sus discursos las promesas de siempre: realización de grandes obras públicas, un desarrollo urbanístico organizado, cero politiquerías y todo quedaba en bla, bla, bla. Uno tras otro, sus gobiernos y sus dirigentes terminaron investigados y condenados por delitos cometidos en el ejercicio de los cargos. Los generadores del cambio dijeron no más al incumplimiento y procedieron a ser ejecutores de grandes obras, a crear sentido de pertenencia en los habitantes, a generar empleo, dinámica social y empresarial.

Alejandro y Los Char, el actual alcalde Jaime Pumarejo, la gobernadora Elsa Noguera, que también fue alcalde, el gobernador Eduardo Verano de la Rosa y muchos otros, trabajando unidos, manteniendo el orden y la disciplina, lograron en doce años el cambio, una ciudad prometedora, con futuro promisorio, que elevo el nivel de vida de sus habitantes.

Es posible que tengan opositores, pero estos se quedan mudos ante la realidad de los acontecimientos; no han logrado derrotar la acción liderada por una generación de barranquilleros que creyeron que se debía hacer un cambio y lo pusieron en marcha.

Hoy día ellos lideran una propuesta de autonomía para la región que comparten con personas de otros siete departamentos de la Costa Atlántica; van organizándola paso a paso, al igual que las iniciativas que se lideran en otras regiones. Ejemplo de ello es el doctor Héctor Quintero Arredondo, a quien tuve el placer de entrevistar hace poco.

Todo este reconocimiento a una ciudad, a un departamento, contrasta con lo que sucede en Antioquia, Cali, Bogotá, Cúcuta y otras capitales. Debemos seguir el ejemplo, aunque hoy tengamos dificultades en el manejo de la ciudad. Si trabajamos con deseo de progreso, respeto por el ser humano, generando trabajo y con orden y disciplina, lograremos volver por la senda del desarrollo y sentido de pertenencia. Adelante colombianos de bien, ni un paso atrás.