José Leonardo Rincón, S. J.*
A las 12 del día se le veía espléndido, a las 16 estaba internado en el Policlinico Gemelli. El papa Francisco nos da una nueva sorpresa. Su vigor característico a pesar de sus ochenta y tantos, de pronto, a la brava, lo conmina a recluirse en obligado descanso. Nadie en la plaza de San Pedro imaginó al sonriente pontífice que estaría horas más tarde en un quirófano.
Eso nos puede pasar a todos. Uno se levanta vivo y saludable y nunca se le ocurre cómo podrá estar al final del día. Más dramática es la escena cuando la persona goza de excelente salud, no sabe lo que es tomar medicinas, se cree omnipotente y con larga vida por delante y resulta que un accidente, una situación cualquiera, ipso-facto puede cambiar sus planes de vida.
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y te las da para que agaches el moco y con el rabo entre las piernas reconozcas que no eres eterno, que no eres Dios, que también te enfermas y te puedes morir.
San Ignacio, en el “Principio y fundamento”, primera meditación de sus “Ejercicios espirituales”, de entrada, pone en su sitio al ejercitante invitándolo a ordenar su vida, esto es, poniendo los valores en el lugar que les corresponde. Allí se explicita la indiferencia frente a todo, llámese “salud o enfermedad, vida larga o corta”. Como quien dice, puestos los pies sobre la tierra, convéncete de que hay cosas que dependen de tu propio albedrío, pero hay otras muchas que no. ¿Quién podrá garantizarle a uno buena salud o larga vida?
Estar con vida y gozar de buena salud es un tesoro inestimable que se puede escapar de nuestras manos en cualquier momento. Una persona débil y enfermiza, que consume cualquier cantidad de pepas, agradece al Dios de la vida cualquier oasis de buena salud que tenga, en tanto una persona saludable y muy vital, que no sabe lo que es un dolor de cabeza, que no toma ninguna medicina, cuando se ve abocada a una enfermedad u hospitalización, sufre un shock traumático muy grande.
Además, la salud pasa sus cuentas de cobro cuando por gozarla siempre uno no se cuida lo suficiente o se desmide y abusa. Entiéndase, trabajar más horas de la cuenta, trasnochar hasta tarde, comer a deshoras, no dormir lo suficiente, no saber descansar, estresarse con altos volúmenes de trabajo y múltiples responsabilidades. Esas facturas son costosas. Algunas son reversibles y se pueden pagar, pero muchas otras son implacables e impagables. Lo triste es que, en esta sociedad de desechables, las piezas malas se cambian cual repuestos, se echan de menos un rato y después se olvidan.
Estas realidades nos ponen a pensar en serio sobre lo que es es esencial e importante y lo que es relativo y secundario. La vida es única, irrepetible, quizás demasiado corta. Hay que cuidarla entonces y por eso hay que cuidar la salud. Si logras caer en cuenta de esto a tiempo habrás alcanzado uno de los objetivos más importantes. No lo olvides.