Por Antonio Montoya H.*
Pensé no escribir esta semana ningún artículo,
por cuanto considero que existen exceso de palabras y diagnósticos sobre lo que
pasa en Colombia, escritas desde la izquierda, la derecha, el centro, en fin, desde
todos aquellos grupos políticos que representan a un país polarizado, que
destruye lo bueno para generar el caos y convertir a Colombia en un país
socialista, empobrecido y rabioso. Está perdido de la realidad, sumado en
protestas vandálicas, sin sentido, realizadas por personas pagadas que no saben
qué representan, ni el daño que hacen y sus consecuencias.
Sin embargo, considero que no hablar es
claudicar ante el desorden y el caos, por lo que debo, por el contrario,
continuar alzando mi voz y lo mismo deben hacer muchos colombianos que desean
la disciplina, el orden, y el crecimiento social para poder cubrir las necesidades de los más
necesitados, lo cual no es demagogia, es la realidad. Si no hay
empleo, habrá pobreza y violencia.
Comparto con quienes creen que Petro es el
dirigente general de este paro, que incita en trinos a continuar las marchas y
el paro general, a mantener el país paralizado para derrotar la oligarquía y
quien, acompañado de su secuaz y locuaz Gustavo Bolívar, mantienen engañados a
muchos grupos sociales, metiéndoles en la mente que con este paro continuado se
tumbará el gobierno y ellos asumirán el poder. Nada más mentiroso, Petro nunca
asumirá la presidencia de Colombia, porque ya se destapó lo que ya sabíamos que
él quiere, la oscuridad para nuestro país, golpearlo, arruinarlo para el gobernar
y convertirlo en un desastre social. Allí, en la impunidad, hacer lo que el
odio lo ha movido desde su época de guerrillero, acabar con el empresariado,
eliminar pensiones de jubilados, colapsar aún más el sistema de salud para
luego anunciarse como el salvador y trasformador de Colombia.
Reitero que ya es hora de terminar el paro, por
las buenas o utilizando las herramientas que el ordenamiento jurídico permiten,
la fuerza pública, defendiendo la institucionalidad y la democracia. Nos
asustamos porque los indígenas pagados, borrachos y enceguecidos por la droga
intentan bloquear la ciudad de Cali, nos aterrorizamos porque los vándalos se
aprovechan de las manifestaciones pacíficas a lo largo y ancho del país para
generar pánico social, nos asustamos porque los estudiantes, a pesar de los
beneficios que se les otorgaron, no quieren reiniciar clases, nos asustamos
porque los que limpian carros en los semáforos se desaparecen a la hora de la
turba y regresan luego a seguir pidiendo después de haber recibido dinero por
generar caos, nos asustamos porque en ciudades como Medellín, se acaba con el
sector comercial, con los bancos, con entidades como el Jardín Botánico, las
estaciones del metro y se impide el trabajo honesto.
Eso
es lo que quieren y eso no se puede aceptar en un país democrático donde la
obligación constitucional es la de proteger la vida, honra y bienes de los
habitantes. Por ello el presidente debe continuar actuando con firmeza, sin
ceder ante los bandidos, protegiendo a los buenos que son los que trabajan día
y noche sin descanso y que, para alimentar a su familia, no roban, no
incendian, no ultrajan, por el contrario, luchan sin desfallecer por sí mismos,
el país y su futuro. Ellos y nosotros somos más, no nos dé miedo, reaccionemos
ante el vandalismo, exijamos que quien dañe un bien ajeno, así sean extranjeros
que llevados por el dinero acaban con todo, lo paguen con trabajo o con sus
bienes, o si son menores, sean los padres los responsables de semejante
atropello contra el país. No nos
dejemos, somos más y mejores.
No
puedo dejar de expresar mi enojo porque los que defienden a los ciudadanos, los
policías de Colombia, son lo que salen en los noticieros, en la prensa, como si
fueran los responsables de los desmanes, y eso no es así. Están en el ojo del
huracán y podemos ver con estupor como la turba enloquecida, llena de odio, se
aprovecha cuando tiene a uno de ellos acorralado y le dan patadas, con rabia, enceguecidos,
y el policía, sin defensa, recibe en su cuerpo los golpes más cruentos e
inhumanos y son, además, quemados por bombas incendiarias. Hoy llegan a casi
mil heridos y nadie lo que están sufriendo ni cómo la están pasando sus
familias.
Solo
reciben investigaciones por sus excesos, pero yo me pregunto cuáles excesos
cuando los atacados son ellos. No es la fuerza pública la que está enervada y
enloquecida, es la turba, incitada por… ya sabemos quiénes, que desahogan sus
angustias, rabias y propios sufrimientos, en los hombres que nos cuidan y
protegen.
Por
último, les digo que no sé quiénes son los del denominado grupo promotor del paro y quién los designó para negociar con el
gobierno, a quién representan. Que nos digan, porque no sabemos, con excepción
de los mismos de siempre, es decir, de Fecode
y sindicatos, quienes son y que hacen los otros, porque es increíble que un
grupo de desconocidos, sin trayectoria económica, empresarial o social se
endilguen el derecho de hablar por nosotros. O qué aporte le han hecho al país
para convertirse en dirigentes de un paro que ponga en jaque a Colombia. Seamos
serios y exijamos trasparencia, conozcamos por qué están allí.
No
más, paren ya.