Lo que ha ocurrido en Colombia, en los últimos ocho días, es la continuación de lo empezado a nivel regional a finales del 19. Esa “brisita” que anunció triunfalmente el bocón de Diosdado. La chispa fue la misma: tarifa de transporte en Chile, precios en combustible en Ecuador y ahora aumento de impuestos en Colombia. Es el asunto económico, el mismo que terminó con Luis XVI en la guillotina, pero que en Venezuela ¿no aplica?
Desestabilizar,
desestabilizar
El objetivo es el mismo: destrucción de
la ciudad, generación de temor, descrédito de la fuerza pública y desconfianza
en su capacidad de protección y seguridad ciudadanas. En fin, generación de
caos y desestabilización, siempre con lo de “marcha pacífica” e “infiltrados”
como explicación, justificación y lavada de manos.
Las cosas iban de acuerdo con lo
planeado, pero se atravesó la pandemia, el covid-19 engulló el momentum de
la revuelta en curso y se refundió la herramienta clave del levantamiento: la
calle. “No suelten la calle” recomendó una cabecilla comunista de la revuelta
en Santiago de Chile. “Hay que retomar la calle” dijo otro mercachifle de
revoluciones en Bogotá. Más tarde, Samper, en la vocería del Grupo de Puebla,
lo proclamó claro: a pesar del virus, habían recuperado Bolivia con Evo y ahora
iban por Ecuador con el correísta Arauz. Pero Ecuador se salió de la fila con
Lasso, Chile ahora no la tiene clara y Perú tambalea con un sonámbulo
ideológico mezcla de Lenin, Gramsci y San Agustín.
En Colombia, la joya de la corona, un
hueso duro de roer, la urgencia apremia a los ejecutores del plan ante la
realidad ecuatoriana y la incertidumbre peruana. Con una actitud francamente
criminal, la federación comunista de educadores (Fecode), la Central Unitaria
de Trabajadores (CUT) y otros gremios, pasaron por encima de toques de queda,
desautorizaciones a las marchas, sentencias judiciales en contra de la protesta
y lanzaron a la calle a miles de ciudadanos mortificados por las consecuencias
económicas del covid-19 y el imprudente proyecto de ley presupuestal del
gobierno Duque. Desde el confort y seguridad de sus residencias, el incendiario
Petro y los jefes gremiales, facilitaron el escenario y los actores para el
libreto de vandalismo, incendio, violencia, muertos, demérito de la autoridad,
confrontación social, bloqueos que amenazan hambre en ciudades; tuiteres y
videos, muchos de ellos editados, inundan las redes con mensajes de alarma y
pánico. Se habla de cientos de desaparecidos. Organismos internacionales
señalan a la Policía y el guión continua: en medio del desbarajuste, Samper,
Santos y otros se ofrecen para salvar la situación, siempre con la mirada en
las elecciones del próximo año, mientras los narcodineros del fariano Gentil
Duarte, fluyen a las células de “capuchos” animados por los alaridos de jóvenes
exacerbados.
¿Otro país en
tribulación?
El sábado por la noche, Duque anunció la
posibilidad de la “asistencia militar”, que significa sacar las tropas a la
calle, con los graves riesgos institucional y ciudadano que esto implica sin
que las tropas estén amparadas por el DIH de una conmoción interna, según el
artículo 213 de la Constitución Nacional. Acore, La Asociación de militares
retirados, advierte de un sombrío panorama que está llevando rápidamente a una
reacción genuina pero ilegal de autodefensa, que puede terminar en un
desbarajuste generalizado e incontrolable. ¨Si no se enfrenta con decisión el
caos que avanza y no se restablece la calma, días aciagos están a la vuelta de
la esquina¨, advierte un vocero de esta antigua y respetable asociación.
Lo que sigue puede tomar dos caminos.
Los instigadores de la desestabilización perderán oxígeno por un rebrote
pandémico serio y por fatiga de los jóvenes que no verán cambios rápidos de
acuerdo con sus anhelos facilistas. Con o sin oxígeno, los planes de
provocación seguirán buscando excusas para cumplir con su cometido a medida que
se acercan las elecciones.
El otro camino es más azaroso: la
ciudadanía colombiana, curtida en violencia y ahíta de desmanes y destrucción
sin sentido, ante el desgaste policial y la inoperancia judicial, tomará el
asunto en sus manos, con la proclama de una defensa legítima de sus vidas y
bienes. La violencia crecerá y los culpables del incendio cacarearán como
gallinas, pues soportarán el efecto bumerán de su sociopatía y odio de clases,
aplicados a la búsqueda del poder. Rusia apoya; China acecha; Venezuela ayuda;
el Grupo de Puebla se frota las manos; las FARC y el ELN están listos para
entrar en acción: Colombia no se puede escapar de esta, piensan. Apure puede
desbordarse en cualquier momento.