Por Antonio Montoya H.*
Cualquier sistema de gobierno se soporta
en valores, principios y normas jurídicas que le permiten funcionar,
desarrollarse y construir una comunidad con identidad propia. La democracia
es una de esas formas de gobernar, se nutre de lo anteriormente expuesto, y se mantendrá
en el tiempo siempre y cuando sus ciudadanos compartan los valores y los principios
que le dieron origen, por ello, la misma democracia labra su propia caída y llega
a su destrucción, si no logra mantener en alto los ideales que enarbolan su
bandera. Así evidenciamos con nuestros propios ojos cómo las democracias caen
una a una en las garras de las dictaduras mentirosas y falsas de la izquierda.
Para lograr que un proceso democrático
se consolide en el tiempo, debe regirse por principios estrictos, que ya son
conocidos por todos pero que lamentablemente no se practican y por ello vamos
en barrena. Vale recordar: honestidad, solidaridad, responsabilidad,
pluralismo, libertad, justicia social, tolerancia, igualdad, respeto, bien
común, legalidad, participación ciudadana, respeto por la vida, por el derecho
del otro, respeto por la propiedad privada, límites a sus propias libertades, y
otros más que hacen parte del ideal democrático.
Quisiera que cada uno de nosotros
hiciera un autoanálisis a estas descripciones que acabó de hacer, y casi que
podría concluir que en el momento en que concluyan la evaluación, llegaríamos a
la misma conclusión, somos laxos, y no cumplimos con ninguno, no tenemos
disciplina, ni respeto por la norma, somos un país lleno de leyes por todos
lados y no acatamos ninguna, y por ende, vamos para el estanco como borregos
sin reaccionar, y quienes nos deberían dar ejemplo no lo dan y ellos son el sustento de la
democracia las tres ramas del poder, ejecutivo,
legislativo y judicial.
La justicia. La verdadera, seria y justa,
como su nombre lo indica, no la que hoy aplican los jueces de la república, la de sus propias razones, porque cada uno
hace lo que quiera en sus fallos, se emiten no con base en el ordenamiento jurídico,
sino en su propia interpretación, no se respeta la norma, ni la jurisprudencia
y menos la doctrina. Además, se entrometen en el ámbito de las otras ramas del
poder y lo pruebo con un hecho sucedido el viernes anterior cuando el Consejo
de Estado, suspendió el decreto del ejecutivo, sobre la asistencia
militar en las zonas del país que se requiera su presencia. Esto hace pensar
que estamos en manos de la rama judicial que se excede en sus funciones y
administra el país, lo cual no se entiende y menos cuando se está impidiendo la
protección y convivencia ciudadana, dejando a las ciudades al arbitrio de los
vándalos, los desestabilizadores comunistas e izquierdistas, esos son pues los
defensores de la juridicidad y del orden. Risa me da.
Otro ejemplo, es el que ha venido
sucediendo con las revocatorias del mandato a los alcaldes de Colombia, que es
torpedeada por todos los medios y los jueces aceptan tutelas y las fallan en
contra de la realidad jurídica y probatoria, y se tiene que llegar a instancias
superiores como tuvo que ocurrir en Medellín, donde el abogado Julio Enrique González
Villa, apeló una decisión de un juez y el tribunal administrativo, en una
decisión ponderada, revocó esa primera decisión que dilató el proceso. Y así,
sucesivamente, observamos que los jueces paralizan desarrollos viales, con
decisiones absurdas que después los superiores revocan, lo cual indica
claramente que están actuando con criterios políticos y no jurídicos. Por
supuesto que podría extenderme y poner ejemplos de decisiones judiciales que
afectan a los ciudadanos a lo largo y ancho del país.
La legislativa. Qué pena decirlo, está
integrada por asesinos, violadores, secuestradores y terroristas, por un lado,
que obtuvieron su curul con un acuerdo de paz espurio; por otros que no dan
ejemplo, atacan la democracia en su propio seno, incitan al odio y a la
violencia, como Gustavo Bolívar y Petro, que han mantenido en paros al país en
los dos últimos años generando con ello pobreza y malestar social; por otros
que sí están preparados, formados académicamente, que participan en los
debates, tanto en plenaria como en comisiones, y que, aunque tienen ideas
contrarias, las debaten con altura y respeto. Y por último otros muchos que
pasan por allí sin mancharla ni romperla, son inexistentes, calientan sillas y
no aportan nada. Todos ellos, no han sido capaces de cumplirle al pueblo
colombiano y realizar la reforma que tanto se pide: disminuir el número de
senadores y representantes, poner control a los salarios, pagar por sesiones
como en épocas anteriores, y, además, evitar la perpetuidad en el cargo. Por lo
tanto, se puede concluir que allí, en el Congreso, no contamos con un verdadero
soporte y aporte a la construcción de una democracia activa, renovadora y
eficaz.
Ejecutivo. Puede tener la mejor de las
intenciones, pero le toca luchar muy solo contra las adversidades que le ha
correspondido asumir: pandemia, que además del inagotable problema de salud y
muerte, llevo al país a la crisis económica, a los paros y a la
desestabilización promovida por grupos de izquierda que pone en juego la
democracia.
Como ven no está fácil prosperar con
tantas dificultades que afrontar; la única forma es contando con personas
preparadas, luchadoras, que enfrente sin miedo a los que desean destruir el
sistema democrático, líderes que se unten de pueblo, que salgan a defender cuerpo
a cuerpo la estabilidad de la nación, que hagan comprender a la juventud que
han sido engañados miserablemente por quienes los han educado, que trastocaron
sus principios y valores, y los llevan a enfrentar el único sistema que les
puede dar prosperidad; que sean hombres con mística, que muevan las masas al
norte del desarrollo, al crecimiento, a la solidaridad, disciplina y orden.
Le sugiero al Gobierno, que contando con
las pocas normas constitucionales que se pueden utilizar, estudien, acepten y
promuevan la discusión para fomentar las autonomías regionales como forma de
darle mayor desarrollo al país, eso sí manteniendo la soberanía, las relaciones
internacionales, y algunos impuestos nacionales, pero, de lograrse darle vía a
las regiones, la democracia se fortalecería sin duda alguna y tendríamos más
bienestar y desarrollo.
En conclusión, puedo expresar con
contundencia que la democracia debe subsistir, trabajemos para ello,
creemos empleo, demos seguridad y fortalezcamos la disciplina y el orden, con
seguridad pasaremos este tramo de pesimismo y miedo por el que atravesamos.
Viva la democracia, la libertad y el
orden.