Por John Marulanda*
La última encuesta
Invamer trae algunos resultados que se podían esperar como la respuesta a la
pregunta “En general, ¿cree usted que las cosas en Colombia están mejorando
o empeorando?”. El 81% contestó empeorando y sólo un 14% cree que la
situación está mejorando.
Seguridad y
estadísticas
En este escenario, y
concerniente a seguridad, los resultados sobre opinión favorable o desfavorable
de algunas instituciones indican que se mantiene la tendencia estadística con
tres instituciones conceptuadas como las más apreciadas por la ciudadanía, o al
menos por el universo nacional representado por 9.866.662 personas entrevistadas.
En esta medición de abril-mayo, las fuerzas militares cedieron su permanente
primer puesto a la clase empresarial la cual alcanzó un 62 % de favorabilidad y
un 32% de desfavorabilidad. El segundo lugar en simpatía lo registró la Iglesia
con un 59% favorable y un 35% desfavorable y el tercer lugar las FFMM con un
58% favorable y un 37% desfavorable. La Policía Nacional, que ha llevado la
carga principal y más pesada de este embate desestabilizador, se mantiene por
debajo de los sindicatos y la JEP, con un 56% de aprobación y un 40% de
desaprobación.
Interesante anotar
que, en esta misma edición de la encuesta trimestral, se decidió medir un antes
de las protestas (23-27 de abril), un durante (28 abril-8 mayo) y un después de
las protestas (hasta el 22 de mayo), aunque en el momento de escribir esta
columna, la perturbación subsiste, especialmente violenta en el Valle del Cauca
en donde el martes incendiaron el edificio de justicia. Durante los tramos
diseñados por la encuestadora, la mayor favorabilidad inicial registrada fue de
la FFMM con 58, 57 y 58% en cada segmento, seguida por la Iglesia con 52, 59 y 59%
y por los empresarios con 47, 50 y 62%. Por primera vez, las FFMM no son la
institución más apreciada por los colombianos, en casi veinte años.
Percepciones
inquietantes
Una lectura de esta
fresca edición de encuestas y el recuento de todas las anteriores que datan de
dos décadas atrás, nos muestra una sociedad que confía mayormente en sus
soldados, sus curas y sus empresarios. Es una sociedad conservadora. De ahí el
riesgo advertido, ante los desafueros actuales, de una reacción violenta que
lleve a Colombia a una verdadera desestabilización. Las multitudinarias
manifestaciones pacíficas de la ciudadanía caleña, que están en desarrollo en
otras ciudades y se verán en Bogotá este fin de semana, contrastan con un
anémico impulso de los capataces gremiales a sus huestes que son menos del 1%
de la población. El gobierno maniobra con mesas de negociación, emplea la
mínima de fuerza necesaria y se recupera lenta pero seguramente de la primera
batalla mediática que perdió estruendosamente. Las redes sociales ofrecen una
creciente desfavorabilidad (51%) en la encuesta que nos ocupa.
Las células de
terrorismo urbano del ELN y las FARC, causantes de los mayores desafueros
durante estas difíciles jornadas, son rechazados 92 y 90% respectivamente. Su
patrocinador y amigo Maduro, según la misma encuesta tiene un 92% de desfavorabilidad,
nada mal teniendo en cuenta en ha llegado a estar en un 98% de rechazo.
La izquierda extrema
en Colombia se solaza soñando con patuleas revolucionarias entrando victoriosas
al Palacio de Nariño en medio de vítores y laureles. Recrea Fideles y Danieles
en sus afiebradas mentes. Y juega con candela, en la ingenua creencia que
saldrá indemne del incendio. Ese escenario está en el manual de los educadores
en el odio y los incitadores a la ira, aunque la historia demuestra las
consecuencias desastrosas de ese catecismo político. La realidad percibida, el “gut
feeling”, es el de un país agitado que de este trance saldrá fortalecido en
democracia y una izquierda que de nuevo será condenada al ostracismo político.
Sin embargo, nada más peligroso que un facineroso acorralado y no se puede
descartar una acción desesperada que provoque una reacción incontrolable de una
sociedad cansada, necesitada, dispuesta a llegar a medidas extremas por su
supervivencia.
Interesante todo lo
que está sucediendo en Colombia, si no fuera por la ruina económica y el
tremendo desgaste social de este nuevo embate marxista leninista castrista por
apoderarse de la “joya de la corona” latinoamericana.