Por Pedro Juan González Carvajal*
Si tuviéramos buenos gobernantes, que
no los tenemos, y si tuviéramos al menos un solo estadista, que tampoco lo
tenemos, es claro que hay que reconocer que los paros, las movilizaciones, las
marchas y los bloqueos a las carreteras no se van a acabar en el tiempo, y que,
ante el orden de cosas y el incumplimiento por incapacidad de las obligaciones
constitucionales por parte del Estado, pues tenemos que prepararnos para cuando
cada cierto tiempo, sucedan acciones y eventos semejantes.
Partimos del respeto por el derecho a
la protesta y el rechazo a los actos violentos de todo tipo.
Los bloqueos afectan la libre
movilidad, el suministro de comida y el acceso a combustibles en algunas
ciudades.
Tenemos tres enormes “talones de
Aquiles” con respecto a los bloqueos. La mayor parte del transporte está
concentrado por carretera, no contamos con la logística para almacenar
alimentos en adecuada cantidad y calidad, y a estas alturas del partido,
todavía tenemos que transportar combustibles a través de carrotanques.
Si en este país de incompetentes,
ineptos y mediocres alguien al menos planificara, pues tenemos tres grandes
objetivos por desarrollar en el corto plazo, independiente del gobernante de
turno, para mitigar el impacto de los bloqueos.
Ponerle plazo final a la construcción
y reconstrucción de nuestra red férrea nacional para tener una alternativa
real, inmediata y poco costosa al transporte por carretera, lo cual permite un
transporte masivo de mercancías, materias primas y comida, entre ciudades, y
entre puertos y ciudades. También tener claras estrategias para poner a
funcionar de manera inmediata, puentes aéreos para movilización de alimentos y
productos de urgencia.
Qué pena tener que mirar al pasado,
pero tenemos que volver a crear una entidad semejante al antiguo Instituto de
Mercadeo Agropecuario -Idema-, no solo para justificar la existencia del
actualmente débil Ministerio de Agricultura, sino para que, por fin, entremos
en conciencia de trabajar por la autonomía y la soberanía alimentaria y podamos
garantizarle a nuestros campesinos, herramientas concretas y prácticas de
comercialización y de precios de sustentación, como requisito estructurante para poder hablar con
seriedad y con alguna posibilidad de éxito, de sustitución de cultivos
ilícitos.
Aumentar la red de oleoductos y
gasoductos que deben llegar como mínimo a todas las ciudades capitales y a los
puertos especializados, para no depender de la posibilidad de que los
carrotanques se puedan desplazar.
¿Será mucho pedir? ¿Hay que ser
posgraduado para poder pensar en estas soluciones inmediatas? ¿Por qué los
representantes de todos los sectores de la institucionalidad no hacen
propuestas pragmáticas para solucionar problemas?
En medio de la Gran Depresión,
atendiendo las recomendaciones de Keynes y para poder jalonar la economía y
generar rápidamente puestos de trabajo, los Estados Unidos aceleraron el
proyecto de construcción de la red interestatal de carreteras, teniendo la
previsión de que donde la topografía lo permitiera, se generaran trayectos de 3
o más kilómetros en línea recta para, simultáneamente a la vía carreteable, se
tuviera una red de pistas de aterrizaje de emergencia, por lo que pudiera
pasar.
Eso solo lo piensa una sociedad
previsiva. Ahora que Colombia ha tratado por fin de desatrasar la construcción
y modernización de nuestra malla vial, gracias a las llamadas Autopistas de la
Prosperidad, ¿Creen ustedes que hayamos tenido la mentalidad previsiva de
aprovechar conscientemente los trayectos en línea recta para tener también
algunas pistas de aterrizaje de emergencia o para uso militar? La respuesta
contundente es NO. Por eso hemos sido, somos y seguiremos siendo por un largo
tiempo, un país subdesarrollado.
Los colombianos no necesitamos empleos
temporales para paliar la coyuntura. Necesitamos empleos dignos y estables.
Los colombianos no necesitamos
programas asistenciales para que nos regalen dos semestres de matrícula.
Necesitamos que la educación en todos los niveles tenga opciones de gratuidad.
Los colombianos no necesitamos
sistemas de salud ineficientes y excluyentes. Necesitamos un sistema de salud
preventivo y correctivo básico y equitativo.
Algunos teóricos de la economía a
nivel planetario hablan de una renta básica universal. Como nosotros estamos
acostumbrados es al manejo politiquero de los subsidios (con honrosas
excepciones), pues no alcanzamos a dimensionar la magnitud de esta propuesta,
que hace sentido.
Los colombianos necesitamos gobernantes
que nos expliquen de modo Coquito, que, para poder pensar en las anteriores
soluciones, pues tenemos que pagar impuestos para poder lograrlo. Y que para
eso hay que pensar en refundar nuestro sistema tributario. Y para que lo
anterior sea posible, pues hay que extirpar el flagelo de la corrupción.
No estoy hablando de cosas imposibles.
Miremos la organización de los Estados Nórdicos. ¡Sí se puede! Pero hay que
cambiar nuestro chip que hace que justifiquemos vivir al borde de la
legalidad-ilegalidad y pensar en un proyecto de transformación cultural, antes
que, de transformación digital, teniendo como instrumento un adecuado sistema
educativo.
De no hacerlo, pues preparémonos o
resignémonos para vivir el resto de nuestros días y los días de las
generaciones futuras, en un país mediocre, subdesarrollado, pobre, inequitativo
y corrupto.
¿Muy halagüeña esta radiografía del
porvenir? ¿Cierto que no? ¡Pues trabajemos para que eso no sea así y
reconozcamos y aceptemos que no por hacer más de lo mismo, podremos esperar
resultados distintos!
NOTA: en medio de la actual coyuntura,
socio-económico-política y pandémica, el Congreso Nacional ha evidenciado una
vez más, su falta de altura. ¡Qué lástima, pero eso es lo que hay!